UNIDAD TEMÁTICA II
Principios
Organizadores:
La episteme clásico-medieval-renacentista
Espiritualidad
e Individualismo
II. A – EL CONTEXTO MEDIEVAL
La Edad Media fue el
crisol en que se forjó el mundo moderno; el renacimiento fue el primer periodo
moderno consciente de su modernidad. El periodo medieval fue testigo de los
primeros balbuceos de la democracia constitucional, del amor romántico, del
individualismo y de la ciencia experimental.
El dilatado período de transición,
que va desde la época clásica hasta la medieval (desde el 475 hasta el 1000),
recibe el nombre de Edad Oscura o Primera Edad Media. La economía
y la población empezaron a recuperarse nuevamente alrededor del año 1100, dando
paso a la Alta Edad
Media.
Fue un período significativamente creativo en la civilización
occidental. Muchas obras griegas, en especial las de Aristóteles, fueron
salvadas y se reanudó el pensamiento filosófico. Se construyeron las admirables
iglesias románticas y góticas. Comenzaron a germinar formas de política
moderna, sobre todo en Inglaterra, así como el concepto de amor romántico y el
interés por el individuo. Esta fértil cultura europea concluyó entre el 1277 y
el 1360, con el ascenso del nacionalismo y el estallido de guerras entre
naciones en embrión. También la
Peste Negra, que azotó a Europa entre los años 1348 y 1350,
matando a un tercio de la población europea occidental, caracteriza este
período final de la era medieval a que se denomina Baja Edad Media o Ultima
Edad Media.II.B - EDAD OSCURA O PRIMERA EDAD MEDIA
Frente a las invasiones de los
bárbaros y a la tiranía de los señores feudales, el pueblo buscó refugio en el
floreciente cristianismo y en sus representantes: la Iglesia. El hombre
medieval vivía “de”, “para” y “con “ Dios; dando la espalda al mundo
observable, lleno de dolor y de confusión, para concentrarse en la fe y en su
alma. Por otro lado, el cristianismo se adueñó de todos los aspectos de la
cultura; todo era símbolo y manifestación de la presencia de Dios en la tierra.
Los dogmas sustituyeron la investigación científica porque “el que cree, no
necesita saber”. Muchas de las obras clásicas, salvadas de los bárbaros por
los clérigos, fueron quemadas por ser consideradas herejes a la mirada del
cristianismo. Otras, como gran parte de las obras de Aristóteles, fueron
guardadas y traducidas, aunque prohibida su lectura al laico en la Edad Oscura. Para ser
culto, había que ser, casi sin excepción, clérigo y el lenguaje de la educación
era el latín. La Iglesia
prohibió la traducción de la
Biblia a las lenguas vernáculas y los oficios se celebraban
en latín (Leahey, 1986). Así, el conocimiento medieval fue un conocimiento
clerical. Los monasterios guardaban celosamente las enseñanzas del pasado e
la teología era la madre de todo el conocimiento y las instituciones
religiosas regían la vida intelectual de la población que, además, no hablaba
el latín.
La alfabetización era un patrimonio que estaba reservado al ámbito
eclesiástico y que fue llevada por los clérigos a la población medieval que
conservaba hábitos de vida tomados de los bárbaros. Aparecen las escuelas
episcopales, la Escolástica,
caracterizadas por la lectura y discusión de pasajes de la Biblia (de ahí el término “lección” de lectio,
que era la lectura que se practicaba en voz alta y en latín). La libertad de
pensamiento era tal en tanto respetara los principios y los límites del
cristianismo, principalmente los dogmas. Lo que fuera en contra de esas
verdades, era considerado herejía. Estas escuelas se convirtieron, más tarde,
en las primeras universidades.
La filosofía y la ciencia, tal como
hoy las conocemos, se tornan difíciles de progreso en este contexto. Debido a
su devoción, los pensadores medievales, en su mayoría, trabajaron
conscientemente dentro de un marco religiosamente definido que no deseaban
alterar. Perseguían la síntesis global de todo el conocimiento relacionado con
Dios, el alma, el mundo espiritual y la fe, que podrían, a su criterio, ser
sintetizados en una única visión del universo, grandiosa e indiscutible
autoridad. Así, todos estos pensadores enfatizaban los aspectos místicos del
neoplatonismo, la íntima confrontación directa entre el hombre y su fe, ya
fuera a través de la oración, de la contemplación o de la lectura de los textos
sagrados. Rechazaban la razón natural como algo innecesario y hasta peligroso.
El pensador medieval no pretendía entender a la mente o el mundo en sus propios
términos, sino que los interpretaba como claves de la realidad invisible de
Dios.
B.1 - SAN AGUSTÍN (354-430) – La Introspección
Antecedentes
personales - Nacido en Tagaste (Numidia) el año 354, hijo de padre pagano y
madre cristiana (Santa Mónica), Agustín fue educado por ésta en el
cristianismo, aunque pronto abandonó su práctica. Estudió gramática y
literatura latinas y, posteriormente, hasta los veintinueve años de edad,
enseñó retórica en Cartago. Tras una juventud algo disipada en Cartago, la
lectura de un escrito de Cicerón le llevó al estudio de la filosofía y a la
búsqueda de la verdad, que, en un principio, creyó encontrar en la doctrina de
los maniqueos, que defendió durante unos diez años. Cuando empezó a dudar de
ella, se trasladó a Roma, y luego a Milán, donde siguió ejerciendo como
profesor de retórica. Sus dudas dieron como resultado un escepticismo filosófico,
del que se liberó mediante la lectura de los neoplatónicos, en especial de
Plotino, que seguiría influyendo en su pensamiento posterior. La posesión de la
verdad sólo la encontró Agustín en el cristianismo, al que se convirtió, por
influencia del obispo Ambrosio, de Milán, en el año 387. Desde entonces, llevó
una vida dedicada al estudio y a la contemplación, que mantuvo prácticamente
hasta su muerte, a pesar de las ocupaciones del ejercicio pastoral, primero
como presbítero y, después, como obispo de Hipona, en el norte de África, a
donde volvió, desde Italia, en el año 388. Su muerte acaeció en el año 430,
mientras los vándalos sitiaban Hipona, cuando el Imperio Romano de Occidente
daba los últimos estertores. San Agustín es el primer gran talento filosófico
desde la filosofía griega clásica. Con su obra y con su considerable influencia
en la Iglesia
y en el pensamiento cristiano, San Agustín contribuyó en gran manera a afianzar
la orientación platónica de la filosofía en los siglos siguientes, hasta el
resurgir del aristotelismo en el siglo XIII.
Aportes a la
psicología - Su pensamiento, de orientación platónica, defiende que la
verdad no ha de buscarse en el mundo exterior por medio de los sentidos, sino
reflexionando, volviendo la mirada hacia el interior de uno mismo: «No vayas
fuera. Vuélvete hacia dentro de ti mismo. La verdad habita en el hombre
interior». (cit.en Leahey,
1998). El alma podía ser conocida por medio de la introspección,
a través de una búsqueda interior de la iluminación divina, de tal forma que
conocer el alma equivaldría era conocer a Dios. Una psicología
introspectiva. En la concepción
agustiniana relativa a la unidad del Creador y de la Creación, los tres
poderes mentales – la memoria, el entendimiento y la voluntad – reflejan las
tres personas de la
Sagrada Trinidad
II.C - LA PSICOLOGÍA ISLÁMICA
En el
mundo islámico se desarrolló una psicología de las facultades basada en la obra
de Aristóteles, de carácter más naturalista que religiosa. Esta psicología
apareció, originariamente, en un marco neoplatónico, dentro del cual se
reinterpretaba a la obra aristotélica. Más concretamente, la psicología
islámica combinaba una reelaboración de la psicología aristotélica con la
medicina islámica y de la antigua Grecia. A lo largo de los dos siglos
posteriores, el progresivo conocimiento de la obra de Aristóteles en Europa,
favorecería que esta psicología de las facultades de orientación naturalista
sustituyera completamente a la anterior psicología neoplatónica agustiniana.
Varios autores
desarrollaron la psicología de Aristóteles, insertando varias facultades
interiores o sentidos internos, entre el alma racional y los
sentidos corporales. Tales facultades se convirtieron en un punto exacto de
transición entre el cuerpo y el alma, en la cadena del ser. Dicho esquema
aparece en el pensamiento islámico, judaico y cristiano de la primera Edad
Media. Los musulmanes realizaron una contribución especial al situar el
análisis en un plan fisiológico. La medicina musulmana continuaba la medicina
tradicional clásica y sus médicos buscaban estructuras cerebrales que sirvieran
de asiento a los diversos aspectos de la mente analizados por los filósofos.
C.1
– ABU ALI a-HUSAIN IBN-SINA ( Avicena )(980-1037)
Antecedentes
personales - La formulación más completa de la concepción médica
aristotélica estuvo a cargo de Abu Alí a-Husain Ibn-Sina (980-1037), conocido
en Europa como Avicena, que fue simultáneamente médico y filósofo, y cuyas
obras tuvieron una gran influencia en la construcción de la filosofía y a la
psicología de la Alta Edad
Media. Nació en el año
980 en Afshana (hoy Uzbekistán). De familia acomodada, su padre era funcionario
del gobierno; demostró sus extraordinarias dotes como estudiante, sabiendo el
Corán de memoria y estudiando jurisprudencia, física, matemáticas y filosofía
por las noches. Su fama como médico era tan conocida que con solo 18 años fue
nombrado médico de la corte del soberano Samaní de Bujara. Permaneció en ese
cargo hasta la caída del imperio Samaní en 999, y pasó los últimos 14 años de
su vida actuando como consejero científico y médico del gobernante de Ispahán.
A los 20 años, a
petición del jurisconsulto Abú Bakr el-Barjuy redactó un conjunto de 10
volúmenes "El tratado del Resultante y del Resultado" así como
un estudio sobre las costumbres de la época "La Inocencia y el
Pecado". En 1012 escribió su obra "El Canon de la Medicina", un
compendio estructurado de todos los conocimientos médicos existentes en la
época, que constaba de 5 libros. Al igual que la mayoría de los filósofos medievales,
negaba la inmortalidad del alma individual, del interés de Dios por los
particulares y de la creación del mundo en el tiempo, todos ellos temas
centrales de la corriente principal de la doctrina islámica. Avicena se convirtió
en el principal blanco de los ataques de los teólogos Suníes, como Algazel.
Falleció en 1037, siendo enterrado en Hamadán, donde todavía hoy se le venera.
Aportes a la
psicología - Intentó combinar su explicación de la psicología filosófica de
Aristóteles con la tradición médica romana de Galeno. Por simple especulación,
sin recurrir a las prohibidas disecciones de cadáveres, Ibn-Sina localizó los
sentidos internos en varias áreas del cerebro. Sus hipótesis se convirtieron en
la doctrina médica autorizada hasta el siglo XVI, época en que Vesalio
nuevamente puso en práctica la disección de cadáveres y cuestionó las ideas de
Ibn-Sina.
Aristóteles había propuesto tres facultades – sentido común, memoria e
imaginación, aunque las fronteras entre ellas no estaban claramente trazadas.
Ibn-Sina elaboró el estudio de siete facultades, que se convirtieron en la
norma, y que se presentaban jerárquicamente dispuestas, desde la facultad más
próxima a los sentidos (y al cuerpo), hasta la facultad más relacionada con el
intelecto.
Comenzando por las partes de la mente, las más relacionadas con el
cuerpo, Ibn-Sina analiza el alma vegetativa, común a las plantas,
hombres y animales (como Aristóteles) y de la que afirma ser responsable de la
reproducción, el crecimiento y la nutrición de todos los seres vivientes. A
continuación viene el alma sensitiva, común a hombres y animales. En su
nivel inferior, comprende los cinco sentidos corporales o externos (en
lo que, una vez más, sigue a Aristóteles) En un segundo nivel del alma
sensitiva, incluye los sentidos internos o facultades mentales,
situados en la frontera entre el hombre – animal y las naturalezas angélicas;
estos sentidos internos también están jerarquizados: en primer lugar
está el sentido común, que, como en Aristóteles, recibe, unifica y hace
consciente las diversas cualidades de los objetos externos percibidos por los
sentidos. Dichas cualidades percibidas son retenidas en la mente por el segundo
sentido interno, la imaginación retentiva, para ser consideradas
más detenidamente o recordadas con posterioridad.
El tercero sentido interno es la imaginación animal sintética
y el cuarto sentido interno es la imaginación humana sintética,
responsables de la utilización activa y creadora de las imágenes mentales, ya
que se encargan de relacionar o sintetizar las imágenes conservadas por la
imaginación retentiva en objetos imaginarios, tales como los unicornios.
En los animales, este proceso es simplemente asociativo, mientras que en el
hombre puede ser creativo: de ahí la distinción entre las dos facultades. El
quinto sentido interno es la estimación, una especie de instinto natural
para hacer juicios sobre las “intenciones” de los objetos externos. Esta
facultad, análoga al condicionamiento simple de los psicólogos modernos,
“estima” el valor o el peligro de los objetos en el mundo real.
Los sentidos internos superiores son la memoria y la rememoración;
la memoria almacena las intuiciones de la estimativa. Estas
“intuiciones” no son atributos sensibles del objeto, sino más bien ideas
simples de la esencia del objeto. La rememoración es la capacidad de
evocar tales intuiciones después de pasado un tiempo. El material almacenado
por la memoria y evocado por la rememoración no consiste en copias de los
objetos, ya que esta función pertenece a la imaginación retentiva sintética.
Por el contrario, el material es un conjunto de ideas simples pero abstractas,
o conclusiones generales derivadas de la experiencia. Tampoco son universales
verdaderos, atendiendo que sólo la mente humana tiene la capacidad de formar
universales.
El último aspecto del alma sensitiva de que se ocupa Ibn-Sina es la
motivación. Como Aristóteles había señalado, lo que distingue los animales
de las plantas es la motricidad. Ibn-Sina, siguiendo a Aristóteles, llama a
esta facultad apetito, pero presenta dos variantes: la evitación
– los animales siente miedo y huyen. La segunda variante es la aproximación
– los animales sienten o presienten el placer, y se acercan.
Las facultades mentales y los sentidos considerados por Ibn-Sina hasta el
momento, están ligados al cuerpo y al cerebro y son patrimonio común, tanto de
los hombres como de los animales. Sin embargo, el hombre supera a los animales
en la capacidad de formar conceptos universales (inteligencia). Esta es la
facultad exclusiva del alma humana y la única que transciende al cuerpo
material y al cerebro. Ibn-Sina distinguió dos facultades en el interior del
alma humana: el intelecto práctico o inferior y el intelecto
contemplativo. El intelecto práctico o inferior se interesa
por los asuntos cotidianos; gobierna el cuerpo, mantiene la conducta buena y
protege al intelecto contemplativo para que éste pueda realizarse a sí mismo.
El intelecto contemplativo se realiza en el conocimiento de los
universales abstraídos de las experiencias sensibles particulares. El intelecto
contemplativo del alma humana es completamente pasivo (la inteligencia
pasiva de Aristóteles) y posee la potencia para el conocimiento que se
actualiza por el intelecto activo o intelecto agente. Sin
embrago, Ibn-Sina sitúa al intelecto agente fuera del alma humana; se trata de
una especie de intelecto angelical que ilumina a la mente contemplativa en el
conocimiento de los universales.
INTELECTO AGENTE: LA LUZ DIVINA QUE CREA EL CONOCIMIENTO HUMANO |
||
ALMA RACIONAL |
Intelecto Contemplativo |
Conoce los
Universales
|
Intelecto
Práctico
|
Dirige los
asuntos cotidianos
|
|
ALMA SENSITIVA |
Apetito |
Búsqueda
del placer (concupiscible)
Evitación
de dolor (irascible)
|
Sentidos Internos |
Evocación
Memoria
Estimación
Imaginación
compositiva humana
Imaginación
compositiva animal
Imaginación
retentiva
Sentido
común
|
|
Sentidos Externos |
Vista
Oído
Tacto
Gusto
Olfato
|
|
ALMA VEGETATIVA |
Funciones |
Reproducción
Crecimiento
Nutrición
|
La
Psicología de las Facultades de Ibn-Sina –
(Leahey, 1998 p.97)
II.D - LA FILOSOFÍA CRISTIANA DE LA ALTA EDAD MEDIA
En los siglos XII y XIII se produjo
un gran crecimiento en la educación y abundaron los filósofos cristianos. Las
dos cumbres más importantes de la filosofía cristiana de la Alta Edad Media están en
las obras de San Buenaventura (1221-1274) y Santo Tomás de Aquino (1225-1275).
Representan ambos las dos grandes vías medievales para abordar el conocimiento,
la humanidad y Dios: la vía mística platónico-agustiniana y la vía
aristotélica-tomista de razón natural. Veamos, a continuación, los aportes
a la psicología científica de ambas corrientes.
D.1 - SAN BUENAVENTURA (1221 – 1274)
Antecedentes
personales - San Buenaventura (Juan de Fidanza) nació en Bañorea
(Bagnoreggio), pequeña ciudad italiana en las cercanías de Viterbo. Llegado a
los umbrales de la juventud, se afilió a la Orden fundada por su bienhechor, atraído, según
el mismo Santo confiesa, por la hermosa relación que, entre la sencillez
evangélica y la ciencia, veía resplandecer en la Orden Franciscana.
En las aulas de la universidad de París, ávido de saber, escuchó las lecciones
de los mejores maestros de la época, a la vez que atendía con ardoroso empeño a
su formación espiritual en la
Escuela del Pobrecillo de Asís. Sus bellas cualidades de
mente y corazón, perfeccionadas por la gracia, le atrajeron la simpatía y
admiración de sus maestros y condiscípulos. Durante un decenio enseñó en París
con aplauso unánime. Cuando apenas contaba treinta y seis años, la Orden, reunida en Roma en
Capítulo, le eligió para su ministro general el 2 de febrero de 1257. Sus
normas de gobierno son en lo substancial válidas aún hoy, después de siete
siglos. Con toda razón puede llamársele, en cierto sentido, el segundo fundador
de la Orden de
Francisco de Asís El 15 de julio de 1274, entregaba a Dios su alma en medio de
la consternación y tristeza del concilio, que se había dejado ganar por el
irresistible encanto de su personalidad y por la santidad de su vida. El Papa
mandó –caso único en la historia– que todos los sacerdotes del mundo dijeran
una misa por su alma.
Aportes a la
psicología - San Buenaventura
fue el gran portavoz de la vieja filosofía conservadora del legado
platónico-agustiniano que se resistía a la introducción de Aristóteles en el
pensamiento cristiano. Asumió una concepción tajadamente dualista y platónica
del cuerpo y del alma, como, en su tiempo, lo hizo San Agustín. Para San
Buenaventura, el alma y el cuerpo son dos sustancias completamente diferentes,
y el alma inmortal se limita a servirse del cuerpo durante su existencia
terrenal. La esencia de la persona es el alma, la cual es capaz de dos clases
de conocimiento: en cuanto unida al cuerpo, puede tener conocimiento del
mundo externo. Aquí, San Buenaventura sigue el empirismo de Aristóteles,
negando las ideas innatas y sosteniendo que construimos conceptos universales
mediante la abstracción a partir de los objetos individuales experimentados.
Sin embargo, afirma que la sola abstracción es insuficiente y debe combinarse
con la iluminación divina procedente de Dios para que haya verdadero
conocimiento. La segunda fuente de conocimiento pertenece únicamente al alma y
es el conocimiento del mundo espiritual, incluido Dios. La fuente de
este conocimiento es la introspección, que descubre la realidad sin recurrir a la sensación.
En sus aportes a la psicología, están incluidos los
cuatro niveles o clases de facultades mentales: las facultades vegetativas, las
facultades sensitivas, el intelecto y la voluntad. Habla de otros aspectos del
alma que evita llamar “facultades”, pero cuya inclusión convierte a su sistema
similar al de Ibn-Sina. La posición filosófica de San Buenaventura en cuanto al
génesis del conocimiento humano fue eclipsada por el aristotelismo de Santo
Tomás de Aquino que se convirtió en la doctrina oficial de la Iglesia Católica.
D.2 – SANTO
TOMÁS DE AQUINO ( 1225 – 1275)
Antecedentes
personales - Santo Tomás de Aquino nació en el Castillo de Roccasecca,
entre Roma y Nápoles, a finales de 1224; hijo del Conde Landulfo de Aquino, que
estaba emparentado con la familia imperial de Hohenstaufen. A los cinco años
fue entregado al cercano monasterio de Montecassino, para que los monjes
cistercienses se ocuparan de su educación, y posteriormente, muy joven todavía,
se trasladó a la universidad de Nápoles, donde estudió artes liberales. Con 17
años de edad entró en la Orden
de los Dominicos, quienes le enviaron a París para que completase y
perfeccionase sus estudios. Allí conoció a San Alberto Magno, que se convirtió
en su maestro, primero en esta ciudad y, más tarde, en Colonia, donde pasó
cuatro años. En 1252 Tomás vuelve a París y comienza su carrera docente como
profesor de Teología, actividad a la que se dedica con una entrega total. Pasa
después una larga temporada en Italia, y allí ejerce durante algún tiempo como
teólogo de la curia papal en Orvieto, antes de regresar a París para una
segunda etapa de profesor en esta ciudad, del año 1269 al 1272.
Sus superiores le enviaron entonces a Nápoles, para que fundara un
Estudio General de Teología para la orden de los dominicos; allí le llegó la
convocatoria del Papa para que asistiera como teólogo al Concilio de Lyon. De
camino hacia allí, murió en el Monasterio de Fossanova el año 1274, a los cincuenta años
de edad.
Aportes a la Psicología – En la
medida en que Aristóteles fue siendo conocido en Occidente, muchos pensadores
se esforzaron por reconciliar su naturalismo científico con las enseñanzas de la Iglesia. El filósofo
cristiano más importante en esta tarea fue Santo Tomás de Aquino quien
consideraba a Aristóteles el filósofo por excelencia, el intelectual que fijó
los limites de la razón humana, mostrando todo lo que podía ser conocido sin
recurrir a la mitología. Santo Tomás de Aquino adoptó la teoría aristotélica y
probó que no era incompatible con el
cristianismo.
A fin de conciliar la Filosofía con la Teología, Tomás de Aquino
las diferenció tajantemente, circunscribiendo la razón humana al
conocimiento del mundo natural. Acepta, pues, el empirismo de Aristóteles y su
consecuencia lógica: la razón sólo puede conocer el mundo, no a Dios. Dios sólo
es cognoscible indirectamente a partir de Su obra en el mundo. Es un momento
importante en la evolución del pensamiento occidental, porque afirma que
Filosofía y Religión son independientes y no obligatoriamente incompatibles
(Leahey, 1986). Sin embargo, en el final de la Edad Media, algunos
pensadores llevaron esta división entre razón y fe a su conclusión lógica,
destruyendo la metafísica teológica y dando a la luz la Ciencia.
Santo Tomás de Aquino se plantea
considerar todos los problemas, incluida la psicología, independientemente de
la revelación. En psicología, sigue el pensamiento de Aristóteles, aunque
también concede importancia a las opiniones de Ibn-Sina, matizando y ampliando
la clasificación de los aspectos mentales ofrecida por ambos.
La concepción de la mente humana de Santo Tomás de Aquino (ver figura)
es, en su mayor parte, un ensamble de las ideas de Aristóteles y de Ibn-Sina, y
la mayoría de las ideas nuevas tienen un carácter meramente aclaratorio. Sin
embargo, hay diferencias; veamos las principales :
1 - Tomás de
Aquino, en mayor grado que Aristóteles u otros filósofos no cristianos, se
interesó por distinguir a las “personas” de los “animales”. Esto resalta con
suma claridad en su análisis de las facultades de la estimativa y del apetito
o motivación. Contrariamente a Ibn-Sina, Santo Tomás sostiene que
existen dos clases de estimativa: en primer lugar está la estimativa
propiamente dicha, característica de los animales y que no se encuentra
bajo el control de la voluntad. El segundo tipo de estimativa se
encuentra bajo el control racional y la denomina cogitava o cogitata (Leahey,
1998) y es patrimonio exclusivo
de los humanos, porque somos libres para elegir y llevamos a cabo juicios de
valor, en lugar de responder ciegamente al instinto animal.
2 – Así como hay
dos estimativas en la obra de Santo Tomás de Aquino, también son dos
tipos de motivación o apetito. El apetito sensible
(animales) no es libre, sino una inclinación natural de perseguir el placer,
evitar el dolor y superar los obstáculos que se oponen a la citada persecución.
El ser humano, sin embargo, tiene un apetito intelectual, o voluntad,
que busca el bien general bajo la dirección de la razón. El animal sabe
únicamente del placer y del dolor, mientras que los humanos conocemos lo que es
correcto o erróneo.
3 – En relación
al esquema propuesto por Ibn-Sina, hay tres diferencias fundamentales en la
obra de Tomás de Aquino. En primero lugar, renunció a incluir en su esquema a
la imaginación compositiva de Ibn-Sina, por la considerar innecesaria a
la imaginación retentiva y al pensamiento racional. En segundo
lugar, al considerar la cogitata o estimación humana como una
facultad guiada por la razón y relacionada con el mundo exterior, desaparece la
necesidad del intelecto práctico propuesto por Ibn-Sina. Finalmente, y
en tercer lugar, Tomás de Aquino vuelve a presentar a la mente como una totalidad,
al dotar al alma humana de intelecto activo. El conocimiento sería, por
tanto, un producto activo del conocimiento humano en vez de un don de la
iluminación divina, proveniente del intelecto agente.
CONCEPCIÓN DE LA MENTE, SEGÚN SANTO TOMÁS DE AQUINO |
||
ALMA RACIONAL |
Cognición: conocimiento de
los universales
|
Intelecto activo:
universales abstractos
Intelecto pasivo:
universales expresados
|
PODERES LOCOMOTORES Y APETITIVOS
|
Apetito
Intelectual
|
Persigue el bien universal
|
ALMA SENSITIVA |
Apetito
Sensitivo
|
Concupiscible: persigue o
evita objetos sensibles
Irascible: se enfrenta a los
obstáculos que aparecen antes de las metas deseadas
|
Sentidos Interiores |
Imaginación: aprehende objetos ausentes
Memoria: conserva las imágenes de los objetos
Estimación: intuye el beneficio o el perjuicio
Sentido común: integra los sentidos especiales
|
|
Sentidos Exteriores |
Vista
Oído
Olfato
Gusto
Tacto
|
|
ALMA VEGETATIVA |
Nutrición
|
Da sustento al cuerpo |
Crecimiento
|
Persigue el tamaño apropiado
de cada cuerpo
|
|
Generación
|
Reproduce el cuerpo
|
Concepción de la mente, según Santo Tomás de Aquino
(Leahey, 1998 p.106)
A pesar de la presencia de algunos vestigios neoplatónicos, tal como la
organización jerárquica de las facultades, la visión de Tomás de Aquino es
claramente diferente a la de San Buenaventura. Aquino rechazó la tradición
platónico-agustiniana que defendía un dualismo radical alma-cuerpo. El cuerpo
no es el sepulcro, una prisión o un castigo, ni tampoco un “títere” manejado por
el alma. La persona es una unidad integrada por una mente más un
cuerpo. Aunque el alma sea trascendente, su lugar natural se encuentra en el
cuerpo que la completa y, a su vez, es completado por ella. Esta posición llevó
a Santo Tomás de Aquino a enfrentarse con la tradición cristiana ortodoxa de
orientación neoplatónica, pero defendió su filosofía, destacando la idea de
resurrección.
También adoptó un empirismo coherente: la mente humana tan sólo puede
tener conocimiento directo de aquello que haya estado alguna vez en los
sentidos, ya que no existen las ideas innatas y todo pensamiento requiere
imágenes. Buenaventura había apoyado la noción agustiniana de auto-conocimiento
directo, a través de la introspección, que revelaba una imagen innata de Dios.
Tomás de Aquino rechazó esta afirmación, considerando que cualquier
conocimiento de Dios, del alma o de todas las cosas invisibles, se obtiene en
forma indirecta. Conocemos a Dios observando el mundo que es Su obra;
igualmente nos podemos conocer a nosotros mismos, inspeccionando nuestras
acciones.
Podemos considerar la obra de Santo Tomás de Aquino como un intento
heroico por conciliar la
Ciencia con la
Revelación, generando un aire fresco y naturalista a la
tradicional concepción platónica cristiana, aunque aceptara ese tradición y
trabajara en su seno.
II.E - EL FLORECIMIENTO DE LA CIVILIZACIÓN MEDIEVAL: LA BAJA E. MEDIA
La Baja Edad
Media trajo consigo numerosos avances sociales que llegarían a definir al mundo
moderno: el predominio de la ley sobre la autoridad personal, el capitalismo y
el desarrollo de las ciudades. Nos centraremos en tres aspectos muy
relacionados entre sí, como expresiones importantes de la psicología popular
de la época, los cuales proporcionaran las bases para el desarrollo posterior
de las teorías de la motivación humana y de la interacción social. Estos tres
aspectos son: el lugar de la mujer en la sociedad, el amor romántico y el
desarrollo del individualismo.
Cuando se habla de “cultura popular” en el contexto medieval, aparece la
necesidad de considerar que, en la época, muy pocas personas, fuera del ámbito
eclesiástico, estaban alfabetizadas. No obstante, existía una “literatura
popular”, escrita en lenguas vernáculas, así como una serie de ideas comunes
que eran compartidas tanto por la culta sociedad clerical como por la sociedad
laica. Ambos aspectos pueden ser considerados como una forma limitada de
cultura popular.
1 - El lugar de la mujer en la sociedad y el amor romántico
En la más temprana cristiandad, las mujeres participaban plenamente en la
religión; podían predicar y, a menudo, vivían en monasterios mixtos,
manteniendo la castidad. (Leahey, 1998). No obstante, a la medida en que la
cristiandad fue absorbiendo la cultura clásica, se impregnó de la misoginia romana
y de la aversión platónica por el placer sensual. Las mujeres fueron
consideradas las responsables de la “tentación” de los hombres; una fuente
particularmente intensa de esta misoginia en el cristianismo fue San Jerónimo
(340-420), quien asoció la condición femenina a la obra del diablo y a la
tentación de la carne, vinculando a la mujer con el “pecado”; “la mujer es
la puerta del diablo, la senda de la iniquidad, la picadura de la serpiente. En
una palabra, es un objeto peligroso” decía San Jerónimo (cit. en Erickson,
1976) Se prohibió el matrimonio a los clérigos y también el acercamiento
de las mujeres a los lugares sagrados (allí el acostumbre posterior de las
mujeres usaren mantilla en la cabeza para entrar en las iglesias, costumbre que
hasta hoy sigue vigente en varios lugares del mundo).
Consecuentemente, y de lo citado anteriormente, se deduce que el peso de
la culpa sexual recaía mucho más sobre la mujer que sobre el hombre, incluso
las mujeres embarazadas eran miradas con disgusto y cuando daban a la luz
cargaban con el estigma de la “inmundicia del pecado” porque un hijo es
resultado de un acto sexual. Así, no podía entrar en una iglesia durante los
treinta y tres días siguientes al parto de un varón, y sesenta y seis días si
había nacido una mujer. Inclusivamente, si una mujer moría durante el embarazo
o el parto (lo que era corriente), era sepultada fuera de los cementerios
(suelo sagrado) porque se creía que le sería negada la entrada al cielo.
También era creencia popular que el periodo menstrual debilitaba las semillas
recién plantadas; así, se una mujer caminaba cerca de los campos sembrados,
durante el periodo menstrual, y era delatada por alguien, era golpeada hasta la
muerte (Erickson, 1976). Simultáneamente, se exaltaba la virginidad y el culto
a la Virgen María,
mostrando una actitud ambivalente hacia el género femenino.
Vimos como la mayor parte de las mujeres de la época medieval vivieron
una silenciosa desesperación y muchas de ellas fueran quemadas vivas, acusadas
de herejes y pecadoras, aunque algunas estaban implicadas activamente en
movimientos heréticos. Esto representaba una reacción a la opresión social.
Otra reacción, más sutil, más influyente y ligada a los fundamentos generales
de la cristiandad, fue el nacimiento del amor romántico, que iría gozar
de influencia importante a lo largo de los tiempos. Se considera que el amor
es la base de cualquier relación hombre-mujer, garantizando durabilidad a la
relación, convirtiendo el sacramento del matrimonio en indisoluble: “hasta
que la muerte los separe”. Así, el
amor se transforma en un ingrediente importante en la conciencia y en la
psicología popular. Las teorías de la motivación pasaron a considerar el amor
romántico, ese amor que se manifiesta en canciones (aparecen los Trovadores,
las serenatas a la mujer amada), en poemas, en el envío de flores y obsequios,
etc., convirtiendo el sentimiento en la base de las relaciones
personales. Tristán e Isolda, de Gottfried von Strasbourg, es una de las
historias de amor romántico más memorables.
Entre los aristócratas, se desarrolló también el amor sexual romántico
y, a él, se incorporó la idea emergente del honor de los caballeros. En
la situación más típica, los caballeros se dedicaban de cuerpo y alma al amor
hacia una mujer, por la que prometían realizar grandes hazañas y de la que
esperaban, como recompensa, amor eterno. La versión cortesana del amor
romántico llegó a ejercer una gran influencia popular a o largo de los tiempos.
Las canciones románticas de la pos-modernidad no son más que ecos actualizados
de los poemas de los trovadores del siglo XII.
2 - El desarrollo de la individualidad
La concepción de lo individual, durante
la mayor parte de esta época, prácticamente no existió. El concepto se gestó
durante la última etapa de la
Edad Media, pero no se transformaría en algo profundamente
arraigado en el pensamiento hasta la llegada del Renacimiento. Esto no
significa que no hubiera “individualidades” en la Edad Media ya que, en
aquellos siglos, vivieron numerosos hombres y mujeres distinguidos y notables,
pero el concepto de “individuo” no existía como algo que fuera objeto de
interés o digno de estudio. Esta carencia parte del neoplatonismo que había
determinado que el intelecto humano sólo podía acceder al conocimiento de los
universales y no al de entes individuales. La mente racional de cada ser humano
podría, de esta forma, conocer al otro tan sólo como una esencia (lo humano) y
no como un individuo definido por las características que hacen única a cada
persona. La posición de un sujeto como rey, emperador, siervo o clérigo era
mucho más importante que su rol de humano individual y diferenciado de los
demás humanos.
La psicología filosófica medieval
refleja esta actitud: los filósofos-psicólogos se interesaban por el alma sensitiva,
la voluntad, la imaginación o el intelecto, sin mostrar interés por las diferencias
individuales, en sentido psicológico. Esta actitud platónica tendría una
historia larga y duradera; no será hasta el siglo XIX cuando nos encontremos
con un interés sistemático por las diferencias individuales, a pesar de que el
fundador de la
Psicología Científica (W.Wundt) se mostraría indiferente ante
esta temática.
Por lo tanto, si queremos entender el nacimiento de la concepción
occidental de “individualismo” en la Baja Edad Media, debemos centrarnos
principalmente en los aspectos de la religión y de la cultura popular.
Empezando por los aspectos religiosos, consideremos que el “pecado” era
considerado como algo personal y en esta época se empezó a dar importancia a la
intención personal de juzgar las situaciones de “pecado” . Podemos encontrar
formalizada esta actitud en la Ética Voluntarista de Pedro Abelardo
(1079–1142) que, a diferencia de otros filósofos, consideraba que el pecado era
una cuestión de intención y no de acción. Un acto no sería
correcto o erróneo en sí mismo; lo que es correcta o errónea es la intención
que se esconde detrás del acto. Las intenciones son algo totalmente
personal, individual, por lo que la Ética de Abelardo pasó a formar parte del desarrollo
del individualismo. El confesionario católico medieval no fue más que una forma
inicial de psicoterapia (Thomas, 1971). Por otro lado, la relación con Dios, la
fe y la oración son personales e individuales – una contribución más del
catolicismo al nacimiento del concepto de “individualismo”.
Desde la cultura popular, el
individualismo florece y abre camino a través de las biografías y
autobiografías y de los retratos que reflejan al individuo; se incentiva la
amistada íntima y la literatura se preocupa fundamentalmente por los
pensamientos y por los sentimientos individuales, más que por las narrativas
externas de acción.
II.F - LA DISOLUCIÓN DE LA SÍNTESIS MEDIEVAL
Para el siglo XIV ya se habían consolidado los factores que desembocarían
en el fin de la Edad
Media. El crecimiento de las ciudades, el capitalismo y el
auge de las cruzadas erosionaron la vida feudal, que terminó por convertirse en
un mero juego de caballería. Se inició una importante depresión económica, la
población empezó a disminuir, se incrementó el crimen y la violencia social.
Pero, el golpe mortal a la síntesis medieval, que generó el cambio de
cosmovisión del hombre medieval (de teocentrico a antropocéntrico) fue, con
toda la probabilidad, dado por dos acontecimientos: el primer acontecimiento
fue la Peste Negra,
una epidemia que, de 1348 a
1350, mató dos tercios de la población europea y, el segundo acontecimiento
fueron las Cruzadas, expediciones emprendidas del siglo XI al XIII por la Europa cristiana contra el
oriente musulmán, con el objetivo de quitar a éstos los Santos Lugares.
Si, desde el punto de vista militar, las Cruzadas fueron un fracaso,
desde el punto de vista social fueron fecundas, porque pusieron en contacto,
durante dos siglos, a europeos y asiáticos. El hombre medieval tubo la
oportunidad de conocer otros pueblos, más cultos y ricos, en una panorámica
social que distaba mucho de la miseria del occidente medieval.
Estos acontecimientos serían determinantes en el desarrollo de una
progresiva tendencia hacia el pesimismo y el cinismo. Por otro lado, en la Iglesia, predominaban la
desconfianza y las divisiones cismáticas. Fue un periodo en el cual se perdió
la confianza medieval en encontrar una explicación global del mundo en términos
unificados y se reconocieron los límites de la razón humana. Tres movimientos
intelectuales socavaron la cosmovisión medieval: el empirismo, la filosofía
analítica (que pretendía mostrar los defectos del conocimiento humano) y la Ciencia. A continuación, resumiremos los aportes
a la psicología de cada uno de estos movimientos.
1 - El renacer del empirismo
Los filósofos medievales confundieron la psicología
con la ontología – el estudio de la naturaleza del ente o de la existencia.
Siguiendo a Platón, la mayor parte de los pensadores medievales creían que a
cada concepto mental le correspondía algo real. Para Platón, lo real eran las
Formas, para Aristóteles eran las Esencias, mientras que para los medievales
eran las ideas y la fe en Dios (Leahey, 1998). Para los griegos y los
medievales, el único conocimiento verdadero era el conocimiento de los
universales. De hecho, mantenían que el alma racional, o intelecto, tan sólo
podía alcanzar el conocimiento de los universales y no de los objetos
particulares. Siguiendo a Aristóteles, los medievales consideraron que el único
conocimiento verdadero era aquel que se deducía de las proposiciones
universales. Podemos encontrar esta actitud incluso en Santo Tomás de Aquino:
aunque describiera el proceso de abstracción como la vía para alcanzar
el conocimiento universal y aunque mantuviera que el intelecto conoce sólo lo
que se deriva de los sentidos, seguía considerando que las esencias abstractas
eran verdaderas metafísicamente, ya que correspondía a las ideas divinas.
Sería Guillermo de
Ockham (aproximadamente, 1290-1349), el pensador más influyente de la última
época medieval, el encargado de cambiar esta creencia que se había mantenido
por varios años.
Antecedentes
personales - Teólogo y filósofo escolástico
inglés. Era franciscano, estudió y enseñó como bachiller en Oxford, pero no
obtuvo el grado de maestro, probablemente por lo atrevido de su doctrina.
Llamado a la corte papal de Aviñón (1324), varias de sus tesis fueron
censuradas, aunque no condenadas. Afiliado a los «espirituales», adversarios de
Juan XXII, huyó de Aviñón (1328). Excomulgado, se refugió junto al emperador
Luis de Baviera (en Pisa y en Munich) y escribió diversas defensas de sus
teorías sobre el Estado y la
Iglesia (con la cual no consta que se reconciliase), teorías
acordes con su clara separación entre Filosofía y Teología. Nominalista,
critica el realismo de las esencias y da valor al conocimiento
sensitivo-individual (de tipo empirista) Murió en Munich en el año 1349.
Aportes a la
psicología - Para sustituir la metafísica por la psicología, Ockham afirmó
que el conocimiento comienza con actos de “cognición intuitiva”, un
conocimiento directo e infalible sobre algunos objetos del mundo. La cognición
intuitiva no produce una mera opinión, tal como Platón había afirmado, sino que
genera conocimiento y se puede emitir un juicio sobre lo que es verdadero o
falso en el mundo. A partir de este conocimiento de las cosas, se puede avanzar
hacia la “cognición abstracta” de los universales. Pero los universales
existen solamente como conceptos mentales, no poseen existencia más allá de la
mente. Estos conceptos pueden ser verdaderos o falsos. Por ello, la cognición
abstracta es puramente hipotética. La piedra de toque de la realidad y de la
verdad sería la cognición intuitiva. La postura filosófica de Ockham consistió
en afirmar que la mente humana percibe similitudes entre los objetos y, a
partir de tales similitudes, los clasifica. De esta forma, los universales son
tan sólo términos lógicos que se aplican a unos objetos si y a otros no, y que
indican las relaciones existentes entre tales objetos.
Hasta el momento, Ockham puede ser considerado como el verdadero
empirista de la Edad Media,
al haber planteado como criterio del conocimiento, la observación del mundo. No
obstante, Ockham era franciscano y conservó un importante elemento agustiniano
en su visión del alma. Al igual que San Buenaventura, y a diferencia de Santo
Tomás de Aquino, Ockham mantuvo la afirmación que podemos alcanzar el
conocimiento directo, introspectivo e intuitivo del alma, más allá de la mera
reflexión sobre nuestros actos. El alma puede conocerse a sí misma
directamente, y no sólo de forma indirecta.
A diferencia de otros filósofos-psicólogos de las facultades, Ockham negó
la distinción entre el alma y sus presuntas facultades. Así, para él, el alma
no posee la facultad de la voluntad o el intelecto. Por el contrario, lo que se
denomina “facultad” es tan sólo una etiqueta para un cierto tipo de acto
mental. La voluntad está describiendo al alma en un acto de la volición;
el intelecto describe al alma en un acto de pensamiento. Consideró a las
“facultades del alma” como cosificaciones innecesarias de los actos mentales
que producían entidades mentales separadas de la mente.
El habito se convertiría en un concepto crucial para la concepción
de la mente defendida por Ockham. Según este franciscano, los conceptos eran
hábitos aprendidos, ideas derivadas de la experiencia. Estos hábitos son
los que harían posible el pensamiento individual, en forma independiente de los
objetos que se estuvieran percibiendo en un momento dado. No podemos pensar
sobre las formas, porque no existen. Pensamos, por el contrario, sobre
conceptos relacionados con los hábitos; sin ellos, seríamos animales limitados
a dar respuestas simples ante los estímulos exteriores. Así, Ockham fue el
primer pensador a otorgar una crucial importancia a los “hábitos” y su gran
protagonismo. Sin embargo, no puede ser considerado un “conductista” porque
juzgaba a los hábitos como conceptos mentales y no como respuestas
corporales.
Ockham propuso una distinción radical entre la fe y la razón mucho más
nítida de lo que la había trazado Tomás de Aquino. Afirmó que no existe ningún
indicio en la experiencia o en la cognición intuitiva que nos permita creer que
estamos dotados de un alma inmortal e inmaterial. Hasta donde alcanza la razón
o la filosofía, la mente se nos presenta como una entidad perecedera que
depende del cuerpo. Es tan sólo a partir de la fe cuando alcanzamos el
conocimiento del alma inmortal. Esta separación entre la fe y la razón
debilitaría, en gran medida, la
Teología y la metafísica, y contribuiría al nacimiento de la Ciencia.
Para finalizar, diremos que Ockham siempre intentó simplificar al máximo
las explicaciones, liberándolas de los elementos no esenciales, y esta es la
razón por la que popularmente hablamos de “la navaja de Ockham”.
2 - El análisis de la razón y sus límites
La mayor parte de los filósofos medievales consideraron, siguiendo a los
griegos, que la razón humana tenía capacidad para alcanzar la verdad eterna.
Incluso, llegaron a afirmar que la verdad divina y la verdad filosófica eran
una sola, y podían ser sintetizadas, como podemos comprobar en la Summa Theologica
de Santo Tomás de Aquino. Esta idea fue rechazada por algunos clérigos cercanos
al misticismo, como, por ejemplo, San Bernardo de Claraval, quien negó que la
filosofía pudiera aportar algo sobre Dios, al que sólo se podía acceder por la
fe. A pesar de los místicos, la tendencia general del pensamiento, antes del
año 1300, fue favorable a la visión defendida por los griegos.
La mayor parte de los pensadores medievales defendieron una versión del realismo,
una creencia según la cual los conceptos universales corresponden a alguna
forma o esencia perdurable, que se concebía como una idea de Dios en la mente.
Unos pocos pensadores, denominados nominalistas, mantenían, por el
contrario, que los universales no eran más que meros soplos de aire
emitidos al pronunciar sus nombres (de aquí proviene el término nominalismo).
Desde esta concepción, los universales no ostentarían una realidad
trascendente, sino que serían tan sólo comportamientos verbales. El nominalismo
fue defendido por una minoría de pensadores.
El análisis del problema del conocimiento universal humano condujo a que
los filósofos del siglo XIV establecieran unos límites muy severos acerca de lo
que el ser humano puede llegar a conocer. El primer paso lo dio Pedro Abelardo
(1079-1142), uno de los más importante filósofos medievales. Él percibió lo
absurdo de la aproximación metafísico-realista. Que se limitaba a predicar una
cosa a partir de otra. De acuerdo a los realistas, afirmar “Sócrates es un
hombre” es relacionar dos cosas: al individuo viviente Sócrates con la forma
celestial de hombre. Abelardo afirmó que hombre debería ser considerado
como una etiqueta, o sea, como un concepto que aplicamos a cualquier
individuo. Hombre es un concepto mental que hemos aplicado a Sócrates en el ejemplo anterior y no algo
separado o una Forma trascendente. Según Abelardo, los conceptos no eran
más que imágenes o etiquetas puramente mentales. De esta forma, cuando estamos
refiriéndonos a los universales, en realidad estamos tratando con estas
entidades mentales y no con formas eternas. La explicaciones dada por Abelardo
sobre los universales es lógica y psicológica, en vez de metafísica. A esta
posición se la puede denominar conceptualismo (Leahey, 1998).
En la Baja Edad
Media se consideraba todavía que el conocimiento humano y la verdad divina
estaban coordinados, de tal forma que los universales humanos correspondían a
las ideas divinas. Abelardo y Ockham destruyeron esta creencia y plantearon
nuevas cuestiones relacionadas con los fundamentos del conocimiento humano. Si
los universales no reflejan las ideas divinas y si se generan a partir del
conocimiento de entidades individuales, ¿cómo justificar nuestro conocimiento y
demostrar que es cierto? El conocimiento comenzó a tener que ser
justificado y los filósofos tuvieron que demostrar de qué forma se podía
distinguir el conocimiento de la opinión sin recurrir a Dios ni a
las Formas.
Este problema estimuló el desarrollo de una crítica detallada del
conocimiento humano entre los filósofos del siglo XIV. La más interesante de
todas fue la realizada por Nicolás d´Autrecourt (nacido en 1300), un seguidor
de Ockham. A semejanza de Ockham, d´Autrecourt no consideró a la psicología
como una parte de la metafísica, sino que afirmó que sólo existen actos de entendimiento
y de volición, en vez de las facultades independientes del entendimiento
y de la voluntad.
Al igual que los empiristas posteriores, d´Autrecourt afirmaba que la
certeza del conocimiento reside en permanecer lo más “apegado” posible a las
apariencias; todo lo que podemos conocer es lo que nuestros sentidos nos
transmiten, atendiendo a que el conocimiento está asentado en la experiencia y
el más perfecto conocimiento es el que permanece apegado a esta experiencia.
Nicolás d´Autrecourt consideró ilegítimo dar el “salto” desde la percepción
sensorial hasta las Formas, esencias o ideas divinas (Leahey, 1998).
Las posiciones filosóficas empiristas de Ockaham, Abelardo y
d´Autrecourt, además de fomentar el escepticismo, generaron otras
consecuencias: al excluir los asuntos de la fe del ámbito de la razón y de la
observación, el empirismo dirigió la atención del hombre hacia la observación
del mundo que podía llegar a ser conocido: el mundo físico. La Ciencia física surgió,
desde esta perspectiva, en el siglo XIV.
La búsqueda de una justificación al conocimiento
humano y la respuesta a la pregunta ¿todo lo que perciben nuestros sentidos es
verdad? – resulta el problema básico para la ciencia cognitiva
contemporánea.
3 - Los
cimientos medievales de la
Ciencia moderna
La Ciencia
desplazó a la Religión,
como el elemento central del mundo moderno. Esta sustitución de la Teología por la Ciencia causó impacto
social. Una fecha crítica en el fin de la Edad Media es el año 1277. En este año, la Iglesia condenó a una
escuela de pensadores de la
Universidad de Paris, encabezada por Siger de Brabante
(1240-1282), por haber ido demasiado lejos en su trabajo de investigación, al
aceptar el naturalismo aristotélico en vez del dogma cristiano. La Iglesia se sintió
desplazada y volvió a censurar los trabajos de Aristóteles; Siger de Barbante
fue preso y posteriormente asesinado en Roma, mientras seguía detenido. Los
filósofos empiristas de la
Baja Edad Media fueron perseguidos y el propio d´Autrecourt
tendría que retratarse frente a la
Iglesia e, incluso, se vio obligado a quemar sus propios
libros (Leahey, 1986).
Sin embargo, Europa era demasiado heterogénea como para sucumbir ante la
represión dogmática y los intelectuales comenzaron a estudiar al mundo natural
y el resultado más inmediato fue el creciente interés por la Física en particular y por la Ciencia en general. Entre
estos nuevos científicos, podemos encontrar miembros de la Iglesia que se dedicaron a
la investigación científica, tales como Nicolás de Oresmes y Juan Buridán,
ambos físico-clérigos o Roberto Grossetest y Roger Bacon, ambos franciscanos
ingleses.
Sin embargo, aunque la
Ciencia naciera en el siglo XIV, se haría necesario que
volviera a renacer en el siglo XVII. Cuando la sociedad medieval desapareció,
no quedó lugar para la Ciencia
e incluso los Humanistas del Renacimiento, no valoraron la investigación
científica abstracta. Quedaría en manos de Galileo y Newton la fundación de la Física moderna.
II.G - SIGLO XVI – RENACIMIENTO Y REFORMA
El
Renacimiento - La idea de Edad Media fue desarrollada durante el
Renacimiento. Los pensadores renacentistas dividieron la historia del mundo en
tres edades: el período clásico de Grecia y Roma, que se consideraba la edad
dorada de la filosofía y del arte; una Edad Media, caracterizada por la
ignorancia y la superstición que era la Edad Oscura; y la tercera edad, su propia época,
el Renacimiento, una etapa “moderna” que se veía a sí misma rompiendo con el
pasado. Las actividades típicas del Renacimiento estaban centradas,
fundamentalmente, en el estudio y discusión de las obras de los autores
clásicos, cuyos principios eran extrapolados a la educación.
Los hechos sociales registrados al
final de la Baja Edad
Media llevaron a considerar la religiosidad fanática heredada de la época
medieval y ayudaron a instaurar la duda y el escepticismo. El hombre deja de
ser teocéntrico y pasa a ser antropocéntrico, preocupándose más con los
placeres de la vida que con agradar a
Dios. El gran poder eclesiástico, establecido sobre una sociedad agraria, se
debilita y se corrompe. Aparece Maquiavelo que se burla del hombre medieval
“arrodillado”. Termina el Feudalismo y con él la gran fe del hombre en Dios y
en la Iglesia. Reina
la duda, la superstición y el escepticismo. El hombre se dedica a la
satisfacción de sus necesidades. Nace el individualismo - " la verdad está donde yo
creo"
La esencia del Renacimiento es
bastante difícil de determinar; no existieron contribuciones importantes a la
filosofía porque no existió filósofo de primera línea entre Ockham (muerto en
1348) y Descartes (nacido en 1596). No está claro hasta qué punto hubo
contribuciones a la Ciencia,
ya que los pensadores del Renacimiento la consideraron poco útil. Los logros
más importantes los encontramos en el arte y el la política, con figuras tan
destacadas como Shakespeare, Leonardo da Vinci o Maquiavelo.
Como aporte a la psicología del
Renacimiento, el aspecto más importante que podemos destacar es la amplia
mutación de valores que se suele dominar humanismo y que representa, en
occidente, una secularización del entendimiento relativo al universo y del
papel que juega la humanidad en el mismo. En todos los ámbitos, el pensamiento
se centró más en lo humano que en la religiosidad del hombre, aun que no se
abandonara la fe.
El humanismo se refiere, en un primero momento, a la recuperación
de las obras clásicas y su aplicación a los problemas contemporáneos del
hombre. Lo que el erudito renacentista deseaba era entenderse a sí mismo y en
su propio contexto histórico y podemos encontrar en los humanistas del
Renacimiento una figura que había sido típica de la Grecia clásica: el sofista.
Al igual que los humanistas, los sofistas habían sido educadores prácticos, más
interesados por la perspectiva individual que por las verdades divinas. La
creencia más importante de los sofistas era que la humanidad podía ser
considerada como la medida de todas las cosas.
La consideración shakesperiana acerca del valor humano es típica en casi
todos los escritores humanistas; Petrarca citaba a Séneca “nada hay más
admirable que la mente del hombre” y Pico della Mirandola (1463-1494)
escribía: “¿quien no se asombrará ante el hombre? (cit. Leahey, 1986).
Se sitúa al hombre, al ser humano, en el centro de la creación divina, se lo
convierte en el señor de la naturaleza por su inteligencia. El optimismo
renacentista acerca del potencial personal y la fe en los poderes del hombre,
separan nítidamente a los humanistas de sus antecesores medievales.
Podría pensarse que, en una época en la que se glorifica todo lo humano,
debieron haberse producido una gran cantidad de estudios psicológicos, pero
esto no ocurrió. Los autores del renacimiento escribían sus obras para exaltar
a la humanidad, para establecer el lugar más adecuado del ser humano en la
naturaleza, pero no se ocuparon de estudiarlo.
No obstante, debemos tener en cuenta tres hechos relacionados entre sí y
que se convirtieron en precedentes de la época post-renacentista y que son
importantes como antecedentes para la
psicología.
El primero de ellos fue la tendencia a considerar al cuerpo como una
máquina. Durante el Renacimiento, se vivió también una época de renovada
investigación médica, en la que la disección de cadáveres se convirtió en una
técnica importante. El estudio de los sistemas digestivos y respiratorios, por
ejemplo, mostraron a los científicos de la época que los mismos funcionaban con precisión y en
forma independiente de la voluntad del hombre. A medida que el conocimiento
fisiológico se desarrollaba y eran conocidos nuevos sistemas biológicos, la
actitud mecanicista del cuerpo humano se fue convirtiendo en algo cada vez más
importante para la ciencia.
El segundo de los aspectos citados fue la filosofía natural que se
desarrolló durante el Renacimiento. Consistió en un ambicioso intento de
explicar los hechos naturales (o del mundo) sin recurrir a explicaciones
sobrenaturales.”No existe ninguno otro misterio natural, elemental o
terrenal, que sea demasiado complicado para nuestra capacidad de explicarlo”
- decía Elías Ashmole (Thomas, 1971 p.266). Podemos entonces decir que los
filósofos naturales renacentistas fueron científicos desde el momento en que
perseguían la explicación de los hechos en base a causas exclusivamente
naturales.
En los trabajos de Sir Francis Bacon (1561–1626), encontramos el tercero
de los aspectos del Renacimiento que interesan como aporte a la futura
psicología científica: el comienzo de la investigación científica
sistemática. Bacon creía que la filosofía debía investigar la naturaleza
desde una posición completamente naturalista y mecanicista, considerando que el
estudio científico debería ser totalmente inductivo, por lo que había que
recoger los datos cuidadosamente, sin partir de hipótesis previas inductoras de
sesgos, de tal forma que se pudiera formular con prudencia algunas generalizaciones
simple, una vez que los datos acumulados lo permitieran.
Pero el aporte más significativo la psicología como futura ciencia, fue
dado por Jerónimo Cardano, médico español (1561-1662), que consideraba, igual
que Abelardo, que muchos de los síntomas de sus pacientes podían ser
esclarecidos a través de la interpretación de sus sueños. Su obra titulada
"Propia Vida" constituye un verdadero documento de psicología
introspectiva. Aseguró que la salud física dependía del equilibrio mental y
afirmó que el temor generaba tristeza. En el final de siglo XIX, S. Freud mandó
traducir los escritos de este médico español.
La Reforma - Aunque la Reforma no tuviera ninguna
relación directa con el desarrollo de la psicología, su impacto general sobre
la vida y el pensamiento en Europa fue muy profundo y sus consecuencias
influyeron sobre el pensamiento psicológico del siglo XVII. La Reforma dividió a Europa
en dos campos enfrentados y favoreció al desarrollo de la intolerancia, frente
a la obsesión protestante por volver a situar a Dios en el centro del
pensamiento, lo que socavó al humanismo renacentista. Se liberaron “guerras
sagradas” en un vano intento por acabar con el protestantismo que, a pesar de
todo, resistió con éxito. La víctima principal fue el pensamiento desapasionado,
porque los filósofos se encontraron atrapados en el medio; como veremos más
adelante. En el siglo XVII las acusaciones de herejía se cernieron sobre
Descartes, llegando a afectar a sus concepciones psicológicas.
II.H
- EL FIN DEL RENACIMIENTO
A pesar de tola la creatividad, el
Renacimiento fue una época de miseria, ansiedad, miedo y superstición, en la
que se vivió una importante fractura social. Lynn, White (1974, p.131) escribió
que el Renacimiento fue “la época más desequilibrada psíquicamente de toda
la historia de Europa”. La guerra de los cien años y, posteriormente, la de
los treinta años, arrasaron Europa, llevando la destrucción a países como
Francia o Alemania, a medida en que los ejércitos de mercenarios luchaban unos
con otros para, a continuación, saquear su propios territorios. En el año 1400,
la Peste Negra
ya había matado dos tercios de la población europea y una de sus victimas había
sido Guillermo Ockham. Año tras años sobrevenían hambrunas, diferentes
epidemias y plagas en las siembras. La
vida diaria reflejaba la ansiedad generada por esta tensión y Europa vivía
obsesionada por la muerte. En una época en que la humanidad había sido
glorificada por los humanistas, se llegaron a alcanzar niveles impensables de
bestialidad que culminaban en la muerte y en el sufrimiento, poniéndose en
evidencia la zona más oscura de la naturaleza humana.
La duda y es escepticismo fueron los
sentimientos predominantes al final del siglo XVI. Un pensador más cercano a la
filosofía, Michel Montaigne (1533-1592), también sintió y expresó las
limitaciones de la humanidad, mostrando un desolador contraste con los
humanistas anteriores. Escribía Montaigne: “El hombre es la criatura más
miserable y frágil de todas y, aún así, la más arrogante y la más despectiva”
(Ensayos, p.194).
De una forma general, los humanistas
habían hecho del hombre un modelo entre todos los animales, dotándolo de un
intelecto único, casi divino. Así como Dios era el creador del mundo, el sujeto
humano era el creador del saber del mundo. El hombre del Renacimiento confiaba
en sus sentidos, en su propia mente y entendimiento. No veía límites ni
barreras, era un verdadero audaz (Barylko, 1997). Sin embargo, el hombre no es
el señor de la creación sino tan sólo una parte de la misma. Montaigne
“derrumbó” al ser humano de su lugar de privilegio en lo que lo habían situado
los primeros pensadores renacentistas humanistas.
BIBLIOGRAFÍA
Ariies, P. y
Duby, G: (1990)- Historia de la Vida Privada – T II – Taurus - Madrid
Barylko, Jaime : (1997) - La Filosofía
– Una Invitación a Pensar – 2ª Ed - Planeta – Buenos Aires
Bohannan, Paul: (2003) - Lecturas
de Antropología. 3ªEd.-
McGraw Hill - Barcelona
Leahey, Thomas
H. : (1986) - Historia de la Psicología – 3ª Ed. – Debate – Madrid
(1998) 4ª Ed – Prentice Hall – Madrid
M.Gallardo, A.:
(1998) - Historia, Filosofía y Epistemología de la Psicología –
Univ.N. de México
Erickson, C.:
(1976) - La
Visión Medieval – Trd. - O.U.Press – N.
York
Thomas, K.:
(1971) - La Religión
y la Declinación
de la Magia
– Prentice Hall – Barcelona
White, Lynn :
(1974) - La Visión
Oscura del Renacimiento – 2ª Ed. –
Mentor- Barcelona
Montaigne,
Michel : (1977) - Ensaios
– Livros de Bolso - São Paulo
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Gracias Profesora por tomarse el trabajo de facilitarnos la información y material de cátedra en esta plataforma.
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ResponderEliminarGracias Profesora por compartirnos un complemento para el material de estudio.Una gran ayuda :) Mil Bendiciones
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