lunes, 12 de marzo de 2012

Historia de la Psicología - Unidad Temática 5

Principios Organizadores:

Siglo XIX - Hacia el umbral de la Psicología
La Rebelión Romántica y la Nueva Ilustración

La revolución darwinista

Las pseudociencias

Los métodos experimental
Aportes a la Psicología Científica

V.A – EL MUNDO DEL SIGLO XIX

            El consenso de la Ilustración finalizó con la Revolución Francesa. Las implicaciones reales del espíritu geométrico se hicieron patentes y los pensadores del siglo XIX se vieron ante la precisión de enzarzarse en un cuerpo a cuerpo con el naturalismo. Esta tarea se hizo más emergente con la teoría de la evolución de C. Darwin, que no sólo equiparó el hombre con el mono, sino que también desterró cualquier tipo de intencionalidad o progreso de la historia.
A todo lo largo del período, el problema de la naturaleza humana fue planteado por numerosos filósofos, fisiólogos, literatos y revolucionarios. La segunda mitad del siglo presenció la fundación de la Psicología Científica y la formulación de sus tres variables (el estudio de la conciencia, del inconsciente y de la adaptación) que consideramos “fundacionales”:
                                   La Psicología de la Conciencia de W.Wundt
                                   La Psicología del Inconsciente de S. Freud
                                   La Psicología de la Adaptación de C. Darwin 
            Un especialista del siglo XIX en historia, Franklin Baumer (1977), sugirió una útil división conceptual de este período, por considerarlo demasiado complejo para ser tratado o estudiado cronológicamente. Baumer propone la existencia de cuadro períodos o “mundos” decimonónicos:
-          El primer mundo es el Romántico, que reaccionó vigorosamente contra el naturalismo de los philosophes. reivindicando las demandas de los sentimientos en contra de las de la razón.   
-          El segundo mundo es el de la Nueva Ilustración, que llevó a término, en forma algo modificada, el programa de los philosophes,
-          El tercero es el mundo del Darwinismo y de la evolución
-          El cuarto mundo le llama Braumer el fin de siècle (final de siglo), un mundo de angustia surgido de la desesperación de la pérdida de la fe en la religión tradicional y en busca de fuentes de apoyo, con respeto a la naturaleza, a la humanidad y el futuro de ambas.

V. B - REBELIÓN ROMÁNTICA – La reafirmación de la emoción y la intuición


            Aunque habitualmente consideramos al Romanticismo como un movimiento del mundo de las artes, fue, en realidad, mucho más que eso. Constituyó una rebelión intelectual general en contra de la concepción de mundo cartesiano-newtoniano, poniendo el acento en el sentimiento humano. El artista y poeta romántico William Blake (1757-1827) escribía: “Dios nos salve de la visión simple y del sueño de Newton” (cit. en Leahey, 1998). Los románticos querían ser algo más que átomos o vacío. En cierto sentido, e romanticismo reafirmó la creencia racionalista en algo que trasciende la apariencia material.
            Los románticos rechazaron la idea de que el ser humano fuera una máquina y, además, también rechazaron la misma idea en relación al universo. Fueron vitalistas, para quienes la naturaleza no era materia muerta (meros átomos en el vacío), sino algo orgánico y en desarrollo, que se perfecciona a sí mismo en el tiempo. La Biología y no la Física debe suministrar el modelo de reflexión sobre los fenómenos de la naturaleza, afirmaban los románticos. Tanto la naturaleza como las sociedades se desarrollan lentamente a través del tiempo, sin ignorar la sabiduría de la historia. Insistían que todo está permanentemente bajo el proceso del devenir y que nunca nada se limita a ser. Hasta la verdad no es un conjunto estático de Formas, sino algo vivo, algo que siempre se está perfeccionando. Semejante concepción romántica de la naturaleza era progresista y optimista, pero pronto quedaría anulada por la teoría de la selección natural de C. Darwin. En realidad, los románticos creían en un proceso evolutivo natural, pero no como Darwin lo presentó.   
            En el Romanticismo se ponen de manifiesto varios conceptos importantes para la psicología:
  1. El concepto de inconsciente.
El pensamiento consciente y discursivo fue la herramienta de la Ilustración, tanto en el terreno del arte como en el de la filosofía. El romanticismo, en la búsqueda del infinito, sostuvo que el inconsciente era más importante. Los poetas confiaban en escribir automáticamente en un transe extático, de forma que el infinito quedara registrado sobre el papel.
  1. El concepto de voluntad
En filosofía, Schopenhauer postuló que la voluntad es la realidad nouménica, oculta tras las apariencias. Para él, la voluntad es la de vivir, la que empuja al hombre a una búsqueda sin fin por ser feliz. “La inteligencia intenta controlar la voluntad, pero su furor inflige dolor al “yo” y a los demás” (Shopenhauer, cit. en Leahey, 1986).
  1. El lenguaje de los sueños
Prefiguraron a S. Freud los pensadores del Romanticismo que afirmaban que el lenguaje de los sueños era una de las manifestaciones del inconsciente humano.
  1. La libertad de elección
En la voluntad de Shopenhauer – el núcleo de la vida mental – descubrimos otro importante concepto para la psicología: el de la actividad mental en libertad. La voluntad, domada o no por la inteligencia, implica una libertad de elección. La filosofía de Shopenhauer resultaba así una reacción voluntarista y romántica contra el determinismo materialista de la Ilustración. Por regla general, esto llevó a los románticos a idolatrar a los héroes, los genios y los artistas, y a todos aquellos que afirmaban sus voluntades y no se plegaban a los modelos y dictados del mundo. Este concepto romántico y nueva forma de voluntarismo, desde un punto de vista psicológico, tiró por tierra en concepto de la mente como una tabula rasa porque una mente tan voluntarista como la contemplada por los románticos, difícilmente podía ser un mero receptáculo pasivo de estímulos externos. El influjo de Shopenhauer se evidencia también en la Psicología de la Conciencia de W.Wundt, pues éste hace un gran hincapié en la capacidad de la mente humana para organizar su propio contenido, forma de voluntarismo que contrasta radicalmente con la pasividad del asociacionismo.      
            Podemos concluir afirmando que los románticos se opusieron al mecanicismo en todas las áreas y promovieron conceptos importantes para la psicología, tales como libertad individual, voluntarismo, vitalismo, inconsciente, etc., preservando un fuerte atractivo para todos aquellos que creen que el hombre es algo más que un elemento geométrico y matemático. Aunque el romanticismo fue avasallado por los avances posteriores de la ciencia, en especial por las teorías de Darwin, desempeñó un papel importante en la formación de la futura psicología científica, sobre todo en su lugar de nacimiento: Alemania. 

V. C - LA NUEVA ILUSTRACIÓN


            El espíritu newtoniano no desilusionó a todos los filósofos o pensadores de la época. Muchos de ellos aprobaron el proyecto de la Ilustración, especialmente en Inglaterra y Francia. Varios movimientos de la Ilustración tienen interés para la psicología; los conceptos centrales de la psicología norteamericana del siglo XX procedían de la Nueva Ilustración.

                                                           C. 1 – EL UTILITARISMO Y EL ASOCIACIONISMO  
            El utilitarismo y el asociacionismo son doctrinas inextricablemente entrelazadas. El utilitarismo describe los aspectos motivacionales y dinámicos de la mente; el asociacionismo describe la mecánica cognitiva de la mente. El primero estaba implícito en las enseñanzas de los asociacionistas del siglo XVIII, desde Hume en adelante, para quienes las sensaciones son o bien agradables (deseamos que se repitan) o bien desagradables (deseamos evitarlas). El utilitarismo intentó simplemente aplicar estos sistemas motivacional al conjunto de la sociedad. La doctrina propuesta está dirigida a la motivación humana, llamada hedonismo, sencilla e potencialmente cuantificable. El hedonismo propone que los humanos se mueven únicamente buscando el placer y evitando el dolor; esta flexibilidad del utilitarismo probablemente sea la responsable de su atractivo popular. Aunque el principio de utilidad es sencillo, respeta las diferencias individuales, así como las diferencias y variedades de clases de placer y dolores que los humanos perseguimos o evitamos. En la Psicología científica, el utilitarismo proporcionó las bases al conductismo y continúa ejerciendo influencia en algunas corrientes actuales.
            Transformar el hedonismo en una teoría científica, cuantitativa y práctica fue la empresa que acometió el reformador inglés Jeremy Bentham (1748-1832). Este autor dio comienzo a su tarea con la obra Introducción a los Principios de la Moral y la Legislación, con una declaración contundente de hedonismo utilitarista: “ la naturaleza ha puesto a la humanidad bajo el gobierno de dos maestros soberanos: el dolor y el placer. Sólo ellos nos señalan lo que deberíamos hacer, así como también determinan lo que haremos. Nos gobiernan en todo lo que hacemos, decimos o pensamos”(1973, pg12). La afirmación de Bentham es típica de un filósofo de la Ilustración, ya que fusiona una hipótesis científica sobre la naturaleza humana con un canon ético sobre cómo debería vivir la humanidad. No sólo el placer y el dolor “nos gobiernan en todo lo que hacemos” (hipótesis científica), ellos también “deberían” hacerlo así (canon moral).
            La posición de Bentham consistió en rechazar cualquier motivo que no fuera el de utilidad, por considerarlo sin sentido y, a partir de ese rechazo, construir una nueva ética moral. Su definición de “utilidad” también reconocía los placeres de la piedad, de la benevolencia, de la solidariedad, por mencionar algunos.
            La fusión del principio de utilidad con el asociacionismo comenzó con la obra de James Mill (1773–1836), un político convertido en filósofo. Su asociacionismo, una teoría de la mente muy sencilla, se convirtió en el objetivo más frecuente de los ataques de los filósofos posteriores, los que defendían posiciones más holistas. Desde el punto de vista de James Mill, la mente es una pizarra en blanco, pasiva, receptiva a las sensaciones simples, a partir de las cuales se conforman las ideas o sensaciones complejas, gracias a la formación de vínculos asociativos entre las unidades atómicas. Prescindió de las facultades mentales y, al combinarse con el hedonismo utilitarista, el resultado dio lugar a una imagen de la mente humana completamente mecánica, en el cual una idea sigue a otra idea de una forma automática, sin margen para un control voluntario. James Mill afirmaba que el ejercicio de la voluntad era una ilusión; el razonamiento no era más que el compuesto asociativo de ideas contenido en los silogismos; la atención no era otra cosa que la preocupación de la mente con cualquiera de las ideas que son particularmente placenteras o dolorosas. La mente no dirige la atención sino que la atención se dirige mecánicamente por el principio de utilidad.
            Tanto James Mill como Jeremy Bentham y muchos otros de su época, pretendían una reforma radical en los conceptos psicológicos sobre la mente humana. Se interesaron fundamentalmente por la educación, afirmando que si la persona, desde que nace, es completamente pasiva, el deber de la educación es el de moldear correctamente su mente.   
            John Stuart Mill (1806-1873), hijo de James Mill, no llegó a convertirse en el perfecto utilitarista que su padre esperaba. Atenuó los principios hedonistas de su padre y de Bentham, con una visión más romántica de la naturaleza humana y de los sentimientos, negando que el ser humano fuera una máquina. Vio a las personas como algo dinámico, cuyo desarrollo y crecimiento autónomo debe educarse, una visión expresada en su obra Sobre la Libertad (1859) el documento fundacional del pensamiento liberal.
            La versión del asociacionismo utilitarista defendido por J.Stuart Mill fue conocida con el nombre de química mental. Mantuvo la postura filosófica que las ideas elementales pueden fundirse en una idea total que no es reductible a sus elementos. Stuart Mill fue influenciado por el concepto romántico de coalescencia, la idea de que la imaginación activa podría sintetizar a los elementos atómicos en una creación que fuera más que la suma de las propias unidades componentes, como cuando los colores primarios se mezclan para producir uno cualitativamente diferente. Posteriormente, este principio de Stuart Mill fue retomado por W.Wundt y por los psicólogos de la Gestalt.
            Sin embargo, debe ser remarcado que Stuart Mill, aunque atemperó la posición tanto de su padre como de J Bentham en cuanto al asociacionismo, mantuvo una postura más amplia en cuanto al romanticismo, y buscó mejorar el utilitarismo y el empirismo. No aceptó el voluntarismo romántico, aunque su química mental reconoció la posible coalescencia de las sensaciones e ideas. No es la actividad autónoma de la mente que ocasiona el cambio químico cualitativo, sino la forma en la que se asocian las sensaciones en la experiencia.
            John Stuart Mill fue el último gran filósofo asociacionista. Su asociacionismo surgió en el contexto de discusiones metafísicas y lógicas – y no puramente psicológicas.                   
                         

C. 2 – EL POSITIVISMO


            Ya hemos tenido la oportunidad de estudiar filósofos positivistas, como Berkeley y Hume, por ejemplo, porque defendían una epistemología que limita el conocimiento humano a lo que es inmediatamente observable. Sin embargo, a medida en que la ciencia de la naturaleza y la tecnología cosechaban éxito tras éxito, se extendió por Europa un talante generalizado, denominado cientismo, que encarnaba la fe en la capacidad de la ciencia para contestar a todas las preguntas, para resolver todos los problemas. Era natural, pues, que la ciencia basada en una epistemología positivista, fuera elevada a la categoría de “nueva religión”. Tal fue la empresa de Augusto Comte (1798-1857), con una expresión clara y energética en su filosofía positivista. Fue él que dio el nombre de positivismo a esta postura filosófica y es uno de los fundadores de la Psicología Social, concebida por él como la ciencia que haría posible su nuevo mundo dirigido por la ciencia. 
            En cuanto a la epistemología, el positivismo adoptó un empirismo radical en el cual la especulación metafísica y las explicaciones de la naturaleza en términos de entidades inobservables debían ser abandonadas. En su lugar, el conocimiento humano había de ceñirse a recopilar y correlacionar hechos, con el fin de obtener una descripción fidedigna del mundo real. Según Comte, no había otro método y filosofía apropiados para la ciencia y su interés no iba a la ciencia como tal, sino a cómo la ciencia podía ser usada para perfeccionar a la humanidad. Su epistemología y su filosofía de la ciencia estarían supeditadas a la construcción de una nueva sociedad científica.
            En cuanto a la psicología como futura ciencia, Comte desaprobaba la psicología introspectiva, a la que consideraba metafísica y confusa. Así, escindió la psicología en dos partes: asignó el estudio del individuo a la fisiología y a la biología; el estudio del hombre en cuanto animal social pertenecía a la sociología. En sus obras repitió varias veces la expresión de que “el hombre es, en primer lugar, una criatura que siente y, sólo después, criatura inteligente.” (Harper, 1986)
            El positivismo, después de Comte, se convirtió cada vez más en movimiento puramente filosófico y, más tarde, en una filosofía de la ciencia. Dos figuras se destacaron en esta nueva filosofía de la ciencia: Claude Bernard (1813-1878) y Ernst Mach (1838-1916). Resumiremos, brevemente, los aportes de cada uno al nacimiento de la psicología científica.
-        Claud Bernard fue un fisiólogo francés, autor de una influyente obra sobre la filosofía de la ciencia. Su concepción de la ciencia es eminentemente positivista, afirmando que solamente la rigurosa comprobación de las hipótesis objetivas científicas, con métodos objetivos, puede producir el conocimiento. Toda cuestión no susceptible de tal tratamiento carece de sentido porque no será ciencia.
-        Ernst Mach fue un gran físico alemán que propuso como filosofía de la ciencia una versión radical del positivismo, en un intento por explicar los fundamentos verdaderos de la ciencia. Consideró que la conciencia humana es un conjunto de sensaciones, más allá de las cuales no podemos penetrar sin incurrir en explicaciones metafísicas. El objetivo de la ciencia es el ordenamiento económico de las sensaciones. Para Mach, el conocimiento cumplía, en última instancia, una función pragmática y biológica. Organizar nuestra experiencia nos ayuda a adaptarnos a nuestro ambiente. Mach constituyó una fuente de inspiración para los positivistas lógicos del siglo XX, quienes tuvieron considerable influencia sobre el conductismo. Aunque la postura filosófica de Mach fue introspectiva, es decir, una psicología del sujeto, una vez que los conductistas decidieran tratar a los seres humanos como objetos de observación, la filosofía de Mach condujo, en línea recta, al conductismo radical.
            La influencia del positivismo, en una forma u otra, fue importante, abarcando a físicos o a novelistas por igual. En el campo de la psicología, el positivismo afectó a las escuelas norteamericanas, más que a las europeas. Wundt, por ejemplo, se mostró en contra de la filosofía de Comte. En Estados Unidos, William James fue un gran admirador y seguidor de Mach.             

V. D – LA REVOLUCIÓN EVOLUCIONISTA – El triunfo de Heráclito


            El mundo mecanicista newtoniano-cartesiano era inmutable; Dios había construido una maravillosa máquina, perfecta en su concepción e infinita en su duración. Cada objeto, cada especie biológica, quedaba fijada para la eternidad, inmutablemente perfecta en su obediencia a las leyes naturales establecidas. Semejante cosmovisión resultaba compatible con las formas de Platón, las esencias de Aristóteles y la Teología cristiana. Desde esta óptica, el cambio era impensable en la naturaleza. En biología, la idea aristotélica de que las especies eran fijas e inmutables era un dogma suscrito por todas las más altas autoridades científicas anteriores a Darwin. Supuesto el concepto cartesiano-newtoniano de que la materia es inerte, incapaz de actuar y exclusivamente pasiva, y de que el cambio espontáneo era el origen de nuevas especies, la mutación parecía imposible. Una vez que la Inteligencia Suprema creaba, la materia muerta no podía producir nada nuevo.
            Sin embargo, en la atmósfera del progreso característica de la Ilustración, esta visión estática de la naturaleza empezaba a cambiar, para comenzar a dirigirse a las ideas evolucionistas que se remontan, por lo menos, a los tiempos de Anaximandro y a la scala natura de Aristóteles. Para que se verificase el paso desde un universo estable y perfecto a otro cambiante, que se empeña en su perfección, era necesario una visión diferente de la materia, que tendría de dejar de ser vista como algo inerte para pasar a ser considerada como algo vital y dinámico.
Fue precisamente en el siglo XVIII cuando surgió la concepción necesaria al cambio; para algunos pensadores, la materia fue dotada de vitalidad y de una tendencia natural a auto-perfeccionarse. Esta era la nueva cosmovisión de la naturaleza en la filosofía francesa y en la filosofía de la naturaleza alemana. Para un newtoniano, la materia inerte se ponía en movimiento en forma mecánica y en obediencia a las leyes naturales; para un vitalista, la propia materia es inteligente y dotada de propósito. Así, el vitalismo supone una concepción romántica de la naturaleza; ésta se autoperfecciona y autodirige, desplegándose a sí misma, progresivamente, y a lo largo del tiempo.
            La más importante alternativa romántica al evolucionismo, cuyo atractivo continúa siendo fuerte en la actualidad y a la que ni siquiera el mismo Darwin pudo resistirse, fue la de Jean Baptiste Lamarck (1744-1829), que era un muy conocido naturalista por sus trabajos en taxonomía y fue el exponente más científico de la concepción romántico-científica de la evolución. Conozcamos algunos detalles de la biografía de Jean Baptista Lamarcke.

D. 1 – JEAN BAPTISTA LAMARCK (1744 – 1829) – Primera teoría evolucionista científica

Antecedentes personales e intelectuales - Jean Baptiste Antoine Pierre de Monet de Lamarck era un biólogo francés, nacido en Bazantin (Francia), el 1 de agosto de 1744, en el seno de una noble familia. Comienza a formarse como eclesiástico pero, al fallecer su padre, se alista en el ejército. Desde esta ocupación, se aplica a la observación de la flora mediterránea. Tras conocer a un influyente político, accede a un puesto en el Museo de Historia Natural, ejerciendo la docencia en Zoología. Miembro de la Academia Francesa de Ciencias, trabajó como botánico del Jardin du Roi hasta que la institución se reconvirtió, durante la Revolución, en el Museo Nacional de Historia Natural; fue nombrado director del Departamento de los Animales sin Esqueleto, a los que posteriormente asignó su denominación moderna de invertebrados. La diversidad de sus inquietudes resultó decisiva en la formulación de su teoría de la evolución. Lamarck fue el primero en utilizar el término biología, en 1802, pero en la historia de esta ciencia se le considera más un precursor que un fundador. Su principal aportación es la Teoría del Transformismo, según la cual los organismos han de sufrir modificaciones para adaptarse a las diferentes condiciones en las que han de existir. Para lograr dicha adaptación, las especies desarrollan cambios en sus organismos que permiten la supervivencia. Escribió "Flora Francesa" (1778), "Enciclopedia Botánica" (1783), "Filosofía Zoológica" (1809) e "Historia Natural de los Animales" (1815). Murió ciego y en la indigencia, en Paris, el 18 de diciembre de 1829.
Aportes científicos al evolucionismo: la teoría de Lamarck tenía dos aspectos importantes:
1 – La materia orgánica es fundamentalmente diferente de la inorgánica y cada especie viviente posee un impulso innato a perfeccionarse a sí misma. Cada organismo se esfuerza por adaptarse a su entorno y se modifica a medida que lo hace, desarrollando diversos músculos y adquiriendo hábitos variados.
2 -  Tales características adquiridas podían transmitirse a la descendencia. Así, cada esfuerzo del individuo por perfeccionarse era registrado y transmitido y, al correr de las generaciones, las especies animales y vegetales, irían perfeccionándose a sí mismas, realizando sus impulsos de perfección (la genética actual mostró que Lamarck no estaba equivocado). Fuera de la genética, sin embargo, la transmisión hereditaria de los caracteres adquiridos resulta plausible e incluso Darwin la admitió, aunque nunca aceptó la concepción vitalista de la materia. Posteriormente, tanto W.Wundt como S.Freud creyeron que los hábitos y las experiencias adquiridos podían ser transmitidos a través de la herencia.
Otra concepción naturalista-evolucionista, aunque romántica, fue la defendida por Herbert Spencer (1820-1903) que veremos incluida en la Unidad Temática dedicada a la Psicología de la Adaptación.
Así, por los días de Darwin, ya la teoría evolucionista era un concepto ampliamente difundido, con respeto al cual sólo se mostraban incrédulos los religionarios puros y la biología, que seguían aceptando la inmutabilidad de las especies. La contribución de Charles Darwin al concepto de evolución consistió en  anular la visión romántica de la naturaleza y ganar a la evolución para la concepción newtoniana de mundo y, consecuentemente, para la ciencia.
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               D. 2 – CHARLES DARWIN (1809-1882) – Un revolucionario victoriano

El evolucionismo no podía permanecer por mucho tiempo reducido a la condición de simple efusión poética, aunque el propio abuelo de Darwin, Erasmo Darwin, anticipara la teoría de su nieto en un famoso poema titulado Zoonomía. Ni tampoco podía perdurar como una fantasía romántica, sugerente, pero no plausible. El mérito de C. Darwin consistió, fundamentalmente, en convertir la evolución en una teoría científica, equipándola de un mecanismo: la selección natural.

Charles Darwin
 
Antecedentes personales e intelectuales - Nació en Shrewshury, Shropshire, Inglaterra, el 12 de febrero de 1809. Fue el quinto hijo de una familia inglesa rica y sofisticada. Después de graduarse en Shrewsbury, en 1825, Darwin fue a la universidad de Edinburgh a estudiar medicina. En 1827 entró a la Universidad de Cambridge para prepararse para se convertir en un ministro de la iglesia de Inglaterra. Allí conoció a dos figuras que marcarían su orientación científica: el geólogo Adam Sedgwick, y el naturista John Stevens Henslow. Ambos enseñaron a su alumno a ser un observador meticuloso y cuidadoso de los fenómenos naturales y a ser un coleccionista de especies. Después de graduarse en Cambridge en 1831, Darwin, de 22 años, fue invitado a bordo del barco inglés de investigación HMS Beagle, por la amplia recomendación de Henslow, como un naturalista pasante en una expedición científica alrededor del mundo.
La tarea de Darwin, como un naturalista a bordo del Beagle, le dio la oportunidad de observar las diversas formaciones geológicas en diferentes continentes e islas a lo largo del camino, así como una amplia variedad de fósiles y organismos vivos. En sus observaciones geológicas, Darwin se impresionó, especialmente en Sudamérica, con el efecto que las fuerzas naturales tuvieron en la forma de la superficie de la tierra. Notó, por ejemplo, que ciertos fósiles de especies supuestamente extintas, recordaban estrechamente especies vivientes en la misma área geológica. Era fácil de imaginar que cada subespecie descendía de un antepasado común. En las islas Galápagos, frente a la costa de Ecuador, también observó que cada isla mantenía su propia forma de tortuga de tierra; las diversas formas estuvieron relacionadas estrechamente, pero diferían en la estructura y hábitos de comer de los pinzones, de isla a isla. Darwin concluyó que estas especies (los pinzones) no habían aparecido en ese lugar, sino que habían migrado a las Galápagos procedentes del continente. Darwin no percibió en ese momento que los pinzones de las diferentes islas del archipiélago pertenecían a especies distintas. Ambas observaciones originaron la pregunta, para Darwin, de posibles enlaces entre especies distintas pero similares.
Darwin pasó el resto de su vida desarrollando diferentes aspectos de problemas surgidos por el Origen de las Especies. Sus libros posteriores, incluyendo La Variación de los Animales y Plantas bajo Domesticación (1868), El Descendiente del Hombre (1871), y La Expresión de las Emociones en los Animales y el Hombre (1872), fueron exposiciones detalladas de temas que se habían limitado a pequeñas secciones del Origen. La importancia de su trabajo fue reconocida por sus contemporáneos; Darwin fue elegido por la Sociedad Real (1839) y por la Academia Francesa de Ciencias (1878). Hipocondríaco (uno de sus biógrafos, Irvine-1959, le llamó el paciente perfecto), se convirtió en un recluso en su propia casa de campo, saliendo en escasas ocasiones. Fueron otros, especialmente su secretario Henry Huxley (1825-1895), llamado “el buldog de Darwin”, los que lucharon por la aprobación científica y social de la teoría de la evolución. Falleció el 19 de abril de 1882 y fue enterrado en la Abadía de Westminster.
Aportes a la Psicología de la Adaptación - Algún tiempo después de su regreso a Inglaterra, Darwin empezó a reunir los datos sobre especies, su variación y su origen. Parte de su investigación se centró en la selección artificial, es decir, estudió cómo los criadores de plantas y animales mejoraban las razas. Para Darwin, también la naturaleza seleccionaba algunos rasgos de las especies y rechazaba otros, igual a lo que hacían los creadores. Así, en la década de 1830, Darwin ya contaba con una teoría rudimentaria de la selección natural. Sin embargo, no aceptaba el impulso innato de la materia camino al auto-perfeccionamiento, como había propuesto Lamarck. La causa de esta selección natural, insistía, debería residir fuera de los organismos vivientes; ....pero, ¿dónde?
            En 1838, Darwin encontró la respuesta, mientras leía una de las obras de Thomas Malthus (1766-1834), quien atacaba las fantasías utópicas de ciertos escritores, al aducir que el aumento de la población necesariamente excede el crecimiento en la provisión de alimentos, con la consecuencia ineludible de que la vida es una lucha de demasiada gente por recursos alimentarios escasos. Así, una gran parte de la humanidad queda reducida, a la fuerza, a un nivel de subsistencia. En su autobiografía, Darwin consignó que, finalmente, la lectura de Malthus había ayudado a encontrar una teoría evolucionista, sobre la cual se podía trabajar científicamente: era la lucha por la supervivencia la que motivaba la selección natural. Un importante número de criaturas luchaban por demasiado pocos recursos y, quienes eran débiles y enfermizos, no podían sustentarse a sí mismos y perecían sin descendencia. Los fuertes y sanos sobrevivían y, además, se reproducían y dejaban descendencia. De esta forma, las variaciones favorables eran preservadas y las no favorables se eliminaban naturalmente. La lucha por la existencia era el motor de la evolución. La causa de esta selección natural residía, efectivamente, fuera de los organismos vivientes. Es posible que esta teoría de la selección natural ofendiese los sentimientos cristianos, pero no ofendió los de los empresarios victorianos de la revolución industrial en Inglaterra, quienes sabían bien que la vida era una lucha constante, donde el fracaso se veía sancionado con la pobreza y la desgracia.   
            Lo esencial de la teoría de Darwin estaba formulado en 1842, época en que la consignó por escrito y por primera vez, pero sin intención de publicarla. Cabe sintetizar su teoría como un argumento lógico:
-        En primer lugar, de Malthus, Darwin deduce que hay una lucha constante por la existencia, que resulta de la tendencia de los animales a crecer más que sus fuentes de alimento.
-        En segundo lugar, la naturaleza produce incesantes formas intra e inter-especies. Algunas variantes se adaptan mejor a la lucha por la supervivencia que otras.
-        En tercer lugar, en la medida en que se verifica un pequeño cambio adaptativo, las especies se diferencian de un tronco común, de forma a que cada nueva forma se adapte a su ambiente específico.
-        Finalmente, la diversidad observada en la naturaleza puede ser explicada como el resultado de unos pocos principios mecánicos, operando a lo largo de millones de años.
Hoy, la teoría tal cual se nos presenta, es deficiente. Sin conocimientos de genética, el origen de las variaciones de las especies y la génesis de su transmisión a generaciones posteriores, no quedaban debidamente explicadas. Darwin nunca fue capaz de superar esta dificultad y, de hecho, se encontró cada vez más dirigido a aceptar la teoría de Lamarck frente a las críticas a su teoría. Constituye una ironía de la historia que, mientras Darwin se dedicaba a escribir su Origen de las Especies, un oscuro monje polaco, George Mendel (1822-1884) llevara a cabo las investigaciones sobre la herencia que habían de suministrar, al fin, la respuesta a las dificultades de Darwin. No fue sino hasta el año 1900 cuando el trabajo de Mendel, publicado sin pena ni gloria en 1865, fue redescubierto y saludado por la ciencia como el fundamento de la genética moderna.  
            Darwin consignó sus ideas por escrito en 1842, pero no publicó su Origen de las Especies hasta 1859. Para él, la evolución era una idea demasiado peligrosa; explicar y probar que las especies en la naturaleza (incluyendo el hombre) eran mutables, “es como confesar un asesinato” (Irvine, 1959). Varios autores de la época señalaban que la hipocondría de Darwin y sus varios síntomas físicos, fueron el resultado de varias crisis nerviosas causadas por el “fantasma” de las ideas sobre la selección natural y su preocupación en tornarlas conocidas.
            En junio de 1858, Darwin se sorprende al tomar conocimiento de que alguien iba a publicar sus trabajos: Alfred Russel Wallace... ¿quién era Wallace?

D. 3 – ALFRED RUSSEL WALLACE (1823-1913) – Un naturalista audaz


Alfred Wallace
 
Antecedentes personales e intelectuales - Nació el 8 de enero de 1823. A diferencia de Darwin, que pertenecía a la clase alta inglesa, Alfred Russel Wallace, también inglés, provenía de un estrato social diferente.  Pasó muchos años en Sudamérica, publicó sus notas en Viajes en el Amazonas y Río Negro, en 1853. En 1854, Wallace abandonó Inglaterra para estudiar historia natural en Indonesia, donde contrajo malaria. Se dice que, aún muy enfermo, Wallace pudo escribir sus ideas acerca de la selección natural: "...que la perpetua variabilidad de todos los seres vivos tendría que suministrar el material a partir del cual, por la simple supresión de aquellos menos adaptados a las condiciones del medio, solo los más aptos continuarán en carrera" (Bohannan, 2003).
En 1858, Darwin recibió una carta de Wallace, en la cual detallaba sus conclusiones que eran iguales a la aún no publicada teoría de Darwin sobre la evolución y adaptación. Darwin y sus colegas leyeron el trabajo de Wallace en Julio de 1858, en una reunión de la Sociedad Linneana, junto con la presentación de Darwin sobre el mismo tema. El trabajo de Wallace, publicado en 1858, fue el primero en definir el rol de la selección natural en la formación de las especies. En conocimiento del mismo, Darwin se apresuró a publicar, en noviembre de 1859, su mayor tratado El Origen de las Especies.
Este libro influyó profundamente en el pensamiento acerca de nosotros mismos y, conjuntamente con las teorías astronómicas de Copérnico y Galileo (siglos XVI y XVII), cambió la forma de pensar del mundo occidental; es obvio que estos pensamientos se contradicen con la interpretación literal de la Biblia. En sus censuradas memorias (censuradas por su esposa y recuperadas por su nieta), Darwin llegó a escribir "Nunca llegué a percibir cuán ilógico era afirmar que creía en lo que no podía entender y en lo que de hecho es ininteligible. Podría haber dicho con absoluta verdad que no deseaba discutir ningún dogma; pero nunca llegué al absurdo de sentir y decir, "creo en lo que es increíble" (Darwin, 1859).
Si bien con algunos cambios, esta teoría elaborada en 1859 es aceptada por la mayoría de los científicos, como una guía en la cual se basa la biología moderna. La cuidadosa observación en el terreno de los organismos y su medio ambiente, llevaron a Darwin y Wallace a definir el rol de la selección natural en la formación de las especies. También utilizaron el trabajo del geólogo Charles Lyell y las ideas de Thomas Malthus. Malthus publicó sus ideas en 1798 (Essay on the Principle of Population), e hizo notar que la población humana era capaz de duplicarse cada 25 años. En ese caso, se llegaría a un punto en el que faltaría la comida, llevando al hambre, a la desnutrición y a la guerra, lo cual reduciría la población. Wallace y Darwin adaptaron las ideas de Malthus acerca de cómo la influencia y la falta de recursos afecta a las poblaciones.
En base a lo relatado, si bien la teoría de la evolución se atribuye generalmente a Darwin, para ser correcto es necesario mencionar que ambos, Darwin y Wallace, desarrollaron la teoría evolucionista que, a pesar de su importancia científica, no fue reconocida en su época y la Reina Victoria nunca los hizo caballeros. Los restos de Darwin, fallecido el 19 de abril de 1882, fueron sepultados en la Abadía de Westminster, al lado de los de Newton. Años después, el 7 de noviembre de 1913, a su lado fue sepultado quién lo había obligado a escribir El Origen de las Especies: Alfred Rusell Wallace. 

D. 4 – RECEPCIÓN E INFLUENCIAS


            El mundo estaba bien preparado para recibir a la teoría de la selección natural porque la idea de evolución ya estaba en el ambiente antes de 1859 y fue tomada en serio por los eruditos. Cuando se publicó Origen de las Especies, biólogos y naturalista saludaron la obra con diferentes grados de crítica. Parte de la tesis de Darwin, como la que todos los seres vivientes descienden de un antecesor común en el remoto pasado, apenas entrañaban novedad y fueron ampliamente aceptadas. Sin embargo, surgieron grandes dificultades con la teoría de la selección natural, y no fue sino hasta 1930 cuando los nuevos conocimientos de la genética pusieron la selección natural sobre una firme base científica. Con anterioridad, seguía siendo fácil para los científicos aferrarse a alguna forma de lamarckismo, ver la mano de Dios en la evolución progresiva o exceptuar al hombre de la selección natural (como hicieron muchos estudiosos).
            Si la aceptación de la obra de Darwin aparece sin conflictos aparentes, ¿por qué se habla de revolución darwinista? Comenzamos por describir el semblante revolucionario con que denigraron la obra de Darwin los fundamentalistas cristianos y defensores de las enseñanzas de la Biblia; las más altas autoridades eclesiásticas de la época condenaron al evolucionismo. Por otro lado, para considerar el darwinismo como una revolución intelectual, debemos diferenciarlo como hipótesis científica y como nueva metafísica en la tradición de la Ilustración. A Darwin le importaba lo primero; lo segundo fue obra de sus seguidores. Herbert Spencer, que había creído en “la supervivencia de los más aptos” antes de Darwin, y que la había aplicado indistintamente a los animales y a los humanos, fue un vigoroso exponente del darwinismo metafísico. También lo fue T.H.Huxley, quien usó la evolución en contra del cristianismo en general y de la fe en particular; sin embargo, hizo mucho para popularizar la obra del “maestro” en cuanto a metafísica.
            La teoría de Darwin, en realidad, no desencadenó la moderna crisis de conciencia; esta ya se prefiguraba en el siglo XVIII. El darwinismo no fue la alternativa científica a la vieja concepción de mundo de cuño medieval-renacentista. Fue la culminación de esta alternativa, dificultando la tentativa de excluir a los seres humanos de la ley natural, inmutable y determinada. En su obra El Lugar del Hombre en la Naturaleza, Huxley puso un gran empeño en relacionar a la humanidad con los monos vivientes, los animales inferiores y los fósiles ancestrales, mostrando que ciertamente hemos evolucionado de las formas inferiores de vida y no de la mano de un Creador. En manos de Huxley y de sus seguidores, la ciencia se convirtió entonces, no en el mero agente destructor de las ilusiones humanas, sino en una metafísica que ofrecía una nueva clase de salvación a través de la misma ciencia.
            El darwinismo llevó a cabo una revolución newtoniana en biología, reduciendo la evolución a la variación aleatoria y al triunfo fortuito en la lucha por la supervivencia. Inaugurábase el comienzo de la reducción de la naturaleza biológica a la naturaleza química, que habría de completarse con el descubrimiento del ADN.
            En psicología, el darwinismo desemboca en la Psicología de la Adaptación. Una vez aceptada la teoría de la evolución, cabe preguntarse cómo la mente y la conducta, en cuanto diferentes de los órganos corporales, ayudan a la criatura a adaptarse a su ambiente. En psicología, el último heredero del darwinismo es el conductismo; Skinner modeló minuciosamente su teoría del aprendizaje sobre la variación, la selección y la retención, todos ellos principios del darwinismo.
            Fueron muchos, sin embargo, los que no pudieron aceptar el naturalismo o se sintieron angustiados por él. El propio Huxley, en sus últimos escritos, decía que el hombre era único entre los animales, porque gracias a su inteligencia podía escapar del proceso natural y trascender la evolución orgánica. Sentimientos como éste no fueron infrecuentes, tanto entre científicos como entre profanos, y ayudan a explicar la popularidad, antes y después de la época de Darwin, de diversas orientaciones científicas, basadas en la singularidad del hombre.           

V. E – LA PERIFERIA DE LA CIENCIA Y EL FIN DE SIGLO


            La atención popular estaba dirigida a la ciencia, en la medida en que se acentuaba la duda religiosa; en ella, se buscaba una respuesta natural para los problemas humanos, creyendo en su autoridad. Aparecen varios movimientos pseudocientíficos, dos de ellos influyentes en la psicología: el mesmerismo, que intentó ofrecer una explicación científica newtoniana para la cura de los trastornos de personalidad y el espiritualismo, una investigación en el área de la mente, que pretendía encontrar pruebas científicas de la existencia de un alma personal e inmortal. Lo que unía a las dos pseudociencias era el hecho de ambas representaren versiones científicas de ideas religiosas. Es común ver ambas combinadas entre sí en la psicología popular de fines del siglo XIX. Principalmente el espiritualismo fue tomado muy en serio por numerosos científicos de la época y, de forma muy destacada, por William James. Estas pseudociencias guardan estrecha relación con la forma en que la ciencia colmó gradualmente el vacío dejado en las personas por el debilitamiento de la religión. La fe en la ciencia comenzaba a reemplazar la fe en la religión. Al mismo tiempo, ambas servían, en muchas ocasiones, de consuelo para los que se sentían angustiados por el materialismo naturalista.
            Una tercera pseudociencia apareció, en un primer momento, con cuño científico para la sociedad profana y crédula. Sin embargo, los científicos de la época probaron que sus fundamentos no tenían orientación científica y pasó a hacer parte de la lista de las pseudociencias. Nos estamos refiriendo a la frenología de Franz Gall.

E. 1 – EL MESMERISMO – La primera ciencia popular



Franz A. Mesmer
 
El término mesmerismo proviene del nombre del fundador del movimiento, Franz Anton Mesmer (1734-1815), un médico vienés, nacido el 23 de mayo de 1734 cerca de Constance, Alemania. Cursó estudios en la universidad de Viena y, años después, contrajo matrimonio con una rica heredera. Dotado de una gran cultura, fue muy aficionado a la música. Organizó en su mansión veladas musicales a las que asistía Mozart, Haydn y otros compositores de la época. Así, la primera opera de Mozart, Bastien y Bastienne, fue estrenada, en septiembre de 1768, en el teatro que Mesmer poseía en el jardín de su casa. En su teoría, Mesmer atribuyó numerosas enfermedades a un fluido impalpable que impregnaba todo el universo. Mesmer creía que este fluido era vital para la actividad nerviosa del cuerpo, y que los médicos podían curar diversas enfermedades manipulando en fluido en el cuerpo del paciente. Creía que los trastornos psíquicos provocados por el citado fluido, daban síntomas físicos (lo que hoy llamamos enfermedades funcionales), emanadas de causas puramente psicológicas. Empezó por utilizar imanes para extraer el fluido de las áreas afectadas, pero pronto llegó al convencimiento de que el fluido se mostraba más susceptible al magnetismo animal que al magnetismo mineral. Elaboró, entonces, una complicada y extravagante terapia que incluía, entre otras cosas, golpear al paciente en sus partes enfermas con las manos o varitas, sumergir al paciente en tinas de agua helada, etc. Llegó a construir una habitación de crisis, toda acolchada, que usaba para tirar al paciente contra sus paredes, dejándolo en transe. Para atender a sus pacientes en esta habitación, Mesmer utilizaba atuendos especiales, como capas negras con capuchas, etc. En aquella época, se sugirió que algunas curas logradas por él fueron el resultado de la sugestibilidad del paciente, hipótesis que se rehusó a aceptar, insistiendo en su teoría científica de los fluidos animales.  
            Lo nuevo en la teoría de Mesmer fue su intento de incluir tales curas, y la fundamentación teórica de las mismas, en una base científica. Intentó convencer a la clase médica, primero en Viena después en París, de que sus curas eran genuinamente científicas y que el magnetismo animal era real. Los médicos no descreían en el magnetismo animal, pero consideraban que sus métodos de curación no eran los apropiados en un contexto científico. El mesmerismo estaba demasiado cerca del ocultismo para poder satisfacer el espíritu científico de la época newtoniana. Con el tiempo, Mesmer se rindió a las críticas y vivió el resto de su vida apartado de la sociedad y separado del movimiento que él mismo había creado.
            El mesmerismo rápidamente ganó la simpatía popular; durante la década de 1780 y aparecieron por toda Francia logias mesméricas; la propuesta de Mesmer parecía ocupar perfectamente el espacio vacío dejado por una cada vez menos influyente religión. El pueblo estaba hambriento de nuevas certidumbre que podían reemplazar las antiguas y este movimiento era más interesante cuando comparado con el racionalismo de la ciencia de Newton. Mesmer ofreció exactamente el tipo de pseudociencia adecuada a la época porque fue bastante científica como para atraer el nuevo racionalismo y bastante espiritual como para atraer las necesidades religiosas latentes (Leahey, 1998).
            En el núcleo del mesmerismo, existía una herramienta útil para el tratamiento de algunos trastornos mentales. Mesmer curó a mucha gente de una gran variedad de síntomas físicos, desde ceguera hasta dolores de origen desconocido. El aspecto esencial de estas curas fue el trance que inducía a sus pacientes; durante el mismo, podía dominar las acciones de los pacientes y cambiar su curso. El trance, obviamente, se debía al control psicológico que él ejercía sobre los pacientes. Ahora era necesario extraer el trance mesmérico del contexto místico; cuando se lo logró, el mesmerismo se convirtió en hipnotismo. Este logro se debe a la Real Academia Francesa de Ciencias que, en 1825, investigó a este trance más objetivamente, como un probable estado mental real (aunque inusual), que podría ser utilizado por los médicos en la cura de sus pacientes.
            A finales de la década de 1830, un joven radical e innovador médico inglés,  John Elliotson (1791-1868), comenzó a utilizar el magnetismo animal para curar diferentes enfermedades y como una forma de anestesia durante las operaciones quirúrgicas y, además, animaba a otros médicos a utilizar este método. Terminó, igual que Mesmer, por ser expulsado de la medicina. Otro médico inglés, James Braid (1795-1860), completó la transformación del mesmerismo en neuro-hipnotismo, creyendo que el trance no era más que un “sueño nervioso”. Logró rescatar, finalmente, al hipnotismo del ambiente ocultista del mesmerismo para dárselo a la medicina, otorgándole una completa y detallada explicación científica. El hipnotismo progresó en Francia, ya no como anestésico; el desarrollo de los anestésicos químicos hizo innecesario el uso de la hipnosis en cirugía. Como forma de tratamiento de los trastornos de personalidad, el hipnotismo ganó nuevas teorías sobre los estados hipnóticos. La Escuela de Nancy, dedicada al estudio científico de la hipnosis, afirmaba que el estado hipnótico era una intensificación de ciertas tendencias del sueño o de vigilia ordinaria y la conciencia pierde, durante la hipnosis, su estrecho control habitual sobre la percepción y la acción, y las órdenes del hipnotizador se convierten, inmediata e inconscientemente, en acciones o percepciones alucinatorias. El Hospital de Salpêtrière de París, rival de la Escuela de Nancy, afirmaba que el estado hipnótico era anormal, que solamente se encontraba en pacientes histéricos, ya que se podía utilizar la sugestión hipnótica para curar síntomas. Tanto la hipnosis como los síntomas se veían como pruebas de la existencia de un sistema nervioso patológico. Jean Martín Charcot (1825-1893) era el líder y portavoz de Salpêtrière, a cuyas clases asistió S.Freud durante algunos meses. S.Freud hizo que el estudio de la hipnosis se convirtiera en una parte importante de la psicología del inconsciente, al utilizarla en sus primeras actividades psicoterapéuticas. El desarrollo posterior apoyó el concepto de hipnosis defendido por la Escuela de Nancy, pero todavía hoy sigue sin estar clara la naturaleza exacta del estado hipnótico, e incluso la propuesta de su existencia como un estado de conciencia diferente. Hoy, en la mayoría de los países, la hipnosis está prohibida por ley en el desempeño profesional de los psicoterapeutas.

E. 2 – EL ESPIRITUALISMO – La rebelión contra el materialismo            


            Aunque la doctrina materialista y la religión positivista avivaran nuevos entusiasmos en los partidarios de cientismo, fueron muchas las personas que sintieron desazón, e incluso rechazo, ante ellas. La crisis del naturalismo cobró acentos casi dramáticos después que Huxley proclamara que los hombres eran sólo monos bien desarrollados. La religión parecía muerta y la perspectiva de un alma inmortal se había debilitado. Por ello, muchas personas dadas a la reflexión, incluidos científicos famosos, se volvieron hacia la ciencia misma en busca de la seguridad de que, en la vida humana, había algo más que máquinas corporales con cerebro. El espiritualismo apareció como una opción
            Frederic Myers (1843-1901) fue el líder de la investigación psíquica del siglo XIX y el fundador del espiritualismo. Desde niño, Myers le horrorizaba la idea de no poder vivir eternamente; este miedo se intensificó cuando perdió su fe religiosa durante su proceso educativo, como pasó con muchos victorianos. Frente a esta situación personal, y animado por varios amigos, Myers buscó pruebas científicas de la existencia de una alma inmortal. Los resultados parciales de sus investigaciones los publicó en un catálogo de fenómenos psicológicos inusuales, a su criterio, y se ganó el respeto de muchos científicos de su época. Myers había elaborado una recopilación de datos en el campo de la psicología, desde el sueño y la histeria, hasta los fenómenos considerados paranormales. Fue el primero escritor inglés que difundió los estudios iniciales de Freud sobre la histeria. Para Myers, la histeria era un fenómeno importante, puesto que demostraba el poder que tenía la actividad puramente mental sobre el cuerpo en el mismo momento en el que las perturbaciones psíquicas producían síntomas físicos.
            Por otro lado, Myers se decidió por lo que Freud consideró como exactamente más instructivo en sus casos iniciales: que los síntomas histéricos expresan deseos inconscientes que el paciente no quiere admitir en la conciencia. Myers, al igual que Freud, formuló una teoría del inconsciente, al que denominó yo subliminal. En manos de Freud, el inconsciente fue una afrenta al orgullo humano, al revelar las profundidades aterradoras, impulsivas e irracionales que subyacen al pensamiento conciente, discursivo y racional. Sin embargo, la concepción del yo subliminal que tenía Myers era de carácter romántico, platónico, optimista y progresista. Es verdad que, como dijo Myers, el yo subliminal es irracional, pero nos permite comunicarnos con un mundo espiritual que transciende al material. Para Myers, la existencia de este yo subliminal demostraba la separación entre la materia y el alma. Abría la posibilidad de algo más que la mera evolución material, en la cual los individuos intervienen al mínimo; en la evolución cósmica, espiritual, cada alma se perfecciona a sí misma eternamente, haciendo realidad los poderes mentales que nuestros cuerpos animales entorpecen. 
            Myers, en algunas ocasiones, podía parecerse a un naturalista como Huxley, pero, el circulo de Huxley no recibió bien a la investigación psíquica de Myers y llegó a denunciar sarcásticamente al espiritualismo. A pesar de esta hostilidad, la Sociedad para la Investigación Psíquica continuó estudiando los trabajos de Myers y, en el ámbito popular, el espiritualismo se aproximó a una manía hacia finales de siglo.

E. 3 – LA FRENOLOGÍA – La comprensión del cerebro y del sistema nervioso    

            En el tratamiento de la Historia de la Psicología realizado hasta este momento, hemos encontrado que fue una parte de la filosofía. Incluso los esporádicos psicólogos-médicos que vimos fundaron, generalmente, sus psicologías sobre principios filosóficos y no fisiológicos. Hartley es un buen ejemplo: erigió su psicología sobre los principios de la filosofía asociacionista y sólo la respaldó con la explicación especulativa que dio Newton sobre la función nerviosa; intentó crear una psicología que combinara filosofía y fisiología, pero la filosofía siempre ocupó el primer lugar.

Franz J. Gall
 
            Franz Joseph Gall (1758-1828) invirtió esta relación; podrá considerarse a este autor realmente como el fundador de la neuropsicología, ya que fue el primero que consideró seriamente la idea de que el cerebro era el asiento del alma. Esta idea no era precisamente nueva ya que Platón lo creía, los científicos griegos de Alejandría lo habían demostrado y la psicología medieval de las facultades situó a cada una de ellas en una parte diferente del cerebro. Sin embargo, más allá de alentar el materialismo, el concepto tuvo escaso efecto en el pensamiento psicológico. Así, Gall afirmó que el cerebro era el órgano especifico de la actividad mental, de la misma manera que el estómago era el de la digestión y los pulmones los de la respiración. Por lo tanto, el estudio de la naturaleza humana debiera comenzar por el de aquellas funciones que dan lugar al pensamiento y la acción, antes que con investigaciones introspectivas y abstractas sobre la mente. En la opinión de Gall, los estudios de la mente realizados hasta ese momento eran puramente especulativos y carecían de referencias a la conducta objetiva o al cerebro que la controla. Además, para Gall, las categorías de análisis que utilizaban los filósofos eran meras abstracciones; ninguna de las facultades propuestas por los filósofos, tales como la memoria, la atención y la imaginación, eran lo bastante específicas como para explicar la conducta humana real y las diferencias individuales concretas. Gall afirmó en su libro Sobre las Funciones del Cerebro: “¿ cómo podemos explicar, por la sensación en general o por la atención o por la  memoria ,el origen del ejercicio de propagación del amor a la prole, el de instinto de apego? ¿Cómo explicar por todas estas generalidades, los talentos para la música, para la mecánica, para la poesía, para la pintura? Las facultades de los filósofos existen, pero no son aplicables al estudio detallado de una especie o de un individuo. Todo hombre, excepto un idiota, disfruta de todas estas facultades. Pero todos los hombres no tienen el mismo carácter intelectual o moral. Tenemos necesidad de facultades cuya diferente distribución determine las diferentes especies de animales, y cuyas diferentes proporciones expliquen las diferencias entre individuos” (Young, 1970,p.18-cit. en Leahey, 1986). En resumen, para Gall, los conceptos de los filósofos carecen de utilidad para las investigaciones empíricas específicas que la ciencia requiere.
            Fundamentalmente, Gall creía que el cerebro era el órgano de la mente, que era innato cada una de las facultades propuestas y que cada una tenía su base en una región particular del cerebro. La teoría de Gall también contenía implícitamente una forma de psicología comparativa, atendiendo a que los cerebros de las especies son diferentes a lo largo de la Gran Cadena del Ser, como afirmaba Darwin, y sus facultades correspondientes deberían diferir obligatoriamente entre sí. De hecho, Gall y sus seguidores llevaron a cabo estudios comparativos para apoyar esta argumentación.  De este modo, el estudio de Gall se centró en comparar funciones conductuales específicas y regiones concretas del cerebro, defendiendo la hipótesis que las facultades bien desarrolladas se correspondían con partes del cerebro también bien desarrolladas.
            El método de Gall consistía en mostrar empíricamente que las personas que poseían ciertos rasgos destacados, deberían poseer cráneos con protuberancias sobre los centros correspondientes en el cerebro, y que los rasgos débiles se relacionaban con centros cerebrales con poco desarrollo. Aunque la hipótesis de Gall era nueva, la idea de que los rasgos de personalidad se revelan en el rostro y en el físico es tan vieja como el mundo (Leahey, 1998). Por lo tanto, Gall podía observar las conductas extraordinarias de un individuo y correlacionarlas con sus prominencias cerebrales. Basándose en este principio de observaciones, elaboró una larga lista de facultades y localizó cada una de ellas en una región particular del cerebro. Así, por ejemplo, la tendencia a la agresividad y a la destrucción, se situaba justo arriba de las orejas. Los seguidores de Gall aumentaron esta lista, para incluir facultades como la veneración, cuya presencia se creía que demostraba la existencia de Dios.     La postura presentada por Gall aparece como nativista, comparativa y materialista; es también conductista antes que introspectiva. Su sistema se basa en la observación de las conductas y las protuberancias del cerebro, en vez de en la introspección. Por lo tanto, fue la primera psicología objetiva. De forma general, Gall planteó una psicología funcional, preocupada por investigar cómo la mente humana y el cerebro hacen que un animal o persona se adapten completamente a las exigencias cotidianas. También contempló las diferencias individuales, rechazando el estudio de la mente en forma general y global, dando prioridad al estudio individualizado.  
            Científicamente, Gall inspiró a los fisiólogos de la época, con tendencia más experimental, a investigar la localización de las funciones comportamentales en zonas particulares del cerebro. Gall estaba en lo cierto al afirmar que diferentes áreas del cerebro tienen funciones diferentes. Abrió camino para el estudio del sistema nervioso y para la elaboración de mapas cerebrales, localizando las funciones sensoriales y motoras. Sin embargo, los científicos contemporáneos de Gall opinaban que sus postulados no eran de cuño científico y la Frenología pasó a la historia como una pseudociencia.

V. F – LOS MÉTODOS EXPERIMENTALES EN PSICOLOGÍA

F.1 - La cronometría mental   

            Los métodos experimentales en psicología científica tuvieron su origen en la Astronomía; veamos cómo: una de las funciones básicas de la Astronomía es de trazar mapas precisos relacionados con la disposición de las estrellas. Antes de los modernos métodos computarizados actuales, era el astrónomo que, como resultado de su observación, registraba el momento exacto en que una estrella atravesaba un punto determinado del espacio (un meridiano). El astrónomo anotaba la hora exacta en la que la estrella aparecía en el campo de la visión y empezaba a contar los segundos que la citada estrella tardaba a cruzar el meridiano. La anotación precisa del momento exacto del paso de la estrella era crítico; el menor error representaba inmensas distancias interestelares al calcular la posición exacta de las estrellas en la galaxia. Un astrónomo ayudante del Observatorio de Greenwich fue despedido, en 1795, cuando su jefe descubrió un error entre los cálculos de ambos; naturalmente, el astrónomo jefe consideró que sus cálculos eran los correctos y que había un error en los cálculos anotados por su ayudante. Años más tarde, esta diferencia de registro llamó la atención del astrónomo alemán F.W.Bissel (1784-1846), que comenzó a realizar comparaciones entre los cálculos de tiempo anotados por diferentes astrónomos y descubrió que todos ellos discrepaban en la velocidad de transito informada. Interpretó que las diferencias entre anotaciones correspondían a que los tiempos de reacción personales de los astrónomos eran diferentes entre sí. Los tiempos de reacción personal correspondían al tiempo trascurrido entre el estímulo y la respuesta en cada individuo.
            La línea de investigación sobre los tiempos de reacción tuvieron continuidad en los trabajos de Franciscus Cornelis Donders (1818-1889) quien observó que podía utilizase el tiempo transcurrido entre el estímulo y la respuesta para cuantificar objetivamente la velocidad de los procesos mentales. La contribución particular de Donders fue la de utilizar el tiempo de reacción para inferir la acción de los procesos mentales complejos. De esta forma, se podía medir, por ejemplo, la respuesta de presión de una tecla que emitía una persona cuando se le presentaba un único estímulo: una suave descarga eléctrica sobre su piel. Este sería un tiempo de reacción simple. Este método creado por Donders se lo denominó cronometría mental, porque parecía ofrecer una forma objetiva de medir los procesos mentales y fisiológicos. Este método, muy pronto fue usado exhaustivamente por los primeros psicólogos mentalistas. Este método ayudó a asegurar la naturaleza científica de la psicología experimental, como algo diferente de la psicología filosófica cualitativa, precisamente por ser un método de carácter cuantitativo, apartando los estudios sobre la mente de elucubraciones especulativas y la condujo al laboratorio experimental. Hasta nuestros días, la teoría de los tiempos de reacción sigue siendo una técnica importante y útil.   
  
                        F.2 – Psicofísica : el primer programa de investigación en psicología
           

G.T. Fechner
 
            Un físico retirado, Gustav Theodore Fechner (1801-1887) fue quien concibió e implementó la primera investigación sistemática de la psicología experimental, investigación que, por otra parte, produjo leyes matemáticas, contrariando las premoniciones de Kant en cuanto al estudio experimental de la actividad mental. Fechner observó que, si controlamos los estímulos a los que se expone una persona, seremos capaces de manipular el contenido de su conciencia y este control hace posible el experimento mental. Sorteando varios inconvenientes surgidos en sus experimentos, Fechner propuso pedir al sujeto estudiado que cuente sus sensaciones. Por ejemplo, dándole dos objetos de peso diferente, preguntar al sujeto cual de ellos le parece que pesa más. Si variamos sistemáticamente el valor de los pares de estímulos y las diferencias entre ellos y se observamos y registramos cuándo puede el sujeto distinguir estos pares y cuándo no, podemos cuantificar, indirectamente, la sensación. Por consiguiente, podemos relacionar matemáticamente la magnitud del estímulo con la fuerza de la sensación resultante. Se podría esperar que la sensación variara directamente con el estímulo, pero Fechner encontró que no siempre sería así; las diferencias entre estímulos son más fáciles de detectar cuando los citados estímulos son de una intensidad absoluta y moderada, que cuando ambos son de una intensidad absoluta y elevada. Por ejemplo, es más fácil percibir la diferencia en peso entre dos objetos de 100 y 150 gramos que entre dos objetos de 20 Kg y 20,5 kg.     
            La aproximación de Fechner tenía sus antecedentes; el método básico de pedir a los sujetos que distinguieran diferencias entre estímulos, había sido utilizada por primera vez por el fisiólogo E,H.Weber (1795-1878). Por otro lado, la noción de tratar a las sensaciones como estados conscientes que varían cuantitativamente se remonta a las mónadas de Leibniz  y a sus doctrinas sobre la apercepción y la “petit perception”. La motivación inmediata del trabajo de Fechner tuvo que ver con el problema mente-cuerpo. Fechner mantuvo una posición a la que podríamos dominar “el doble aspecto”; creía que la mente y el cerebro eran simplemente dos aspectos de la misma realidad subyacente y que, por tanto, los estímulos físicos y las sensaciones subjetivas debían estar relacionadas funcionalmente. Fechner tenía la esperanza de que su psicofísica solucionaría el problema mente-cuerpo. No se puede considerar a Fechner como el fundador de la psicología científica porque, a diferencia de W.Wundt, no abrió el camino reconocido socialmente. Sin embargo, Fechner fundó la psicología experimental, atendiendo a que sus métodos, diseñados para abarcar mucho más que la simple sensación, resultaron sumamente importantes para el desarrollo de la psicología experimental de la conciencia.   

V. G – LA FILOSOFÍA EN EL UMBRAL DE LA PSICOLOGÍA


            No hay nada que desee más que unir la psicología a la fisiología, para hacer a los fisiólogos valorar sus verdaderos objetivos e impulsar sus investigaciones sobre el sistema nervioso – así escribía, en 1851, Alexander Bain (1818-1903), en una carta dirigida a su amigo y colega John Stuart Mill.
Bain cumplió su deseo al editar sus obras Los Sentidos y el Intelecto (1855) y Las Emociones y la Voluntad (1859). Los estudios de este autor sobre el asociacionismo y la fisiología son tan extensos y detallados, que abarcan desde la sensación simple hasta la estética y la ética en el comportamiento. La importancia de Bain reside en haber logrado realizar una síntesis de un material que tomó prestado de otros autores. La idea de unir fisiología y psicología filosófica era antigua. El asociacionismo defendido por Bain procedía de Hartley y de los Mill. Su fisiología arrancaba de la fisiología sensoriomotora del fisiólogo Johannes Müler (1801-1858) quien, en su obra Elementos de Fisiología (1842), había propuesto que el papel del cerebro consiste en asociar la información sensorial recibida con las respuestas motoras adecuadas. Bain conocía la obra de Müller e incorporó, a su psicología, esta concepción del papel del cerebro. Así, Bain unió la filosofía del asociacionismo con la fisiología sensoriomotora, para ofrecer una visión unificada de la psicología humana, comenzando por el papel de las funciones nerviosas simples en la sensación y finalizando su recurrido en los procesos del pensamiento y las relaciones sociales. Esta integración ejerció una importante influencia, guiando a los investigadores posteriores a concentrar sus estudios en los misteriosos hemisferios cerebrales. 
            En 1874, Bain fundó la revista Mind, un órgano importante de difusión de la psicología que, atendiendo a que nunca describió experimentos realizados en base a su teoría, siempre fue considerada más filosófica que experimental.
            Hyppolyte Adolphe Taine (1828-1893) fue el último de los psicólogos-filósofos y uno de los más notables. De nacionalidad francesa, su obra Sobre la Inteligencia (1875) fue bibliografía obligatoria en la cátedra a cargo de William James, en la universidad de Harvard. Tain presenta, en la citada obra, la integración de la psicología asociacionista, sosteniendo que todas las ideas pueden ser reducidas a un grupo de sensaciones asociadas al nombre de la idea. Así, la tarea de la psicología aparece similar a la de la química: descomponer los compuestos en sus elementos para poder mostrar las diferentes formas en que estos elementos son capaces de agruparse y formar diferentes compuestos. Taine propuso, siguiendo a Leibniz, que las sensaciones conscientes no son otra cosa que agregados simples de sensaciones efímeras más débiles que, en el mejor de los casos, son sólo marginalmente conscientes.
            Taine también discutió el sustrato fisiológico en la sensación, manteniendo el paralelismo psicofísico de doble aspecto y defendió que cada suceso de la conciencia tenía un evento neural correspondiente. Lo inverso no era cierto, según Taine, porque algunos eventos neurales sólo originan sensaciones inconscientes. La neurofisiología de Taine nos presenta al cerebro como un órgano no especializado, cuya función es conectar los estímulos y producir las respuestas, como un repetidor de los centros sensoriales, o sea, copia simplemente la información neural. Esta concepción teórica tiene semejanzas con las de Hume y Hartley.        
            En Alemania, la psicología fisiológica luchó con la herencia del idealismo kantiano. Algunos conceptos defendidos por los idealistas encontraron su lugar en la psicología alemana y, por otro lado, tanto W. Wundt como S. Freud estuvieron influenciados por estos principios. No obstante, los idealistas alemanes que se mantuvieron fieles a los principios kantianos, adoptaron un punto de vista poco favorable acerca de la posibilidad de que la psicología pudiera llegar a ser una disciplina científica. La psicología estudia al hombre concreto o en sociedad, mientras que los idealistas kantianos buscaban el conocimiento platónico, trascendente, un espíritu absoluto y único, casi divino, al que consideraban como una realidad nouménica que existe más allá de las apariencias de una mente individual. En el contexto idealista, la investigación empírica parece trivial y se opusieron activamente contra la psicología empírica (Hegel de una forma especialmente contundente).       
            Rudolph Hermann Lotze (1817-1881) fue el principal psicólogo filosófico en Alemania. Antes de dedicarse a la filosofía, realizó un doctorado en medicina, en Leipzig. En 1870 publicó un libro titulado Bosquejos de Psicología, proponiendo un punto de vista empirista acerca de la conciencia, afirmando que la percepción de profundidad era aprendida y no innata, ofreciendo, además, una aproximación válida a los aspectos materiales de la mente y de la conducta, afirmando que todos los seres humanos y los animales poseían almas, insistiendo con la parte espiritual constitutiva, en forma natural, de los animales y los humanos. Con esta postura, Lotze ganó la admiración de los científicos ingleses, ya cansados de las teorías reduccionistas y naturalistas sobre el hombre. Algunos de sus trabajos más importantes son: Metaphysik (1841), Logik (1843), y Mikrokosmus (1885). Una analogía entre el mundo y sus partes, se traduce en la designación "poco mundo," un término filosófico occidental que señala al hombre como siendo un pequeño mundo en el cual se refleja el universo, término creado y ampliamente usado por Lotze. Su trabajo sobre la "psicología médica" le dio derecho a ser llamado uno de los fundadores de la psicología fisiológica.
            Probablemente el científico más destacado en Alemania, en el siglo XIX, fue Hermann Ludwig Ferdinand von Helmholtz (1821-1894). Fue el exponente más consistente del naturalismo y del empirismo. La mayor parte de su carrera la ocupó en estudios fisiológicos, realizando experimentos sobre la velocidad de los impulsos nerviosos, desde sus 22 años de edad. La teoría de Helmholtz sobre la inferencia inconsciente fue de particular importancia para la psicología. Postulaba que, si la percepción del espacio no es una intuición visual innata, a lo largo del desarrollo debemos aprender a calcular la distancia entre nosotros y los objetos, tal como lo había propuesto Berckeley. Aun así, no somos conscientes de la realización de tales cálculos. Helmholtz teorizó que estos cálculos, o inferencias, deben ser inconscientes y, además, deben aprenderse de forma inconsciente, como ocurre con la adquisición del lenguaje. Las ideas (incluyendo las sensaciones), al igual que las palabras, son contenidos mentales que representan a la realidad. De la misma manera que el niño aprende el lenguaje espontáneamente y sin instrucción directa, también aprende espontáneamente y de forma inconsciente el significado de las ideas. Sus investigaciones apoyaron al materialismo, y sus estudios fisiológicos sobre la sensación establecieron que la percepción dependía exclusivamente de la materia orgánica.
            Helmholtz fue un defensor enérgico de las ciencias naturales, como sería de esperar de un físico y fisiólogo. Recibió con mucho agrado el desarrollo de estas disciplinas en la universidades alemanas y criticó a los filósofos idealistas, para quienes la ciencia era el estudio superficial de la realidad física, algo que no tenía ninguna importancia cuando comparado con la realidad del espíritu existente, más allá de la realidad física.    

V. H - LA CRISIS DEL SIGLO XIX


            El siglo XIX fue un siglo de conflictos en general, sociales en especial, algunos de los cuales permanecen vigentes en nuestros días. La revolución industrial trajo un progreso material sin precedentes y una pobreza urbana importante. La fe se mantuvo firme, aunque la ciencia y sus avances minaron permanentemente los fundamentos de las creencias. Mientras se inculcaba a las personas una aguda y estructurada moralidad en el campo del comportamiento, se aceptaba a la prostitución y al crimen como algo endémico. Las ciencias y las humanidades florecieron como nunca lo habían hecho antes, pero el hombre de negocios se mofaba de la torre de marfil intelectual. El pesimismo y el optimismo convivían a par y en el mismo individuo.
            Uno de los grandes conflictos del siglo XIX fue el que ocurrió entre el naturalismo científico y la antigua creencia en la existencia de una realidad espiritual trascendente. El naturalismo (un producto de la Ilustración) produjo, simultáneamente, esperanza y desesperación, porque ofrecía la posibilidad de un progreso perpetuo, de la perfección de la humanidad, de un conocimiento profundo y útil acerca del universo. Sin embargo, se desafiaban las creencias tradicionales que habían sido acumuladas y transmitidas por varias generaciones. También la ciencia amenazaba a la humanidad con la deshumanización, al reducir al hombre a un conjunto de sustancias químicas y actuando como una máquina. Parecía que se despojaba al mundo de significado y a las personas de su dignidad.
            Los defensores del naturalismo no se percataron de estos conflictos; creyeron que era posible encontrar soluciones técnicas y científicas para cada problema humano. Tuvieron que convencer a la sociedad de su sinceridad y eficacia. La ciencia se convirtió en una nueva religión. Los naturalistas se beneficiaron de participar de una única concepción newtoniana de la naturaleza y las Ciencias Naturales, enérgicas, optimistas, exitosas, llegaron a dominar el mundo intelectual.    

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