Principios
Organizadores:
Siglo
XIX - Hacia el umbral de la
Psicología
La Rebelión Romántica
y la Nueva
Ilustración
La revolución darwinista
Las
pseudociencias
Los métodos
experimentalAportes a la Psicología Científica
V.A – EL MUNDO DEL SIGLO XIX
El
consenso de la Ilustración
finalizó con la
Revolución Francesa. Las implicaciones reales del espíritu
geométrico se hicieron patentes y los pensadores del siglo XIX se vieron ante
la precisión de enzarzarse en un cuerpo a cuerpo con el naturalismo. Esta tarea
se hizo más emergente con la teoría de la evolución de C. Darwin, que no sólo
equiparó el hombre con el mono, sino que también desterró cualquier tipo de
intencionalidad o progreso de la historia.
A todo lo largo del período, el problema de la naturaleza humana fue planteado por numerosos filósofos, fisiólogos, literatos y revolucionarios. La segunda mitad del siglo presenció la fundación de la Psicología Científica y la formulación de sus tres variables (el estudio de la conciencia, del inconsciente y de la adaptación) que consideramos “fundacionales”:
A todo lo largo del período, el problema de la naturaleza humana fue planteado por numerosos filósofos, fisiólogos, literatos y revolucionarios. La segunda mitad del siglo presenció la fundación de la Psicología Científica y la formulación de sus tres variables (el estudio de la conciencia, del inconsciente y de la adaptación) que consideramos “fundacionales”:
La Psicología de la Conciencia de W.Wundt
La Psicología del
Inconsciente de S. Freud
La Psicología de la Adaptación de C.
Darwin
Un
especialista del siglo XIX en historia, Franklin Baumer (1977), sugirió una
útil división conceptual de este período, por considerarlo demasiado complejo
para ser tratado o estudiado cronológicamente. Baumer propone la existencia de
cuadro períodos o “mundos” decimonónicos:
-
El primer mundo es el Romántico, que reaccionó
vigorosamente contra el naturalismo de los philosophes. reivindicando
las demandas de los sentimientos en contra de las de la razón.
-
El segundo mundo es el de la Nueva Ilustración,
que llevó a término, en forma algo modificada, el programa de los philosophes,
-
El tercero es el mundo del Darwinismo y de la
evolución
-
El cuarto mundo le llama Braumer el fin de siècle
(final de siglo), un mundo de angustia surgido de la desesperación de la
pérdida de la fe en la religión tradicional y en busca de fuentes de apoyo, con
respeto a la naturaleza, a la humanidad y el futuro de ambas.
V. B - REBELIÓN ROMÁNTICA – La reafirmación de la emoción y la intuición
Aunque habitualmente consideramos al
Romanticismo como un movimiento del mundo de las artes, fue, en
realidad, mucho más que eso. Constituyó una rebelión intelectual general en
contra de la concepción de mundo cartesiano-newtoniano, poniendo el acento en
el sentimiento humano. El artista y poeta romántico William Blake (1757-1827)
escribía: “Dios nos salve de la visión simple y del sueño de Newton”
(cit. en Leahey, 1998). Los románticos querían ser algo más que átomos o
vacío. En cierto sentido, e romanticismo reafirmó la creencia racionalista en
algo que trasciende la apariencia material.
Los románticos rechazaron la idea de
que el ser humano fuera una máquina y, además, también rechazaron la misma idea
en relación al universo. Fueron vitalistas, para quienes la naturaleza no era
materia muerta (meros átomos en el vacío), sino algo orgánico y en desarrollo,
que se perfecciona a sí mismo en el tiempo. La Biología y no la Física debe suministrar el
modelo de reflexión sobre los fenómenos de la naturaleza, afirmaban los
románticos. Tanto la naturaleza como las sociedades se desarrollan lentamente a
través del tiempo, sin ignorar la sabiduría de la historia. Insistían que todo
está permanentemente bajo el proceso del devenir y que nunca nada se
limita a ser. Hasta la verdad no es un conjunto estático de
Formas, sino algo vivo, algo que siempre se está perfeccionando.
Semejante concepción romántica de la naturaleza era progresista y optimista,
pero pronto quedaría anulada por la teoría de la selección natural de C.
Darwin. En realidad, los románticos creían en un proceso evolutivo natural,
pero no como Darwin lo presentó.
En el Romanticismo se ponen
de manifiesto varios conceptos importantes para la psicología:
- El concepto de inconsciente.
El pensamiento
consciente y discursivo fue la herramienta de la Ilustración, tanto en
el terreno del arte como en el de la filosofía. El romanticismo, en la
búsqueda del infinito, sostuvo que el inconsciente era más
importante. Los poetas confiaban en escribir automáticamente en un transe
extático, de forma que el infinito quedara registrado sobre el papel.
- El concepto de voluntad
En filosofía,
Schopenhauer postuló que la voluntad es la realidad nouménica, oculta
tras las apariencias. Para él, la voluntad es la de vivir, la que empuja al
hombre a una búsqueda sin fin por ser feliz. “La inteligencia intenta
controlar la voluntad, pero su furor inflige dolor al “yo” y a los demás”
(Shopenhauer, cit. en Leahey, 1986).
- El lenguaje de los sueños
Prefiguraron a S. Freud los pensadores del Romanticismo
que afirmaban que el lenguaje de los sueños era una de las manifestaciones del
inconsciente humano.
- La libertad de elección
En la voluntad de
Shopenhauer – el núcleo de la vida mental – descubrimos otro importante
concepto para la psicología: el de la actividad mental en libertad. La
voluntad, domada o no por la inteligencia, implica una libertad de elección. La
filosofía de Shopenhauer resultaba así una reacción voluntarista y romántica
contra el determinismo materialista de la Ilustración. Por
regla general, esto llevó a los románticos a idolatrar a los héroes, los genios
y los artistas, y a todos aquellos que afirmaban sus voluntades y no se
plegaban a los modelos y dictados del mundo. Este concepto romántico y nueva
forma de voluntarismo, desde un punto de vista psicológico, tiró por tierra en
concepto de la mente como una tabula rasa porque una mente tan
voluntarista como la contemplada por los románticos, difícilmente podía ser un
mero receptáculo pasivo de estímulos externos. El influjo de Shopenhauer se
evidencia también en la
Psicología de la Conciencia de W.Wundt, pues éste hace un gran
hincapié en la capacidad de la mente humana para organizar su propio contenido,
forma de voluntarismo que contrasta radicalmente con la pasividad del
asociacionismo.
Podemos concluir afirmando que los románticos
se opusieron al mecanicismo en todas las áreas y promovieron conceptos
importantes para la psicología, tales como libertad individual, voluntarismo,
vitalismo, inconsciente, etc., preservando un fuerte atractivo para todos
aquellos que creen que el hombre es algo más que un elemento geométrico y
matemático. Aunque el romanticismo fue avasallado por los avances
posteriores de la ciencia, en especial por las teorías de Darwin, desempeñó un
papel importante en la formación de la futura psicología científica, sobre todo
en su lugar de nacimiento: Alemania.
V. C - LA NUEVA ILUSTRACIÓN
El
espíritu newtoniano no desilusionó a todos los filósofos o pensadores de la
época. Muchos de ellos aprobaron el proyecto de la Ilustración,
especialmente en Inglaterra y Francia. Varios movimientos de la Ilustración tienen
interés para la psicología; los conceptos centrales de la psicología
norteamericana del siglo XX procedían de la Nueva Ilustración.
C.
1 – EL UTILITARISMO Y EL ASOCIACIONISMO
El utilitarismo y el
asociacionismo son doctrinas inextricablemente entrelazadas. El utilitarismo
describe los aspectos motivacionales y dinámicos de la mente; el asociacionismo
describe la mecánica cognitiva de la mente. El primero estaba implícito en las
enseñanzas de los asociacionistas del siglo XVIII, desde Hume en adelante, para
quienes las sensaciones son o bien agradables (deseamos que se repitan) o bien
desagradables (deseamos evitarlas). El utilitarismo intentó simplemente aplicar
estos sistemas motivacional al conjunto de la sociedad. La doctrina propuesta
está dirigida a la motivación humana, llamada hedonismo, sencilla e
potencialmente cuantificable. El hedonismo propone que los humanos se
mueven únicamente buscando el placer y evitando el dolor; esta flexibilidad del
utilitarismo probablemente sea la responsable de su atractivo popular. Aunque
el principio de utilidad es sencillo, respeta las diferencias individuales, así
como las diferencias y variedades de clases de placer y dolores que los humanos
perseguimos o evitamos. En la
Psicología científica, el utilitarismo proporcionó las bases
al conductismo y continúa ejerciendo influencia en algunas corrientes actuales.
Transformar el hedonismo en una teoría científica,
cuantitativa y práctica fue la empresa que acometió el reformador inglés Jeremy
Bentham (1748-1832). Este autor dio comienzo a su tarea con la obra Introducción
a los Principios de la Moral
y la Legislación,
con una declaración contundente de hedonismo utilitarista: “ la naturaleza
ha puesto a la humanidad bajo el gobierno de dos maestros soberanos: el dolor y
el placer. Sólo ellos nos señalan lo que deberíamos hacer, así como también
determinan lo que haremos. Nos gobiernan en todo lo que hacemos, decimos o
pensamos”(1973, pg12). La afirmación de Bentham es típica de un
filósofo de la Ilustración,
ya que fusiona una hipótesis científica sobre la naturaleza humana con un canon
ético sobre cómo debería vivir la humanidad. No sólo el placer y el dolor “nos
gobiernan en todo lo que hacemos” (hipótesis científica), ellos también
“deberían” hacerlo así (canon moral).
La posición de Bentham consistió en
rechazar cualquier motivo que no fuera el de utilidad, por considerarlo sin
sentido y, a partir de ese rechazo, construir una nueva ética moral. Su definición
de “utilidad” también reconocía los placeres de la piedad, de la benevolencia,
de la solidariedad, por mencionar algunos.
La fusión del principio de utilidad
con el asociacionismo comenzó con la obra de James Mill (1773–1836), un
político convertido en filósofo. Su asociacionismo, una teoría de la mente muy
sencilla, se convirtió en el objetivo más frecuente de los ataques de los
filósofos posteriores, los que defendían posiciones más holistas. Desde el
punto de vista de James Mill, la mente es una pizarra en blanco, pasiva,
receptiva a las sensaciones simples, a partir de las cuales se conforman las
ideas o sensaciones complejas, gracias a la formación de vínculos asociativos
entre las unidades atómicas. Prescindió de las facultades mentales y, al combinarse
con el hedonismo utilitarista, el resultado dio lugar a una imagen de la mente
humana completamente mecánica, en el cual una idea sigue a otra idea de una
forma automática, sin margen para un control voluntario. James Mill afirmaba
que el ejercicio de la voluntad era una ilusión; el razonamiento no era más que
el compuesto asociativo de ideas contenido en los silogismos; la atención no
era otra cosa que la preocupación de la mente con cualquiera de las ideas que
son particularmente placenteras o dolorosas. La mente no dirige la atención
sino que la atención se dirige mecánicamente por el principio de utilidad.
Tanto James Mill como Jeremy Bentham y muchos otros de su
época, pretendían una reforma radical en los conceptos psicológicos sobre la
mente humana. Se interesaron fundamentalmente por la educación, afirmando que
si la persona, desde que nace, es completamente pasiva, el deber de la
educación es el de moldear correctamente su mente.
John Stuart Mill (1806-1873), hijo de James Mill, no llegó
a convertirse en el perfecto utilitarista que su padre esperaba. Atenuó los
principios hedonistas de su padre y de Bentham, con una visión más romántica de
la naturaleza humana y de los sentimientos, negando que el ser humano fuera una
máquina. Vio a las personas como algo dinámico, cuyo desarrollo y crecimiento
autónomo debe educarse, una visión expresada en su obra Sobre la Libertad (1859) el
documento fundacional del pensamiento liberal.
La versión del asociacionismo
utilitarista defendido por J.Stuart Mill fue conocida con el nombre de química
mental. Mantuvo la postura filosófica que las ideas elementales pueden
fundirse en una idea total que no es reductible a sus elementos. Stuart Mill
fue influenciado por el concepto romántico de coalescencia, la idea de que la
imaginación activa podría sintetizar a los elementos atómicos en una creación
que fuera más que la suma de las propias unidades componentes, como cuando los
colores primarios se mezclan para producir uno cualitativamente diferente. Posteriormente,
este principio de Stuart Mill fue retomado por W.Wundt y por los psicólogos de la Gestalt.
Sin embargo, debe ser remarcado que
Stuart Mill, aunque atemperó la posición tanto de su padre como de J Bentham en
cuanto al asociacionismo, mantuvo una postura más amplia en cuanto al
romanticismo, y buscó mejorar el utilitarismo y el empirismo. No aceptó el
voluntarismo romántico, aunque su química mental reconoció la posible
coalescencia de las sensaciones e ideas. No es la actividad autónoma de la mente
que ocasiona el cambio químico cualitativo, sino la forma en la que se asocian
las sensaciones en la experiencia.
John Stuart Mill fue el último gran
filósofo asociacionista. Su asociacionismo surgió en el contexto de discusiones
metafísicas y lógicas – y no puramente psicológicas.
C. 2 – EL POSITIVISMO
V. D – LA REVOLUCIÓN EVOLUCIONISTA – El triunfo de Heráclito
El mundo mecanicista
newtoniano-cartesiano era inmutable; Dios había construido una maravillosa
máquina, perfecta en su concepción e infinita en su duración. Cada objeto, cada
especie biológica, quedaba fijada para la eternidad, inmutablemente perfecta en
su obediencia a las leyes naturales establecidas. Semejante cosmovisión
resultaba compatible con las formas de Platón, las esencias de Aristóteles y la Teología cristiana. Desde
esta óptica, el cambio era impensable en la naturaleza. En biología, la idea
aristotélica de que las especies eran fijas e inmutables era un dogma suscrito
por todas las más altas autoridades científicas anteriores a Darwin. Supuesto
el concepto cartesiano-newtoniano de que la materia es inerte, incapaz de
actuar y exclusivamente pasiva, y de que el cambio espontáneo era el origen de
nuevas especies, la mutación parecía imposible. Una vez que la Inteligencia Suprema
creaba, la materia muerta no podía producir nada nuevo.
Sin embargo, en la atmósfera del
progreso característica de la
Ilustración, esta visión estática de la naturaleza empezaba a
cambiar, para comenzar a dirigirse a las ideas evolucionistas que se remontan,
por lo menos, a los tiempos de Anaximandro y a la scala natura de
Aristóteles. Para que se verificase el paso desde un universo estable y
perfecto a otro cambiante, que se empeña en su perfección, era necesario una
visión diferente de la materia, que tendría de dejar de ser vista como algo
inerte para pasar a ser considerada como algo vital y dinámico.
Fue precisamente en el siglo XVIII cuando surgió la concepción necesaria
al cambio; para algunos pensadores, la materia fue dotada de vitalidad y de una
tendencia natural a auto-perfeccionarse. Esta era la nueva cosmovisión de la
naturaleza en la filosofía francesa y en la filosofía de la naturaleza alemana.
Para un newtoniano, la materia inerte se ponía en movimiento en forma mecánica
y en obediencia a las leyes naturales; para un vitalista, la propia materia es
inteligente y dotada de propósito. Así, el vitalismo supone una
concepción romántica de la naturaleza; ésta se autoperfecciona y autodirige,
desplegándose a sí misma, progresivamente, y a lo largo del tiempo.
La más
importante alternativa romántica al evolucionismo, cuyo atractivo continúa
siendo fuerte en la actualidad y a la que ni siquiera el mismo Darwin pudo
resistirse, fue la de Jean Baptiste Lamarck (1744-1829), que era un muy
conocido naturalista por sus trabajos en taxonomía y fue el exponente más
científico de la concepción romántico-científica de la evolución. Conozcamos
algunos detalles de la biografía de Jean Baptista Lamarcke.
D. 1 – JEAN BAPTISTA LAMARCK (1744 – 1829) – Primera
teoría evolucionista científica
Antecedentes
personales e intelectuales - Jean Baptiste Antoine Pierre de Monet de
Lamarck era un biólogo francés, nacido en Bazantin (Francia), el 1 de agosto de
1744, en el seno de una noble familia. Comienza a formarse como eclesiástico
pero, al fallecer su padre, se alista en el ejército. Desde esta ocupación, se
aplica a la observación de la flora mediterránea. Tras conocer a un influyente
político, accede a un puesto en el Museo de Historia Natural, ejerciendo la
docencia en Zoología. Miembro de la Academia Francesa
de Ciencias, trabajó como botánico del Jardin du Roi hasta que la institución
se reconvirtió, durante la
Revolución, en el Museo Nacional de Historia Natural; fue
nombrado director del Departamento de los Animales sin Esqueleto, a los que
posteriormente asignó su denominación moderna de invertebrados. La
diversidad de sus inquietudes resultó decisiva en la formulación de su teoría
de la evolución. Lamarck fue el primero en utilizar el término biología,
en 1802, pero en la historia de esta ciencia se le considera más un precursor
que un fundador. Su principal aportación es la Teoría del
Transformismo, según la cual los organismos han de sufrir modificaciones
para adaptarse a las diferentes condiciones en las que han de existir. Para
lograr dicha adaptación, las especies desarrollan cambios en sus organismos que
permiten la supervivencia. Escribió "Flora Francesa" (1778),
"Enciclopedia Botánica" (1783), "Filosofía Zoológica"
(1809) e "Historia Natural de los Animales" (1815). Murió
ciego y en la indigencia, en Paris, el 18 de diciembre de 1829.
Aportes científicos al evolucionismo: la teoría de
Lamarck tenía dos aspectos importantes:
1 – La materia orgánica es
fundamentalmente diferente de la inorgánica y cada especie viviente posee un
impulso innato a perfeccionarse a sí misma. Cada organismo se esfuerza por
adaptarse a su entorno y se modifica a medida que lo hace, desarrollando
diversos músculos y adquiriendo hábitos variados.
2 - Tales características
adquiridas podían transmitirse a la descendencia. Así, cada esfuerzo del
individuo por perfeccionarse era registrado y transmitido y, al correr de las
generaciones, las especies animales y vegetales, irían perfeccionándose a sí
mismas, realizando sus impulsos de perfección (la genética actual mostró que
Lamarck no estaba equivocado). Fuera de la genética, sin embargo, la
transmisión hereditaria de los caracteres adquiridos resulta plausible e
incluso Darwin la admitió, aunque nunca aceptó la concepción vitalista de la
materia. Posteriormente, tanto W.Wundt como S.Freud creyeron que los hábitos y
las experiencias adquiridos podían ser transmitidos a través de la herencia.
Otra concepción
naturalista-evolucionista, aunque romántica, fue la defendida por Herbert
Spencer (1820-1903) que veremos incluida en la Unidad Temática
dedicada a la Psicología
de la Adaptación.
Así, por los días de Darwin, ya la teoría evolucionista era un concepto
ampliamente difundido, con respeto al cual sólo se mostraban incrédulos los
religionarios puros y la biología, que seguían aceptando la inmutabilidad de
las especies. La contribución de Charles Darwin al concepto de evolución
consistió en anular la visión romántica
de la naturaleza y ganar a la evolución para la concepción newtoniana de mundo
y, consecuentemente, para la ciencia.
.
D. 2 – CHARLES DARWIN (1809-1882) – Un revolucionario victoriano
|
La tarea de Darwin, como un naturalista a bordo del Beagle, le dio
la oportunidad de observar las diversas formaciones geológicas en diferentes
continentes e islas a lo largo del camino, así como una amplia variedad de
fósiles y organismos vivos. En sus observaciones geológicas, Darwin se
impresionó, especialmente en Sudamérica, con el efecto que las fuerzas naturales
tuvieron en la forma de la superficie de la tierra. Notó, por ejemplo, que
ciertos fósiles de especies supuestamente extintas, recordaban estrechamente
especies vivientes en la misma área geológica. Era fácil de imaginar que cada
subespecie descendía de un antepasado común. En las islas Galápagos, frente a
la costa de Ecuador, también observó que cada isla mantenía su propia forma de
tortuga de tierra; las diversas formas estuvieron relacionadas estrechamente,
pero diferían en la estructura y hábitos de comer de los pinzones, de isla a
isla. Darwin concluyó que estas especies (los pinzones) no habían aparecido en
ese lugar, sino que habían migrado a las Galápagos procedentes del continente.
Darwin no percibió en ese momento que los pinzones de las diferentes islas del
archipiélago pertenecían a especies distintas. Ambas observaciones originaron
la pregunta, para Darwin, de posibles enlaces entre especies distintas pero
similares.
Darwin pasó el resto de su vida desarrollando diferentes aspectos de problemas
surgidos por el Origen de las Especies. Sus libros posteriores,
incluyendo La Variación
de los Animales y Plantas bajo Domesticación (1868), El Descendiente del
Hombre (1871), y La
Expresión de las Emociones en los Animales y el Hombre
(1872), fueron exposiciones detalladas de temas que se habían limitado a
pequeñas secciones del Origen. La importancia de su trabajo fue
reconocida por sus contemporáneos; Darwin fue elegido por la Sociedad Real (1839)
y por la Academia
Francesa de Ciencias (1878). Hipocondríaco (uno de sus
biógrafos, Irvine-1959, le llamó el paciente perfecto), se convirtió en
un recluso en su propia casa de campo, saliendo en escasas ocasiones. Fueron
otros, especialmente su secretario Henry Huxley (1825-1895), llamado “el
buldog de Darwin”, los que lucharon por la aprobación científica y social
de la teoría de la evolución. Falleció el 19 de abril de 1882 y fue enterrado
en la Abadía
de Westminster.
Aportes a la Psicología de la Adaptación - Algún
tiempo después de su regreso a Inglaterra, Darwin empezó a reunir los datos
sobre especies, su variación y su origen. Parte de su investigación se centró
en la selección artificial, es decir, estudió cómo los criadores de plantas y
animales mejoraban las razas. Para Darwin, también la naturaleza seleccionaba
algunos rasgos de las especies y rechazaba otros, igual a lo que hacían los
creadores. Así, en la década de 1830, Darwin ya contaba con una teoría
rudimentaria de la selección natural. Sin embargo, no aceptaba el impulso
innato de la materia camino al auto-perfeccionamiento, como había propuesto
Lamarck. La causa de esta selección natural, insistía, debería residir fuera de
los organismos vivientes; ....pero, ¿dónde?
En 1838, Darwin encontró la
respuesta, mientras leía una de las obras de Thomas Malthus (1766-1834), quien
atacaba las fantasías utópicas de ciertos escritores, al aducir que el aumento
de la
población necesariamente excede el crecimiento en la provisión de alimentos,
con la consecuencia ineludible de que la vida es una lucha de demasiada gente
por recursos alimentarios escasos. Así, una gran parte de la humanidad queda
reducida, a la fuerza, a un nivel de subsistencia. En su autobiografía, Darwin
consignó que, finalmente, la lectura de Malthus había ayudado a encontrar una teoría
evolucionista, sobre la cual se podía trabajar científicamente: era la lucha
por la supervivencia la que motivaba la selección natural. Un importante
número de criaturas luchaban por demasiado pocos recursos y, quienes eran
débiles y enfermizos, no podían sustentarse a sí mismos y perecían sin
descendencia. Los fuertes y sanos sobrevivían
y, además, se reproducían y dejaban descendencia. De esta forma, las
variaciones favorables eran preservadas y las no favorables se eliminaban
naturalmente. La lucha por la existencia era el motor de la evolución.
La causa de esta selección natural residía, efectivamente, fuera de los
organismos vivientes. Es posible que esta teoría de la selección natural
ofendiese los sentimientos cristianos, pero no ofendió los de los empresarios
victorianos de la revolución industrial en Inglaterra, quienes sabían bien que
la vida era una lucha constante, donde el fracaso se veía sancionado con la
pobreza y la desgracia.
Lo esencial de la teoría de Darwin
estaba formulado en 1842, época en que la consignó por escrito y por primera
vez, pero sin intención de publicarla. Cabe sintetizar su teoría como un
argumento lógico:
-
En primer lugar, de Malthus, Darwin deduce que
hay una lucha constante por la existencia, que resulta de la tendencia de los
animales a crecer más que sus fuentes de alimento.
-
En segundo lugar, la naturaleza produce
incesantes formas intra e inter-especies. Algunas variantes se adaptan mejor a
la lucha por la supervivencia que otras.
-
En tercer lugar, en la medida en que se verifica
un pequeño cambio adaptativo, las especies se diferencian de un tronco común,
de forma a que cada nueva forma se adapte a su ambiente específico.
-
Finalmente, la diversidad observada en la
naturaleza puede ser explicada como el resultado de unos pocos principios
mecánicos, operando a lo largo de millones de años.
Hoy, la teoría
tal cual se nos presenta, es deficiente. Sin conocimientos de genética, el
origen de las variaciones de las especies y la génesis de su transmisión a
generaciones posteriores, no quedaban debidamente explicadas. Darwin nunca fue
capaz de superar esta dificultad y, de hecho, se encontró cada vez más dirigido
a aceptar la teoría de Lamarck frente a las críticas a su teoría. Constituye
una ironía de la historia que, mientras Darwin se dedicaba a escribir su Origen
de las Especies, un oscuro monje polaco, George Mendel (1822-1884) llevara
a cabo las investigaciones sobre la herencia que habían de suministrar, al fin,
la respuesta a las dificultades de Darwin. No fue sino hasta el año 1900 cuando
el trabajo de Mendel, publicado sin pena ni gloria en 1865, fue redescubierto y
saludado por la ciencia como el fundamento de la genética moderna.
Darwin consignó sus ideas por
escrito en 1842, pero no publicó su Origen de las Especies hasta 1859.
Para él, la evolución era una idea demasiado peligrosa; explicar y probar que
las especies en la naturaleza (incluyendo el hombre) eran mutables, “es como
confesar un asesinato” (Irvine, 1959). Varios autores de la época señalaban
que la hipocondría de Darwin y sus varios síntomas físicos, fueron el resultado
de varias crisis nerviosas causadas por el “fantasma” de las ideas sobre la
selección natural y su preocupación en tornarlas conocidas.
En junio de 1858, Darwin se
sorprende al tomar conocimiento de que alguien iba a publicar sus trabajos:
Alfred Russel Wallace... ¿quién era Wallace?
D. 3 – ALFRED RUSSEL WALLACE (1823-1913) – Un naturalista audaz
|
En 1858, Darwin recibió una carta de Wallace, en la cual detallaba sus
conclusiones que eran iguales a la aún no publicada teoría de Darwin sobre la
evolución y adaptación. Darwin y sus colegas leyeron el trabajo de Wallace en
Julio de 1858, en una reunión de la Sociedad Linneana,
junto con la presentación de Darwin sobre el mismo tema. El trabajo de Wallace,
publicado en 1858, fue el primero en definir el rol de la selección natural
en la formación de las especies. En conocimiento del mismo, Darwin se apresuró
a publicar, en noviembre de 1859, su mayor tratado El Origen de las
Especies.
Este libro influyó profundamente en el pensamiento acerca de nosotros
mismos y, conjuntamente con las teorías astronómicas de Copérnico y Galileo
(siglos XVI y XVII), cambió la forma de pensar del mundo occidental; es obvio
que estos pensamientos se contradicen con la interpretación literal de la Biblia. En sus
censuradas memorias (censuradas por su esposa y recuperadas por su nieta),
Darwin llegó a escribir "Nunca llegué a percibir cuán ilógico era
afirmar que creía en lo que no podía entender y en lo que de hecho es
ininteligible. Podría haber dicho con absoluta verdad que no deseaba discutir
ningún dogma; pero nunca llegué al absurdo de sentir y decir, "creo en lo
que es increíble" (Darwin, 1859).
Si bien con algunos cambios, esta teoría elaborada en 1859 es aceptada
por la mayoría de los científicos, como una guía en la cual se basa la biología
moderna. La cuidadosa observación en el terreno de los organismos y su medio
ambiente, llevaron a Darwin y Wallace a definir el rol de la selección
natural en la formación de las especies. También utilizaron el trabajo del
geólogo Charles Lyell y las ideas de Thomas Malthus. Malthus publicó sus ideas
en 1798 (Essay on the Principle of Population), e hizo notar que la
población humana era capaz de duplicarse cada 25 años. En ese caso, se llegaría
a un punto en el que faltaría la comida, llevando al hambre, a la desnutrición
y a la guerra, lo cual reduciría la población. Wallace y Darwin adaptaron las
ideas de Malthus acerca de cómo la influencia y la falta de recursos afecta a
las poblaciones.
En base a lo relatado, si bien la teoría de la evolución se atribuye
generalmente a Darwin, para ser correcto es necesario mencionar que ambos,
Darwin y Wallace, desarrollaron la teoría evolucionista que, a pesar de su
importancia científica, no fue reconocida en su época y la Reina Victoria
nunca los hizo caballeros. Los restos de Darwin, fallecido el 19 de abril de
1882, fueron sepultados en la
Abadía de Westminster, al lado de los de Newton. Años
después, el 7 de noviembre de 1913,
a su lado fue sepultado quién lo había obligado a
escribir El Origen de las Especies: Alfred Rusell Wallace.
D. 4 – RECEPCIÓN E INFLUENCIAS
El mundo estaba bien preparado para
recibir a la teoría de la selección natural porque la idea de evolución ya
estaba en el ambiente antes de 1859 y fue tomada en serio por los eruditos.
Cuando se publicó Origen de las Especies, biólogos y naturalista
saludaron la obra con diferentes grados de crítica. Parte de la tesis de
Darwin, como la que todos los seres vivientes descienden de un antecesor común
en el remoto pasado, apenas entrañaban novedad y fueron ampliamente aceptadas.
Sin embargo, surgieron grandes dificultades con la teoría de la selección
natural, y no fue sino hasta 1930 cuando los nuevos conocimientos de la
genética pusieron la selección natural sobre una firme base científica. Con
anterioridad, seguía siendo fácil para los científicos aferrarse a alguna forma
de lamarckismo, ver la mano de Dios en la evolución progresiva o exceptuar al
hombre de la selección natural (como hicieron muchos estudiosos).
Si la aceptación de la obra de
Darwin aparece sin conflictos aparentes, ¿por qué se habla de revolución
darwinista? Comenzamos por describir el semblante revolucionario con que
denigraron la obra de Darwin los fundamentalistas cristianos y defensores de
las enseñanzas de la Biblia;
las más altas autoridades eclesiásticas de la época condenaron al
evolucionismo. Por otro lado, para considerar el darwinismo como una revolución
intelectual, debemos diferenciarlo como hipótesis científica y como nueva
metafísica en la tradición de la Ilustración. A Darwin le importaba lo primero; lo
segundo fue obra de sus seguidores. Herbert Spencer, que había creído en “la
supervivencia de los más aptos” antes de Darwin, y que la había aplicado
indistintamente a los animales y a los humanos, fue un vigoroso exponente del
darwinismo metafísico. También lo fue T.H.Huxley, quien usó la evolución en
contra del cristianismo en general y de la fe en particular; sin embargo, hizo
mucho para popularizar la obra del “maestro” en cuanto a metafísica.
La teoría de Darwin, en realidad, no
desencadenó la moderna crisis de conciencia; esta ya se prefiguraba en el siglo
XVIII. El darwinismo no fue la alternativa científica a la vieja concepción de
mundo de cuño medieval-renacentista. Fue la culminación de esta alternativa,
dificultando la tentativa de excluir a los seres humanos de la ley natural,
inmutable y determinada. En su obra El Lugar del Hombre en la Naturaleza, Huxley
puso un gran empeño en relacionar a la humanidad con los monos vivientes, los
animales inferiores y los fósiles ancestrales, mostrando que ciertamente hemos
evolucionado de las formas inferiores de vida y no de la mano de un Creador. En
manos de Huxley y de sus seguidores, la ciencia se convirtió entonces, no en el
mero agente destructor de las ilusiones humanas, sino en una metafísica que
ofrecía una nueva clase de salvación a través de la misma ciencia.
El darwinismo llevó a cabo una
revolución newtoniana en biología, reduciendo la evolución a la variación
aleatoria y al triunfo fortuito en la lucha por la supervivencia. Inaugurábase
el comienzo de la reducción de la naturaleza biológica a la naturaleza química,
que habría de completarse con el descubrimiento del ADN.
En psicología, el darwinismo
desemboca en la Psicología
de la Adaptación. Una
vez aceptada la teoría de la evolución, cabe preguntarse cómo la mente y la
conducta, en cuanto diferentes de los órganos corporales, ayudan a la criatura
a adaptarse a su ambiente. En psicología, el último heredero del darwinismo es
el conductismo; Skinner modeló minuciosamente su teoría del
aprendizaje sobre la variación, la selección y la retención, todos ellos
principios del darwinismo.
Fueron muchos, sin embargo, los que
no pudieron aceptar el naturalismo o se sintieron angustiados por él. El propio
Huxley, en sus últimos escritos, decía que el hombre era único entre los
animales, porque gracias a su inteligencia podía escapar del proceso natural y
trascender la evolución orgánica. Sentimientos como éste no fueron
infrecuentes, tanto entre científicos como entre profanos, y ayudan a explicar
la popularidad, antes y después de la época de Darwin, de diversas
orientaciones científicas, basadas en la singularidad del hombre.
V. E – LA PERIFERIA DE LA CIENCIA Y EL FIN DE SIGLO
La
atención popular estaba dirigida a la ciencia, en la medida en que se acentuaba
la duda religiosa; en ella, se buscaba una respuesta natural para los
problemas humanos, creyendo en su autoridad. Aparecen varios movimientos
pseudocientíficos, dos de ellos influyentes en la psicología: el mesmerismo, que intentó
ofrecer una explicación científica newtoniana para la cura de los trastornos de
personalidad y el espiritualismo,
una investigación en el área de la mente, que pretendía encontrar pruebas
científicas de la existencia de un alma personal e inmortal. Lo que unía a las
dos pseudociencias era el hecho de ambas representaren versiones científicas de
ideas religiosas. Es común ver ambas combinadas entre sí en la psicología
popular de fines del siglo XIX. Principalmente el espiritualismo fue
tomado muy en serio por numerosos científicos de la época y, de forma muy
destacada, por William James. Estas pseudociencias guardan estrecha relación
con la forma en que la ciencia colmó gradualmente el vacío dejado en las
personas por el debilitamiento de la religión. La fe en la ciencia comenzaba a
reemplazar la fe en la religión. Al mismo tiempo, ambas servían, en muchas
ocasiones, de consuelo para los que se sentían angustiados por el materialismo
naturalista.
Una
tercera pseudociencia apareció, en un primer momento, con cuño científico para
la sociedad profana y crédula. Sin embargo, los científicos de la época
probaron que sus fundamentos no tenían orientación científica y pasó a hacer
parte de la lista de las pseudociencias. Nos estamos refiriendo a la frenología de Franz Gall.
E. 1 – EL MESMERISMO – La primera ciencia popular
|
Lo nuevo en la teoría de Mesmer fue
su intento de incluir tales curas, y la fundamentación teórica de las mismas,
en una base científica. Intentó convencer a la clase médica, primero en Viena
después en París, de que sus curas eran genuinamente científicas y que el
magnetismo animal era real. Los médicos no descreían en el magnetismo animal,
pero consideraban que sus métodos de curación no eran los apropiados en un
contexto científico. El mesmerismo estaba demasiado cerca del ocultismo
para poder satisfacer el espíritu científico de la época newtoniana. Con el
tiempo, Mesmer se rindió a las críticas y vivió el resto de su vida apartado de
la sociedad y separado del movimiento que él mismo había creado.
El mesmerismo rápidamente
ganó la simpatía popular; durante la década de 1780 y aparecieron por toda
Francia logias mesméricas; la propuesta de Mesmer parecía ocupar
perfectamente el espacio vacío dejado por una cada vez menos influyente
religión. El pueblo estaba hambriento de nuevas certidumbre que podían
reemplazar las antiguas y este movimiento era más interesante cuando comparado
con el racionalismo de la ciencia de Newton. Mesmer ofreció exactamente el tipo
de pseudociencia adecuada a la época porque fue bastante científica como
para atraer el nuevo racionalismo y bastante espiritual como para atraer
las necesidades religiosas latentes (Leahey, 1998).
En el núcleo del mesmerismo,
existía una herramienta útil para el tratamiento de algunos trastornos
mentales. Mesmer curó a mucha gente de una gran variedad de síntomas físicos,
desde ceguera hasta dolores de origen desconocido. El aspecto esencial de estas
curas fue el trance que inducía a sus pacientes; durante el mismo, podía
dominar las acciones de los pacientes y cambiar su curso. El trance,
obviamente, se debía al control psicológico que él ejercía sobre los pacientes.
Ahora era necesario extraer el trance mesmérico del contexto místico; cuando se
lo logró, el mesmerismo se convirtió en hipnotismo. Este logro se debe a
la Real Academia
Francesa de Ciencias que, en 1825, investigó a este trance más objetivamente,
como un probable estado mental real (aunque inusual), que podría ser utilizado
por los médicos en la cura de sus pacientes.
A finales de la década de 1830, un
joven radical e innovador médico inglés,
John Elliotson (1791-1868), comenzó a utilizar el magnetismo animal
para curar diferentes enfermedades y como una forma de anestesia durante las operaciones
quirúrgicas y, además, animaba a otros médicos a utilizar este método. Terminó,
igual que Mesmer, por ser expulsado de la medicina. Otro médico inglés, James
Braid (1795-1860), completó la transformación del mesmerismo en neuro-hipnotismo,
creyendo que el trance no era más que un “sueño nervioso”. Logró rescatar,
finalmente, al hipnotismo del ambiente ocultista del mesmerismo para dárselo a
la medicina, otorgándole una completa y detallada explicación científica. El
hipnotismo progresó en Francia, ya no como anestésico; el desarrollo de los
anestésicos químicos hizo innecesario el uso de la hipnosis en cirugía. Como
forma de tratamiento de los trastornos de personalidad, el hipnotismo ganó
nuevas teorías sobre los estados hipnóticos. La Escuela de Nancy, dedicada
al estudio científico de la hipnosis, afirmaba que el estado hipnótico era una
intensificación de ciertas tendencias del sueño o de vigilia ordinaria y la
conciencia pierde, durante la hipnosis, su estrecho control habitual sobre la
percepción y la acción, y las órdenes del hipnotizador se convierten, inmediata
e inconscientemente, en acciones o percepciones alucinatorias. El Hospital de
Salpêtrière de París, rival de la
Escuela de Nancy, afirmaba que el estado hipnótico era
anormal, que solamente se encontraba en pacientes histéricos, ya que se podía
utilizar la sugestión hipnótica para curar síntomas. Tanto la hipnosis como los
síntomas se veían como pruebas de la existencia de un sistema nervioso
patológico. Jean Martín Charcot (1825-1893) era el líder y portavoz de
Salpêtrière, a cuyas clases asistió S.Freud durante algunos meses. S.Freud hizo
que el estudio de la hipnosis se convirtiera en una parte importante de la psicología
del inconsciente, al utilizarla en sus primeras actividades psicoterapéuticas.
El desarrollo posterior apoyó el concepto de hipnosis defendido por la Escuela de Nancy, pero
todavía hoy sigue sin estar clara la naturaleza exacta del estado hipnótico, e
incluso la propuesta de su existencia como un estado de conciencia diferente.
Hoy, en la mayoría de los países, la hipnosis está prohibida por ley en el
desempeño profesional de los psicoterapeutas.
E. 2 – EL ESPIRITUALISMO – La rebelión contra el materialismo
Aunque la
doctrina materialista y la religión positivista avivaran nuevos entusiasmos en
los partidarios de cientismo, fueron muchas las personas que sintieron desazón,
e incluso rechazo, ante ellas. La crisis del naturalismo cobró acentos casi
dramáticos después que Huxley proclamara que los hombres eran sólo monos bien
desarrollados. La religión parecía muerta y la perspectiva de un alma inmortal
se había debilitado. Por ello, muchas personas dadas a la reflexión, incluidos
científicos famosos, se volvieron hacia la ciencia misma en busca de la seguridad
de que, en la vida humana, había algo más que máquinas corporales con cerebro.
El espiritualismo apareció como una opción
Frederic Myers (1843-1901) fue el líder de la
investigación psíquica del siglo XIX y el fundador del espiritualismo.
Desde niño, Myers le horrorizaba la idea de no poder vivir eternamente; este
miedo se intensificó cuando perdió su fe religiosa durante su proceso
educativo, como pasó con muchos victorianos. Frente a esta situación personal,
y animado por varios amigos, Myers buscó pruebas científicas de la existencia
de una alma inmortal. Los resultados parciales de sus investigaciones los
publicó en un catálogo de fenómenos psicológicos inusuales, a su
criterio, y se ganó el respeto de muchos científicos de su época. Myers había
elaborado una recopilación de datos en el campo de la psicología, desde el
sueño y la histeria, hasta los fenómenos considerados paranormales. Fue el
primero escritor inglés que difundió los estudios iniciales de Freud sobre la
histeria. Para Myers, la histeria era un fenómeno importante, puesto que
demostraba el poder que tenía la actividad puramente mental sobre el cuerpo en
el mismo momento en el que las perturbaciones psíquicas producían síntomas
físicos.
Por otro lado, Myers se decidió por
lo que Freud consideró como exactamente más instructivo en sus casos iniciales:
que los síntomas histéricos expresan deseos inconscientes que el paciente no
quiere admitir en la conciencia. Myers, al igual que Freud, formuló una teoría
del inconsciente, al que denominó yo subliminal. En manos de Freud, el
inconsciente fue una afrenta al orgullo humano, al revelar las profundidades
aterradoras, impulsivas e irracionales que subyacen al pensamiento conciente,
discursivo y racional. Sin embargo, la concepción del yo subliminal que
tenía Myers era de carácter romántico, platónico, optimista y progresista. Es
verdad que, como dijo Myers, el yo subliminal es irracional, pero nos
permite comunicarnos con un mundo espiritual que transciende al material. Para
Myers, la existencia de este yo subliminal demostraba la separación
entre la materia y el alma. Abría la posibilidad de algo más que la mera
evolución material, en la cual los individuos intervienen al mínimo; en la
evolución cósmica, espiritual, cada alma se perfecciona a sí misma eternamente,
haciendo realidad los poderes mentales que nuestros cuerpos animales
entorpecen.
Myers, en algunas ocasiones, podía
parecerse a un naturalista como Huxley, pero, el circulo de Huxley no recibió
bien a la investigación psíquica de Myers y llegó a denunciar sarcásticamente
al espiritualismo. A pesar de esta hostilidad, la Sociedad para la Investigación Psíquica
continuó estudiando los trabajos de Myers y, en el ámbito popular, el espiritualismo
se aproximó a una manía hacia finales de siglo.
E. 3 – LA FRENOLOGÍA – La comprensión del cerebro y del sistema nervioso
En el
tratamiento de la Historia
de la Psicología
realizado hasta este momento, hemos encontrado que fue una parte de la
filosofía. Incluso los esporádicos psicólogos-médicos que vimos fundaron,
generalmente, sus psicologías sobre principios filosóficos y no fisiológicos.
Hartley es un buen ejemplo: erigió su psicología sobre los principios de la
filosofía asociacionista y sólo la respaldó con la explicación especulativa que
dio Newton sobre la función nerviosa; intentó crear una psicología que
combinara filosofía y fisiología, pero la filosofía siempre ocupó el primer
lugar.
|
Fundamentalmente,
Gall creía que el cerebro era el órgano de la mente, que era innato cada una de
las facultades propuestas y que cada una tenía su base en una región particular
del cerebro. La teoría de Gall también contenía implícitamente una forma de psicología
comparativa, atendiendo a que los cerebros de las especies son diferentes a
lo largo de la Gran Cadena
del Ser, como afirmaba Darwin, y sus facultades correspondientes deberían
diferir obligatoriamente entre sí. De hecho, Gall y sus seguidores llevaron a
cabo estudios comparativos para apoyar esta argumentación. De este modo, el estudio de Gall se centró en
comparar funciones conductuales específicas y regiones concretas del cerebro,
defendiendo la hipótesis que las facultades bien desarrolladas se correspondían
con partes del cerebro también bien desarrolladas.
El método
de Gall consistía en mostrar empíricamente que las personas que poseían ciertos
rasgos destacados, deberían poseer cráneos con protuberancias sobre los centros
correspondientes en el cerebro, y que los rasgos débiles se relacionaban con
centros cerebrales con poco desarrollo. Aunque la hipótesis de Gall era nueva,
la idea de que los rasgos de personalidad se revelan en el rostro y en el
físico es tan vieja como el mundo (Leahey, 1998). Por lo tanto, Gall podía
observar las conductas extraordinarias de un individuo y correlacionarlas con
sus prominencias cerebrales. Basándose en este principio de observaciones,
elaboró una larga lista de facultades y localizó cada una de ellas en una
región particular del cerebro. Así, por ejemplo, la tendencia a la agresividad
y a la destrucción, se situaba justo arriba de las orejas. Los seguidores de
Gall aumentaron esta lista, para incluir facultades como la veneración, cuya
presencia se creía que demostraba la existencia de Dios. La postura presentada por Gall aparece como nativista,
comparativa y materialista; es también conductista antes que introspectiva. Su
sistema se basa en la observación de las conductas y las protuberancias del
cerebro, en vez de en la introspección. Por lo tanto, fue la primera
psicología objetiva. De forma general, Gall planteó una psicología
funcional, preocupada por investigar cómo la mente humana y el cerebro hacen
que un animal o persona se adapten completamente a las exigencias cotidianas.
También contempló las diferencias individuales, rechazando el estudio de la
mente en forma general y global, dando prioridad al estudio individualizado.
Científicamente,
Gall inspiró a los fisiólogos de la época, con tendencia más experimental, a
investigar la localización de las funciones comportamentales en zonas
particulares del cerebro. Gall estaba en lo cierto al afirmar que diferentes
áreas del cerebro tienen funciones diferentes. Abrió camino para el estudio del
sistema nervioso y para la elaboración de mapas cerebrales, localizando las
funciones sensoriales y motoras. Sin embargo, los científicos contemporáneos de
Gall opinaban que sus postulados no eran de cuño científico y la Frenología pasó
a la historia como una pseudociencia.
V. F – LOS
MÉTODOS EXPERIMENTALES EN PSICOLOGÍA
F.1 - La
cronometría mental
Los
métodos experimentales en psicología científica tuvieron su origen en la Astronomía; veamos cómo:
una de las funciones básicas de la Astronomía es de trazar mapas precisos
relacionados con la disposición de las estrellas. Antes de los modernos métodos
computarizados actuales, era el astrónomo que, como resultado de su
observación, registraba el momento exacto en que una estrella atravesaba un
punto determinado del espacio (un meridiano). El astrónomo anotaba la hora
exacta en la que la estrella aparecía en el campo de la visión y empezaba a
contar los segundos que la citada estrella tardaba a cruzar el meridiano. La
anotación precisa del momento exacto del paso de la estrella era crítico; el
menor error representaba inmensas distancias interestelares al calcular la
posición exacta de las estrellas en la galaxia. Un astrónomo ayudante del
Observatorio de Greenwich fue despedido, en 1795, cuando su jefe descubrió un
error entre los cálculos de ambos; naturalmente, el astrónomo jefe consideró
que sus cálculos eran los correctos y que había un error en los cálculos
anotados por su ayudante. Años más tarde, esta diferencia de registro llamó la
atención del astrónomo alemán F.W.Bissel (1784-1846), que comenzó a realizar
comparaciones entre los cálculos de tiempo anotados por diferentes astrónomos y
descubrió que todos ellos discrepaban en la velocidad de transito informada.
Interpretó que las diferencias entre anotaciones correspondían a que los tiempos
de reacción personales de los astrónomos eran diferentes entre sí. Los
tiempos de reacción personal correspondían al tiempo trascurrido entre el estímulo
y la respuesta en cada individuo.
La línea de investigación sobre los tiempos de reacción
tuvieron continuidad en los trabajos de Franciscus Cornelis Donders (1818-1889)
quien observó que podía utilizase el tiempo transcurrido entre el estímulo y la
respuesta para cuantificar objetivamente la velocidad de los procesos mentales.
La contribución particular de Donders fue la de utilizar el tiempo de
reacción para inferir la acción de los procesos mentales complejos. De esta
forma, se podía medir, por ejemplo, la respuesta de presión de una tecla que
emitía una persona cuando se le presentaba un único estímulo: una suave
descarga eléctrica sobre su piel. Este sería un tiempo de reacción simple. Este
método creado por Donders se lo denominó cronometría mental, porque
parecía ofrecer una forma objetiva de medir los procesos mentales y
fisiológicos. Este método, muy pronto fue usado exhaustivamente por los
primeros psicólogos mentalistas. Este método ayudó a asegurar la naturaleza
científica de la psicología experimental, como algo diferente de la psicología
filosófica cualitativa, precisamente por ser un método de carácter cuantitativo,
apartando los estudios sobre la mente de elucubraciones especulativas y la
condujo al laboratorio experimental. Hasta nuestros días, la teoría de los
tiempos de reacción sigue siendo una técnica importante y útil.
F.2 – Psicofísica : el primer programa
de investigación en psicología
|
La aproximación de Fechner tenía sus
antecedentes; el método básico de pedir a los sujetos que distinguieran
diferencias entre estímulos, había sido utilizada por primera vez por el
fisiólogo E,H.Weber (1795-1878). Por otro lado, la noción de tratar a las
sensaciones como estados conscientes que varían cuantitativamente se remonta a
las mónadas de Leibniz y a sus
doctrinas sobre la apercepción y la “petit perception”. La motivación
inmediata del trabajo de Fechner tuvo que ver con el problema mente-cuerpo.
Fechner mantuvo una posición a la que podríamos dominar “el doble aspecto”;
creía que la mente y el cerebro eran simplemente dos aspectos de la misma
realidad subyacente y que, por tanto, los estímulos físicos y las sensaciones
subjetivas debían estar relacionadas funcionalmente. Fechner tenía la esperanza
de que su psicofísica solucionaría el problema mente-cuerpo. No se puede
considerar a Fechner como el fundador de la psicología científica porque, a
diferencia de W.Wundt, no abrió el camino reconocido socialmente. Sin embargo,
Fechner fundó la psicología experimental, atendiendo a que sus métodos,
diseñados para abarcar mucho más que la simple sensación, resultaron sumamente
importantes para el desarrollo de la psicología experimental de la
conciencia.
V. G – LA FILOSOFÍA EN EL UMBRAL DE LA PSICOLOGÍA
No hay nada que desee más que
unir la psicología a la fisiología, para hacer a los fisiólogos valorar sus
verdaderos objetivos e impulsar sus investigaciones sobre el sistema nervioso –
así escribía, en 1851, Alexander Bain (1818-1903), en una carta dirigida a su
amigo y colega John Stuart Mill.
Bain cumplió su deseo al editar sus obras Los Sentidos y el Intelecto (1855)
y Las Emociones y la
Voluntad (1859). Los estudios de este autor sobre el
asociacionismo y la fisiología son tan extensos y detallados, que abarcan desde
la sensación simple hasta la estética y la ética en el comportamiento. La importancia de Bain reside en haber logrado
realizar una síntesis de un material que tomó prestado de otros autores. La
idea de unir fisiología y psicología filosófica era antigua. El asociacionismo defendido
por Bain procedía de Hartley y de los Mill. Su fisiología arrancaba de la
fisiología sensoriomotora del fisiólogo Johannes Müler (1801-1858) quien, en su
obra Elementos de Fisiología (1842), había propuesto que el papel del
cerebro consiste en asociar la información sensorial recibida con las
respuestas motoras adecuadas. Bain conocía la obra de Müller e incorporó, a su
psicología, esta concepción del papel del cerebro. Así, Bain unió la filosofía
del asociacionismo con la fisiología sensoriomotora, para ofrecer una visión
unificada de la psicología humana, comenzando por el papel de las funciones
nerviosas simples en la sensación y finalizando su recurrido en los procesos
del pensamiento y las relaciones sociales. Esta integración ejerció una
importante influencia, guiando a los investigadores posteriores a concentrar
sus estudios en los misteriosos hemisferios cerebrales.
En 1874, Bain fundó la revista
Mind, un órgano importante de difusión de la psicología que, atendiendo a
que nunca describió experimentos realizados en base a su teoría, siempre fue
considerada más filosófica que experimental.
Hyppolyte Adolphe Taine (1828-1893)
fue el último de los psicólogos-filósofos y uno de los más notables. De
nacionalidad francesa, su obra Sobre la Inteligencia
(1875) fue bibliografía obligatoria en la cátedra a cargo de William James, en
la universidad de Harvard. Tain presenta, en la citada obra, la integración de
la psicología asociacionista, sosteniendo que todas las ideas pueden ser
reducidas a un grupo de sensaciones asociadas al nombre de la idea. Así, la
tarea de la psicología aparece similar a la de la química: descomponer los
compuestos en sus elementos para poder mostrar las diferentes formas en que
estos elementos son capaces de agruparse y formar diferentes compuestos. Taine
propuso, siguiendo a Leibniz, que las sensaciones conscientes no son otra cosa
que agregados simples de sensaciones efímeras más débiles que, en el mejor de
los casos, son sólo marginalmente conscientes.
Taine también discutió el sustrato
fisiológico en la sensación, manteniendo el paralelismo psicofísico de
doble aspecto y defendió que cada suceso de la conciencia tenía un evento
neural correspondiente. Lo inverso no era cierto, según Taine, porque algunos
eventos neurales sólo originan sensaciones inconscientes. La neurofisiología de
Taine nos presenta al cerebro como un órgano no especializado, cuya función es
conectar los estímulos y producir las respuestas, como un repetidor de los centros
sensoriales, o sea, copia simplemente la información neural. Esta concepción
teórica tiene semejanzas con las de Hume y Hartley.
En Alemania, la psicología
fisiológica luchó con la herencia del idealismo kantiano. Algunos conceptos
defendidos por los idealistas encontraron su lugar en la psicología alemana y,
por otro lado, tanto W. Wundt como S. Freud estuvieron influenciados por estos
principios. No obstante, los idealistas alemanes que se mantuvieron fieles a
los principios kantianos, adoptaron un punto de vista poco favorable acerca de
la posibilidad de que la psicología pudiera llegar a ser una disciplina
científica. La psicología estudia al hombre concreto o en sociedad, mientras
que los idealistas kantianos buscaban el conocimiento platónico, trascendente,
un espíritu absoluto y único, casi divino, al que consideraban como una
realidad nouménica que existe más allá de las apariencias de una mente
individual. En el contexto idealista, la investigación empírica parece trivial
y se opusieron activamente contra la psicología empírica (Hegel de una forma
especialmente contundente).
Rudolph Hermann Lotze (1817-1881) fue el principal
psicólogo filosófico en Alemania. Antes de dedicarse a la filosofía, realizó un
doctorado en medicina, en Leipzig. En 1870 publicó un libro titulado
Bosquejos de Psicología, proponiendo un punto de vista empirista acerca de
la conciencia, afirmando que la percepción de profundidad era aprendida y no
innata, ofreciendo, además, una aproximación
válida a los aspectos materiales de la mente y de la conducta, afirmando que
todos los seres humanos y los animales poseían almas, insistiendo con la
parte espiritual constitutiva, en forma natural, de los animales y los humanos.
Con esta postura, Lotze ganó la admiración de los científicos ingleses, ya
cansados de las teorías reduccionistas y naturalistas sobre el hombre. Algunos
de sus trabajos más importantes son: Metaphysik
(1841), Logik
(1843), y Mikrokosmus
(1885). Una analogía entre el mundo y sus partes, se traduce
en la designación "poco mundo," un término filosófico
occidental que señala al hombre como siendo un pequeño mundo en el cual se
refleja el universo, término creado y ampliamente usado por Lotze. Su trabajo
sobre la "psicología médica" le dio derecho a ser llamado uno
de los fundadores de la psicología fisiológica.
Probablemente el científico más
destacado en Alemania, en el siglo XIX, fue Hermann Ludwig Ferdinand von
Helmholtz (1821-1894). Fue el exponente más consistente del naturalismo y del
empirismo. La mayor parte de su carrera la ocupó en estudios fisiológicos,
realizando experimentos sobre la velocidad de los impulsos nerviosos, desde sus
22 años de edad. La teoría de Helmholtz sobre la inferencia inconsciente fue de
particular importancia para la psicología. Postulaba que, si la percepción del
espacio no es una intuición visual innata, a lo largo del desarrollo
debemos aprender a calcular la distancia entre nosotros y los objetos, tal como
lo había propuesto Berckeley. Aun así, no somos conscientes de la realización
de tales cálculos. Helmholtz teorizó que estos cálculos, o inferencias, deben
ser inconscientes y, además, deben aprenderse de forma inconsciente, como
ocurre con la adquisición del lenguaje. Las ideas (incluyendo las sensaciones),
al igual que las palabras, son contenidos mentales que representan a la
realidad. De la misma manera que el niño aprende el lenguaje espontáneamente y
sin instrucción directa, también aprende espontáneamente
y de forma inconsciente el significado de las ideas. Sus investigaciones
apoyaron al materialismo, y sus estudios fisiológicos sobre la sensación
establecieron que la percepción dependía exclusivamente de la materia orgánica.
Helmholtz fue un defensor enérgico
de las ciencias naturales, como sería de esperar de un físico y fisiólogo.
Recibió con mucho agrado el desarrollo de estas disciplinas en la universidades
alemanas y criticó a los filósofos idealistas, para quienes la ciencia era el
estudio superficial de la realidad física, algo que no tenía ninguna
importancia cuando comparado con la realidad del espíritu existente, más
allá de la realidad física.
V. H - LA CRISIS DEL SIGLO XIX
El siglo XIX fue un siglo de
conflictos en general, sociales en especial, algunos de los cuales permanecen
vigentes en nuestros días. La revolución industrial trajo un progreso material
sin precedentes y una pobreza urbana importante. La fe se mantuvo firme, aunque
la ciencia y sus avances minaron permanentemente los fundamentos de las
creencias. Mientras se inculcaba a las personas una aguda y estructurada
moralidad en el campo del comportamiento, se aceptaba a la prostitución y al
crimen como algo endémico. Las ciencias y las humanidades florecieron como
nunca lo habían hecho antes, pero el hombre de negocios se mofaba de la torre
de marfil intelectual. El pesimismo y el optimismo convivían a par y en el
mismo individuo.
Uno de los grandes conflictos del
siglo XIX fue el que ocurrió entre el naturalismo científico y la antigua
creencia en la existencia de una realidad espiritual trascendente. El
naturalismo (un producto de la
Ilustración) produjo, simultáneamente, esperanza y
desesperación, porque ofrecía la posibilidad de un progreso perpetuo, de la
perfección de la humanidad, de un conocimiento profundo y útil acerca del
universo. Sin embargo, se desafiaban las creencias tradicionales que habían
sido acumuladas y transmitidas por varias generaciones. También la ciencia
amenazaba a la humanidad con la deshumanización, al reducir al hombre a un
conjunto de sustancias químicas y actuando como una máquina. Parecía que se
despojaba al mundo de significado y a las personas de su dignidad.
Los defensores del naturalismo no se
percataron de estos conflictos; creyeron que era posible encontrar soluciones
técnicas y científicas para cada problema humano. Tuvieron que convencer a la
sociedad de su sinceridad y eficacia. La ciencia se convirtió en una nueva religión.
Los naturalistas se beneficiaron de participar de una única concepción
newtoniana de la naturaleza y las Ciencias Naturales, enérgicas, optimistas,
exitosas, llegaron a dominar el mundo intelectual.
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