lunes, 12 de marzo de 2012

Historia de la Psicología - Unidad Temática 4

Principios Organizadores:
                                   Siglo XVIII - Razón y reacción
                                   La crisis escéptica y la crisis moral
                                   Aportes a la Psicología Científica

IV.A - SIGLO XVIII – RAZÓN Y REACCIÓN

            Se conoce al siglo XVIII como la Edad de la Razón o el Siglo de las Luces. Sus principales líderes fueron un conjunto de pensadores y escritores cultos, reformistas y revolucionarios a los que podemos denominar adecuadamente con el término francés philosophes (Gay, 1966).
El proyecto de estos pensadores continuó, amplió y profundizó la tarea iniciada por Descartes y Locke: el replanteamiento de las viejas preguntas a la luz de la ciencia de Newton. Descartes y Locke habían demostrado que la filosofía y la ciencia dependían de las actividades de la mente humana; los philosophes llevaron el estudio de la naturaleza humana en direcciones que Descartes y Locke tan sólo habían llegado a sugerir, iniciando nuevas áreas de estudio relacionadas con la ética y la política.
            Los philosophes intentaron derrocar la autoridad de la religión y de la tradición. En realidad, pocos fueron declaradamente ateos porque la mayoría creía en Dios como el Creador de un mundo bueno  y perfecto, en el que todas las cosas estaban organizadamente dispuestas para contribuir a la felicidad humana. Mostrarían su acuerdo con Platón al considerar que la intuición, en algunas situaciones particulares, podía conducirnos a la verdad. En resume: pretendían eliminar, a través de la ciencia newtoniana, la oscuridad que habían traído la religión, la superstición y la tradición. Newton se convirtió en el resplandor que iluminó el Siglo de las Luces. Los philosophes se propusieron hacer, en el ámbito de lo humano, lo que Newton había llevado a cabo en el mundo de las matemáticas, de la física y del universo.
            Desafortunadamente, hacer borrón y cuenta nueva con las antiguas creencias, para proponer ideas nuevas, es una empresa llena de peligros y, quizás por eso, el Siglo de las Luces atravesó dos profundas crisis. La primera fue la crisis escéptica como resultado directo de la línea de argumentación epistemológica iniciada por Descartes que, en la medida en que fue siendo desarrollada, fue dejando en claro que el conocimiento era limitado y que la razón no siempre conducía a las verdades absolutas. La segunda de las crisis fue de carácter moral y se desencadenó antes los esfuerzos por situar la moralidad sobre una base científica, de la misma forma que estaban
los objetos físicos en el mundo natural. 

IV.B -  LA CRISIS ESCÉPTICA


Cuando los filósofos del siglo XVIII recurrieron a la razón científica para comprender la mente humana, tropezaron de inmediato con un viejo problema: ¿es posible justificar en su totalidad el conocimiento humano haciéndolo depender tan sólo de la evidencia de los sentidos y la lógica humana? Irónicamente, la revolución Científica había llevado a un aparente triunfo de a razón, pero terminó por hacer dudar de las posibilidades del conocimiento humano. Tras la estela dejada por Newton, surgieron filósofos de orientación psicológica que se dedicaron a analizar la mente y la naturaleza humana a la luz de la razón newtoniana, para concluir que la opinión humana era susceptible de error y que podía ser puesta en duda incluso la propia existencia del mundo físico. Estas fueron las conclusiones a las cuales llegaron los filósofos británicos Berckley y Hume. 
No debe sorprendernos que se les opusieran frontalmente algunos otros filósofos que se rehusaban a renunciar a la posibilidad de garantizar el conocimiento humano. Frente al escepticismo de Hume, los filósofos escoceses, seguidores de Thomas Reid, reafirmaron su creencia en el sentido común para abordar el conocimiento humano y en la fe religiosa para acercarse a Dios, quien había creado al hombre. En Alemania, Immanuel Kant reaccionó ante el escepticismo de Hume, adhiriéndose a la antigua afirmación según la cual la metafísica era el verdadero fundamento de la ciencia, aunque tampoco llegara a contestar a la más profunda cuestión de la existencia humana.

B.1 – BISHOP GEORGE BERKELEY – (1685 – 1753) - ¿Existe un mundo?


Antecedentes personales - George Berkeley nació el 12 de Marzo 1685 en Dysert Castle, Irlanda. Estudió en el Kilkeny College y en el Trinity College de Dublín, obteniendo el título de Bachiller en Arte en 1700. En 1707 recibe las órdenes sacerdotales anglicanas y publica su primer libro: La Aritmética Demostrada sin Recurrir al Álgebra ni a la Geometría. En 1708 comienza a redactar sus Comentarios Filosóficos, obra que constituirá el embrión de su filosofía. En 1709 el escepticismo se convierte en su mayor preocupación y publica el Ensayo Sobre una Nueva Teoría de la Visión. Cuando en 1710 publica la primera parte del Tratado sobre los Principios del Conocimiento Humano, la obra tiene tal mala acogida que, dos años más tarde, decide escribir Tres Diálogos Entre Hilas y Filonús, como obra aclaratoria de la anteriores. Entre 1713 y 1728 realiza numerosos viajes por toda Europa y parte hacia el nuevo continente para encabezar una empresa que propague la fe cristiana en las Bermudas. El plan no se llega a realizar, por lo que regresa a Inglaterra en 1732. En 1734 escribe Alcifrón, obra que resume su inmaterialismo y, dos años más tarde publica El Analista, que trata sobre la naturaleza del pensamiento matemático.En 1735 es consagrado obispo de Cloyne. Profundamente religioso, dedicó su obra a fundar la fe en el discurso racional, a contracorriente del espíritu librepensador de su época, que, con el auge del empirismo, había quedado marcada por un cierto escepticismo. Falleció el 14 de Enero 1753 en Oxford, Inglaterra.
Aportes a la psicología - El Berkley “filósofo” deseaba, al igual que Descartes y Locke, dotar a la filosofía de una base nueva y segura, pero el Berckley “religioso” temía que el materialismo newtoniano pusiera en peligro la fe en Dios. Bertckley admiraba a Locke y creía que éste había elegido el camino correcto hacia el conocimiento. No obstante, Berckley consideró que la teoría desarrollada por Locke, según la cual el conocimiento consistía en una copia de los objetos del mundo real, había abierto la puerta que conducía al escepticismo. Un escéptico podría preguntarse cómo sabemos que las ideas, supuestamente copias de los objetos, se parecen a los objetos originales. Podría incluso ocurrir que el mundo real fuera completamente igual al mundo que se nos presenta en la conciencia. Berckley dio un paso arriesgado al afirmar que las ideas no eran, en ningún caso, copias; la realidad vendría determinada por las ideas y no por los objetos del mundo - creía que la materia existe independientemente de nuestras percepciones.
            Para Berckley, las cosas existen cuando pueden ser percibidas. “Existir es ser percibido” es el lema más conocido de Berckley y, de esta forma, refutó a los escépticos con una frase extremadamente simple. Así, para él, las ideas son todo lo que existe. La pregunta sobre la correspondencia entre las ideas y los objetos reales no aparece si tales objetos no existen, no abandonando su creencia en un mundo físico. Intentó comprender los fundamentos psicológicos que se encuentran más allá de la mente humana y que sostienen nuestra creencia en el mundo físico, por el camino de la reflexión introspectiva, marcando la senda a la posterior investigación científica. 
            En este sentido, es especialmente significativo el análisis realizado por Berckley en torno a la percepción en profundidad. Una base muy importante que fundamente nuestra creencia en los objetos externos es que los percibimos en tres dimensiones, ya que incluimos la dimensión de profundidad, es decir, la distancia a que se encuentran de nosotros. Sin embargo, la imagen que se proyecta sobre la retina, el objeto de la visión inmediata carece de profundidad, por lo que tiene sólo dos dimensiones. A partir de aquí, surge el siguiente problema: ¿cómo se produce la percepción en tres dimensiones cuando nuestra retina tan sólo capta dos dimensiones? Berkley resolvería el problema postulando la existencia de otras sensaciones que nos proporcionarían claves sobre la distancia a que se encuentran los objetos de nosotros. Así, la percepción de profundidad sería aprendida, afirmación que, más tarde, sería rechazada por I.Kant al afirmar que es innata.               Según Berckley, todo lo que vemos en el mundo es un conjunto de “manchas coloreadas” que se proyectan sobre la retina y que debemos “aprender” a ver. Esta afirmación apoya en idealismo de Berckley, para quien el mundo sensorial que experimentamos es tan sólo un conjunto de sensaciones. Creemos en la permanencia de los objetos porque ciertos conjuntos de sensaciones se asocian entre ellos en forma regular. De aquí la creencia que la materia sea tan sólo una inferencia aprendida, ya que la materia como tal no se percibe directamente.
            La filosofía de la mente de Berckley se convertiría en la base de, al menos, una importante psicología de la conciencia: el Estructuralismo de E.B.Tichener. Berckley había mantenido que nacemos percibiendo el mundo como un conjunto de sensaciones aisladas que se proyectan sobre la pantalla bidimensional de la conciencia. Así, estableció el elemento esencial del escepticismo porque demostró que la existencia de un mundo físico de objetos permanentes, fuera de la conciencia, no puede ser justificada racionalmente, sino que es una inferencia psicológica aprendida.
            ¿Cómo continuaría la filosofía, si no existe ninguna certeza? El filósofo escocés David Hume parece haber encontrado, en la propia naturaleza humana, una respuesta a éste interrogante.   

B.2 - DAVID HUME ( 1711 – 1776) – Conviviendo con el escepticismo 


Antecedentes Personales - David Hume nació en Edimburgo (Escocia) el 26 de abril de 1711. Aunque de familia acomodada, no lo era lo suficiente como para permitir a Hume el poder dedicarse exclusivamente a la filosofía, por lo que su padre lo orientó hacia la carrera de abogado, a la que llegó a dedicarse durante unos meses en Bristol. No obstante, ya desde muy joven Hume manifestaba, según sus palabras, "una aversión insuperable hacia todo lo que no fuera la investigación filosófica y el saber en general", por lo que abandonó su trabajo y viajó a Francia, donde permaneció entre los años 1734-1737, dispuesto a dedicarse exclusivamente a la filosofía y a la literatura. De esos años data la composición de su primera obra, "Tratado sobre la Naturaleza Humana", redactada "durante mi retiro en Francia -primero en Reims, pero principalmente en La Flèche, Anjou", según nos cuenta en su autobiografía. Recordemos que fue precisamente en La Flèche donde había estudiado Descartes, lo que ha dado motivo a ciertas especulaciones sobre la intencionalidad de este retiro en el mismo lugar por parte de Hume.
En 1737 regresa a Londres, dirigiéndose posteriormente a Escocia, donde vivirá unos años con su madre y hermano. En 1739 publicará los dos primeros volúmenes del "Tratado", al que seguirá el tercero en 1740. El poco éxito alcanzado significó un duro golpe para Hume, que llega a decir en su autobiografía "jamás intento literario alguno fue más desgraciado que mi Tratado de la Naturaleza Humana".No obstante, el éxito obtenido posteriormente, en 1742, por los "Ensayos", le hizo olvidar por completo su fracaso anterior, estimulándole para volver a escribir. En 1745 optó a la cátedra de ética de la Universidad de Edimburgo, plaza que no obtuvo probablemente por su reputación de escéptico y ateo. Después de un año en Inglaterra, como tutor privado del Marqués de Annandale, fue invitado por el general St. Clair a una expedición que, inicialmente, era dirigida contra Canadá, acabó como una pequeña incursión en la costa francesa. En 1749 regresa a Escocia, donde volverá a pasar dos años con su hermano en su casa de campo, publicando algunas obras más. En 1752 se instala en Edimburgo donde fue nombrado bibliotecario de la facultad de Derecho, dedicando su actividad filosófica más bien a problemas históricos, sociales y políticos, como pone de manifiesto las obras publicadas a partir de entonces.
En 1763 recibió la invitación del conde de Hertford de acompañarle a París como secretario de embajada. Rechazada la invitación en principio, Hume la aceptó ante la insistencia del conde, dirigiéndose a París donde permanecerá hasta 1766, participando en las actividades de los círculos ilustrados y entablando amistad con algunos de los personajes destacados de la época, como Rousseau. A su regreso a Londres fue nombrado "subsecretario de estado para el departamento septentrional", que se ocupaba de los asuntos diplomáticos con los países situados al norte de Francia, cargo que no estaba remunerado y que desempeñó durante dos años, hasta 1769. Ese año regresará a Edimburgo, continuando sus actividades de estudio e investigación. Allí morirá el 25 de agosto de 1776, habiendo escrito previamente, el 18 de abril, una breve autobiografía, conocedor ya de su pronta e inevitable muerte. Hume representa una época cargada de crítica y pragmatismo que abrirá el periodo de la Ilustración.
Aportes a la psicología – El intento de sustituir la metafísica por la psicología había sido iniciado por Locke, y Hume culminó esta tarea de una forma absolutamente newtoniana. Analizó la naturaleza humana a partir de la observación introspectiva y del comportamiento de los demás. El propósito de Hume era sustituir, en forma definitiva, a la metafísica por la psicología, la “ciencia de la naturaleza humana”. Terminó demostrando que la razón por sí misma, la esencia cartesiana de la mente humana, tenía poca capacidad para producir conocimiento útil acerca del mundo.
            Gran escéptico, Hume fue el filósofo que demostró que no podemos llegar a conocer nada con certeza. Con su postura filosófica, pretendía elaborar una filosofía práctica, que permitiera a los hombres vivir sus vidas sin las “certezas” que tanto Platón como Aristóteles o la religión habían pretendido imponerles. Esencialmente, la propuesta de Hume consiste en rechazar la búsqueda filosófica de la “certeza absoluta”, por considerarla imposible de encontrar, y proponer que la naturaleza humana en sí misma se baste para construir una ciencia y una moral factibles.
            Al igual que otros filósofos, Hume partió de la investigación de la naturaleza humana, categorizando los contenidos de la mente; a lo que Locke había llamado “ideas”, Hume llamó “percepciones”. Las percepciones se dividen en dos tipos: impresiones e ideas. Las impresiones son, en esencia, lo que denominamos sensaciones, mientras que las ideas serían copias menos intensas de las impresiones. De esta forma, podemos tener una impresión inmediata de, por ejemplo, un libro que se encuentra frente a nosotros; la impresión del libro la podríamos recordar posteriormente en forma de idea – una copia menos intensa de la experiencia actual. Tanto las impresiones como las ideas provienen o bien de las sensaciones que producen los objetos externos, o bien de la reflexión que, para Hume, estaba relacionada con nuestras experiencias emocionales.
            Por otro lado, las pasiones pueden ser de dos tipos: pasiones violentas, tales como el amor y el odio y pasiones tranquilas, tales como los sentimientos estéticos y los sentimientos morales. La figura a continuación resume las categorías propuestas por Hume.

PERCEPCIONES


                               IMPRESIONES                                          IDEAS




Impresiones de sensaciones,                        Impresiones de reflexión,
ncluyendo el placer y el dolor                    incluidas las pasiones y las emociones


                                                           Violentas                               Tranquilas
                                                           Pasiones                                 Sentimientos
                                                           Amor                                     Morales y estéticos
                                                           Odio                                       Aprobación y desaprobación

Clasificación del contenido de la mente humana según David Hume (Leahey, 1998)

            David Hume también distinguió entre percepciones simples y complejas. Una impresión simple corresponde a una sensación elemental e indivisible como, por ejemplo, la que nos produciría la visión de un punto azul de tinta. Pero, la mayoría de las percepciones son complejas, ya que nuestros sentidos están expuestos normalmente a muchas sensaciones simples y en forma simultánea. Las ideas simples son copias de las impresiones simples, mientras que las ideas complejas son agregados de ideas simples. Según esta postura, las ideas complejas no tendrían porqué corresponder con exactitud a una impresión compleja. Podemos imaginar algo que nunca hayamos visto como, por ejemplo, un unicornio. Sin embargo, las ideas complejas pueden ser descompuestas en ideas simples que son copias de impresiones simples. La idea compleja de un unicornio combina la impresión o idea de un caballo con la de un cuerno, objetos que sí hemos experimentado anteriormente.
            Vemos como Hume da prioridad a las impresiones sobre las ideas y afirma que son las impresiones que nos mantienen en contacto directo con la realidad a través de la percepción, pero las ideas pueden ser falsas, correspondiendo a objetos que no existen (tales como el unicornio). Para determinar la verdad hay que remontarse de las ideas a las impresiones y eliminar cualquier idea que no corresponda  a contenidos empíricos, como, por ejemplo, ideas de la metafísica y de la teología. De esta forma, Hume defiende una postura positivista según la cual, todas las ideas significativas, deben ser reducidas a un elemento observable. La otra prioridad de Hume es a las percepciones simples frente a las complejas. Todas las percepciones complejas están construidas a partir de nuestra experiencia por percepciones simples que pueden ser totalmente descompuestas en elementos simples. Hume fue un atomista psicológico al defender que las ideas complejas se construyen a partir de sensaciones simples (Leahey, 1986). Esta es la doctrina de la asociación de ideas, una de las contribuciones más importantes de Hume a la futura psicología científica, término que, inicialmente, había sido propuesto por Locke, pero en forma limitada y como un obstáculo para el pensamiento. Hume convirtió las asociaciones de ideas en el principio fundamental de su teoría.
            Para él, la razón es de poca ayuda para conocer la realidad y debe estar al servicio de la experiencia y del instinto de generalización, que reflejan al mundo tal cual es. La moralidad es un tema relacionado con los sentimientos; aprobamos o desaprobamos nuestras acciones y las de los demás de acuerdo con la forma en que nos sentimos frente a las mismas y la razón debe, por ello, estar al servicio de nuestros sentimientos morales.
            El escepticismo moderado de Hume aceptaba y reconocía los limites de la razón humana, valoraba adecuadamente la naturaleza animal y fue capaz de reconocer que las conclusiones generales podían llegar a ser falsas. Este escepticismo es de carácter práctico, ya que no pone en duda la sabiduría cumulada por la experiencia y, además, es útil, ya que predica la tolerancia y nos proporciona una ciencia de la naturaleza humana que puede convertirse en un fundamento adecuado para las demás ciencias. En la obra de Hume podemos encontrar los primeros fundamentos de la psicología de la adaptación: el conocimiento humano consiste tan sólo en hábitos, ya sean mentales o comportamentales, como consideran los conductistas. Acentuó la importancia del conocimiento práctico del mundo cotidiano, que nos permite adaptarnos a nuestro ambiente, como harían posteriormente los psicólogos británicos y los darwinistas norte americanos.
            Para Hume, los sentimientos eran parte constitutiva del hombre, una parte esencial de la naturaleza humana. Una persona no es un alma puramente racional encerrada en un cuerpo material dominado por las pasiones, por lo que también resalta la vertiente emocional, o motivacional, del hombre, de la misma forma en que lo harán posteriormente S.Freud y los conductistas. Aunque Hume tan sólo pretendía mostrarnos como se puede vivir en un mundo en el que no existen verdades absolutas, sus críticos lo consideraron como un autor peligroso por ser, según ellos, un defensor ateo del escepticismo que destruía al conocimiento.      
            A continuación, algunas frases célebres de la autoría de David Hume:  
-        "La avaricia, o el deseo de lucro, es una pasión universal que opera en todas las épocas, en todos los lugares y sobre todas las personas"
-        "Toda cualidad del espíritu que es útil o agradable a la propia persona o a otras, proporciona un placer al espectador, suscita su estimación y es admitida bajo la honrosa denominación de virtud o mérito"
-        "Nada resulta más sorprendente para el que examina los asuntos humanos con mirada filosófica que la facilidad con que la mayoría es gobernada por la minoría"
-        La razón es y debe ser solamente la esclava de las pasiones"

B.3 - ESCUELA ESCOCESA – T. REID (1710-1803) - La reafirmación del sentido común

Antecedentes personales – Nació en Strachan, en el año 1710 y murió en Glasgow, en 1796. Educado en la universidad de Marischal, fue filósofo y pastor presbiteriano; la lectura de Hume le inclinó hacia la filosofía. Fue profesor de moral en Aberdeen (1752) y en Glasgow (1764-1780). Fue el defensor del «sentido común» contra el escepticismo de Hume. Sus obras más destacadas son Investigaciones sobre el Entendimiento Humano a la Luz del Sentido Común, (1764), es Ensayos sobre los Poderes de la Mente Humana (1785). Reid es muy conocido por su epistemología de la sensación; él cree que las sensaciones sirven para hacernos concientes de los objetos verdaderos, sin la ayuda de la razón. Sus críticas a la opinión de Locke y de Hume son muy conocidas. Sin embargo, Reid también escribió en una variedad amplia de otros asuntos filosóficos, incluyendo la ética, la estética y varios asuntos relacionados con la filosofía de la mente.
            Fundador del movimiento conocido como Escuela Escocesa, escribió: “Desprecio a la filosofía y renuncio a su guía. Permitan que mi alma viva de acuerdo con mi sentido común” (cit. Leahey, 1998).
Aportes a la psicología – T.Reid consideró que la filosofía había comenzado a transitar por malo camino a partir de los modelos de Descartes y Locke, según los cuales la mente humana no conoce los objetos en sí mismos, sino que tan sólo entre en contacto con sus copias o ideas, que se proyectan en la conciencia. T.Reid creía que este había sido el primer paso para el escepticismo ya que, si la mente humana funcionara según el modelo de Descartes y Locke, no existiría ninguna forma de asegurarse de que las ideas fueran copias verdaderas de los objetos, ya que nunca podríamos observar a los objetos reales para compararlos con sus representaciones. Al eliminar la teoría de las copias, reactiva la filosofía del sentido común, volviendo al punto de vista de Aristóteles: la percepción capta al mundo real tal cual es.
            T.Reid propone tres elementos en la percepción:  

                        El perceptor                  El acto de percepción                   El objeto percibido

Nuestros actos perceptivos entran en contacto directo con los objetos y no sólo con las ideas representativas de los mismos. Conocemos el mundo en forma directa e inmediata, en forma consistente con lo que cada uno de nosotros creemos percibir. Este punto de vista es conocido como realismo directo.
Al experimentar directamente los objetos tal y como son, no es necesario proponer una especie de fuerza de gravedad de la mente o de las sensaciones que mantenga cohesionadas las impresiones complejas y las ideas. T.Reid reconoció que las impresiones complejas se podían descomponer en impresiones simples, pero negó que el resultado fuera poder reconocer o identificar el material bruto de la experiencia: las sensaciones puras. Para él, el material bruto de la experiencia son los objetos en sí mismos porque la experiencia se constituye con elementos simples.
            Como buen realista, Reid creía que la percepción es siempre significativa y que los conceptos son símbolos mentales que corresponden a objetos reales. La experiencia compleja no puede ser reducida a sensaciones atómicas sin que pierda algo esencial: su significado.
            Otro aspecto central y significativo de la obra de T.Reid es su defensa del innatismo; para Reid, estamos dotados por naturaleza de ciertas facultades innatas y de ciertos principios mentales que nos permiten conocer con certeza el mundo que nos rodea y que, igualmente, nos proporcionan acceso a las verdades esenciales. Así, nuestra constitución innata permite que el conocimiento que tenemos del mundo sea real y cierto. Como clérigo afirmó que estas facultades innatas eran dadas al hombre por Dios, su Creador, principios que sería absolutamente válidos porque Dios no se equivoca.
            Uno de los seguidores y discípulo de T. Reid, también miembro de la Escuela Escocesa, fue Dugald Stewart (1753 – 1828) dio un importante paso hacia la futura psicología científica; abandonó el término “sentido común” para utilizar preferentemente el término “asociación”. Su trabajo más importante Filosofía de la Mente Humana  puede ser considerado como una obra introductoria a la psicología, basada en la experiencia cotidiana en vez de una experiencia de laboratorio. En la  citada obra, hay apartados dedicados al estudio de la atención, a la asociación necesaria al aprendizaje, a la imaginación, a la motivación y hasta habla de la interpretación de los sueños. Stewart, en cierta manera, siguió a su maestro T.Reid  en su intento por identificar las facultades que componen la mente humana, asignando a cada una de ellas un papel en la vida mental y en la adquisición del conocimiento. Intentó demostrar el valor práctico del estudio de la psicología y el significado importante del mismo para la vida cotidiana del hombre.
            Los principios de la Escuela Escocesa se convirtieron en elementos influyentes, fundamentalmente en los colleges de Estados Unidos, durante el siglo XIX. Algunos de los fundadores de estas instituciones eran miembros de la Escuela Escocesa. Los escritores posteriores, convirtieron a la filosofía escocesa en una psicología práctica, atractiva y de fácil comprensión, dentro de los fundamentos religiosos y consistente con ellos.

B.4 – IMMANUEL KANT (1724-1804) – La reafirmación de la metafísica

Antecedentes personales - Immanuel Kant nació el 22 de abril de 1724 en Königsberg, ciudad de la Prusia Oriental que en 1946 pasó a depender de Rusia con el nombre de Kaliningrado. Después de estudiar durante siete años en una escuela local, Kant empezó a estudiar teología en la universidad de Königsberg, pero pronto abandonó esta disciplina en favor de la filosofía, las matemáticas y la física, atraído de forma especial por la obra de Isaac Newton.
Para ganarse la vida, trabajó durante nueve años como preceptor de hijos de aristócratas y potentados en los alrededores de Königsberg. Al mismo tiempo, profundizaba en sus estudios de filosofía, consiguiendo el doctorado el año 1755. Con este título pudo ejercer como profesor no titular en la universidad, hasta que en 1770 fue nombrado profesor titular de la cátedra de lógica y metafísica, puesto que ocuparía hasta su muerte.  Durante más de cuarenta años, Kant se dedicó por entero a la actividad docente, a la investigación filosófica y a la redacción de sus obras, que marcaron un hito muy importante en el desarrollo de la historia de la filosofía. Fue un profesor querido por sus alumnos, a los que sabía estimular en sus deseos de saber y conocer más. No sólo enseñó lógica y metafísica, sino también otras materias, como matemáticas, física, geografía, teología natural, ética y derecho.
La vida de Kant, hombre sedentario y metódico, estuvo marcada por una gran regularidad; fue la suya una existencia rutinaria, libre de acontecimientos especiales, que transcurrió siempre en su ciudad natal, sin viajar nunca a otros lugares o países. Desde muy joven, Kant se auto-impuso un programa diario de actividades que cumplía con tal precisión y método que los habitantes de Königsberg podían poner sus relojes en hora con solo fijarse en las entradas y salidas de Kant.
La publicación de sus obras principales dio a Kant una gran celebridad, no sólo en Alemania, sino también en el resto de Europa, pero rechazó todas las ofertas que le llegaron para que fuera a dar cursos fuera de Königsberg. El 12 de febrero de 1804 falleció en su casa, rodeado de amigos y discípulos. La universidad y toda la ciudad de Königsberg le enterraron con honores propios de un príncipe.
El pensamiento de Kant está expuesto en una serie de obras, entre las que destacan las siguientes:

ï Crítica de la razón pura (1781).
ï Idea de una historia universal en clave cosmopolita (1784).
ï Fundamentación de la metafísica de las costumbres (1785).
ï Crítica de la razón práctica (1788).
ï Crítica del juicio (1790).
ï La religión dentro de los límites de la mera razón (1793).
ï Sobre la paz perpetua. Un esbozo filosófico (1795).
ï La metafísica de las costumbres (1797).
Aportes a la psicología - Con su teoría del conocimiento, Kant intentó superar la oposición entre el racionalismo y el empirismo. Según él, el contenido o inmaterial del conocimiento nos llega desde fuera a través de los sentidos, pero el orden o forma de la experiencia procede de las estructuras propias de nuestra mente. Del mismo modo, en el campo de la filosofía moral, Kant distingue entre la materialidad de los hechos morales y la forma o el porqué de nuestra actuación. Lo que cuenta moralmente no son los hechos en sí, sino el motivo que nos lleva a actuar de una determinada manera, es decir, su adecuación a los imperativos morales que nos impulsan a obrar por respeto al deber.
El objetivo de la crítica es determinar los límites dentro de los cuales la razón es capaz de instaurar un orden de certezas indudables; más allá de éstos, la metafísica no puede engendrar sino conocimientos ilusorios: las ideas de Dios, de la libertad, de la inmortalidad del alma. Lo cual no significa que los contenidos de estas ideas no existan: Kant los rescatará como postulados de la razón práctica, que no incrementan nuestro conocimiento de la realidad, pero alimentan nuestra esperanza y fundamentan una moralidad que no esté condenada a la desesperación de la pura inmanencia
            En Fundamentos de la Metafísica de las Costumbres, obra de carácter práctico moral, Kant estudia los principios de la voluntad pura o libertad práctica como fundamento de la moralidad de nuestras acciones. En ¿Qué es la Ilustración? publicado el año 1784, Kant pretende definir lo que se entiende por Ilustración, caracterizándola como un proceso en el que el ser humano va adquiriendo cuotas cada vez más elevadas de libertad, lo que le permite salir progresivamente de su minoría de edad e ir avanzando en la tarea de pensar por sí mismo.
Kant afirmó que los argumentos escépticos de Hume lo despertaron de sus sueños dogmáticos (Leahey, 1986). Hume deshizo el dogmatismo leibniziano con su análisis psicológico del conocimiento humano. Consideró que las conclusiones de Hume podían minar la certeza del conocimiento, además de amenazar los logros por la física de Newton. Kant perseguía las verdades transcendentes, sin contentarse con las verdades meramente útiles. Como resultado, intentó rescatar la metafísica. No pudo aceptar el análisis psicológico de conocimiento de Hume, ya que lo único que se puede extraer de sus argumentos es que poseemos la tendencia a formar conclusiones generales que se basan en asociaciones. Kan deseaba mostrar la validez del conocimiento humano, más allá de cualquier hecho empírico relacionado con la formación de hábitos en el hombre.   
            Afirma Kant que de lo que tenemos conocimiento es, en términos kantianos, de los fenómenos. Los objetos sobre los cuales versa la ciencia, tales como los planetas, se encuentran en la experiencia humana y la experiencia se organiza en virtud de la naturaleza inherente de la percepción y del pensamiento humanos. El mundo, tal y como lo experimentamos, está constituido de tal forma que cada hecho tiene una causa, o sea, toda nuestra experiencia tiene una causa y esta creencia en la causalidad no puede estar determinada por los hábitos. Nuestra experiencia nunca podrá violar la causalidad ya que estamos constituidos de tal forma que cada hecho que experimentamos tiene una causa.
            Para Kant, detrás de todos los fenómenos se encuentra lo que él denominó los noumenas  o las cosas-en-sí. En el mundo nouménico existen hechos sin causa. Por ejemplo, Kant pensaba que la libertad moral humana pertenecía al reino nouménico Todo comportamiento humano tiene una causa porque se apoya en los fenómenos; una persona puede ser nouménicamente libre bajo el significado de la responsabilidad moral. Kant propuso una sorprendente afirmación: son los objetos los que se adaptan a nuestro entendimiento y no al revés. Por ejemplo: si alguien usara lentes de cristales de color rojo, cada uno de los objetos de su entendimiento tendría ese color. Esta persona creería que, suponiendo que usara los lentes toda su vida, todos los objetos del mundo son rojos. Para Kant, algo parecido sucede con el conocimiento humano: estamos dotados de ciertas cualidades perceptivas y de pensamiento que se imponen sobre la experiencia, generando los objetos de que se ocupa la ciencia. Para un empirista, la mente es pasiva al registrar las cualidades de los objetos; para Kant, la mente estructura la experiencia de forma activa y organizada, además de reconocible. 
            La filosofía de Kant influyó directamente sobre el psicólogo Jean Piaget por la afirmación idealista kantiana que el mundo de la experiencia se construye a partir de las categorías transcendentales de la percepción. Piaget estudió el proceso mediante el cual las categorías y la construcción del conocimiento sobre el mundo se desarrollan a lo largo de la evolución del niño .
            Kant mostró escaso interés por la psicología; él creía que la psicología, definida como el estudio introspectivo de la mente, no podría llegar a convertirse en ciencias, fundamentalmente por dos razones: la primera porque pensaba que nunca podrían ser cuantificados los aspectos de la conciencia como para que fuera posible elaborar ecuaciones newtonianas sobre la mente. En segundo lugar, de acuerdo a la postura filosófica de Kant, cualquier ciencia cuenta con dos partes: el aspecto empírico (que abarcaría la observación y la experimentación) y el aspecto racional o metafísico (las bases fisiológicas justificativas de la pretensión de tal ciencia empírica por producir el conocimiento). La psicología, como ciencia, estaría afuera del aspecto empírico porque el objeto de la psicología racional sería la “sustancia pensante” o el alma, el “yo pienso” cartesiano, pero no “experimentamos” el alma o lo que Kant denominaba el “yo trascendental”, de manera directa. No tiene contenido, ya que es pensamiento puro y tan sólo tiene existencia nouménica y no fenoménica. En otros términos, Kant afirmaba que no existía un poder introspectivo en la reflexión, ya que el sujeto no puede observar su propio pensamiento. Existe un ego empírico, compuesto por la suma total de nuestras sensaciones o contenidos mentales, que sí podemos analizar por medio de la introspección. Sin embargo, esta psicología empírica, a diferencia de la física empírica, no podría llegar a ser una ciencia, al faltarle su contraparte racional, por lo que Kant apenas se ocupó de ella.   
            Pero, Kant consideró la existencia o, al menos, una disciplina relacionada con la humanidad: la antropología – es estudio (logos) de los seres humanos (anthropos). En realidad, la antropología propuesta por Kant no tiene similitud con la antropología moderna (que propone el estudio transcultural de las sociedades humanas); la de Kant propone el estudio de las facultades intelectuales del ser humano, de sus hábitos, de sus apetitos y de su carácter. En su antropología, Kant distinguió la antropología fisiológica, que estaría relacionada con el cuerpo y los efectos que ejerce sobre la mente, y una antropología pragmática, referida a las personas, como elementos moralmente libres y ciudadanos del mundo. El objetivo de la antropología pragmática era mejorar el comportamiento humano, por lo que no se basaba en la metafísica de la experiencia sino en la metafísica de la moral. Debería ser interdisciplinaria, acercarse a la Historia, a las biografías o a la Literatura, como disciplinas auxiliares de la antropología pragmática en el estudio de la naturaleza humana. 
            De la introspección Kant opinaba que era peligrosa y poco útil para la ciencia. Cuando aplicamos la introspección a nuestra propia mente, estamos cambiando el estado original en el que se encuentra, de tal forma de que lo que descubrimos puede ser poco natural y de escaso interés para la ciencia. Kant llegó más lejos todavía al afirmar que la reflexión excesiva sobre nuestra propia mente podría desembocar en la demencia. De la misma forma, cuando observamos el comportamiento de los demás, se pierde la naturalidad de la conducta si se dan cuenta que están siendo observados.    
            La Antropología de Kant es una obra muy rica en contenidos; trata de la diversidad de aspectos que abarcan desde la demencia, a la que considera innata, hasta la naturaleza de la mujer, que sería físicamente más débil que el hombre, pero más civilizada y educada. En esta obra también enseña como preparar una cena para filósofos.
            Kant analiza el tema de “las ideas que tenemos sin ser conscientes de ellas”. Afirma que, si examinamos nuestra conciencia nos podemos percatar de que en la misma existe una serie de percepciones muy claras, mientras que otras son oscuras. Tal y como lo expresa Kant, “nuestra mente sería como un inmenso mapa en el que sólo existirían unos pocos lugares iluminados “ (Leahey, 1998). Las ideas oscuras son las que no son claras y totalmente conscientes, las cuales podrían afectar nuestra conducta en forma subliminal.
            El verdadero significado de la influencia kantiana sobre la psicología científica es un asunto controvertido. Algunos filósofos-historiadores de la psicología afirman que la influencia de Kant sobre nuestra ciencia fue un verdadero desastre debido a su énfasis sobre la introspección y al dualismo radical sujeto-mundo que defendió (Wolman, 1968). Podemos replicar que, ante esta afirmación, Kant no “inventó” la introspección  e incluso alertó sobre los peligros de la misma. Por otro lado, el dualismo sujeto-mundo ya existía y formaba parte del pensamiento occidental al menos desde Platón. En definitiva, lo que Kant pretendía era intentar reconciliar la naturaleza humana, incluyendo el plan moral, y el concepto de libertad que requiere. La visión mecánica de mundo newtoniana-cartesiana de la época parecía estar a punto de hundir y enajenar a la humanidad. 
    

IV. C - LA CRISIS MORAL



            El filósofo Claude Helvetius escribía en su obra Del Espíritu: “me parece que la ética se debería de tratar de la misma forma en que se trata al resto de las ciencias y que se debería desarrollar una ética experimental” (1758; cit por Hampson, 1982, p.124). Este será el centro vital del proyecto de la Ilustración: encontrar la forma ideal para la vida humana a través de la investigación científica y lograr hacer real esa forma de vida aplicando la tecnología científica. Sin embargo, el desarrollo de una ética experimental se convertiría en una empresa más desalentadora y mucho más peligrosa que la construcción de la física experimental. T. Hobbes se había acercado al estudio de la naturaleza humana dotado de un espíritu científico y lo que encontró fue que los seres humanos eran criaturas viciosas y peligrosas, siempre dispuestas a lanzarse sobre sus semejantes si no fuera por la existencia de un severo control por parte de un gobierno autoritario. Los pensadores franceses de la Ilustración asumieron el proyecto desde una visión optimista, con la pretensión de mejorar la vida de todos los seres humanos, utilizando los descubrimientos de la ciencia. A pesar de este optimismo, su intento culminó con una revolución que, aparentemente, confirmaba el pesimismo planteado por Hobbes.
            De la misma forma que en que la epistemología científica condujo a una crisis escéptica, la ética científica condujo a una crisis moral. En Escocia, los filósofos del sentido común se enfrentaron a la crisis moral por caminos que fueron especialmente importantes para el pensamiento de América del Norte. Por otra parte, al mismo tiempo que Helvetius escribía su obra Del Espíritu, comenzaba a surgir una reacción contra la Ilustración.

C.1 - LA ÉTICA EXPERIMENTAL: El naturalismo francés


            En Francia, el proyecto de la Ilustración se llevó a cabo de forma más radical que en Gran Bretaña. Podemos identificar dos fuentes principales para el naturalismo de los filósofos franceses: la psicología empírica de J. Locke y la fisiología mecanicista de Descartes.
            La psicología de Locke ( elaborada sin apartarse de la luz guía newtoniana) se transformó en una manía en la Francia del siglo XVIII, a par con la física de Newton. En cuanto a la filosofía de Descartes, su concepto de hombre-máquina tuvo opositores y seguidores. Los opositores eran fundamentalmente religiosos que consideraban las ideas materialistas de Descartes peligrosas para la fe. Sus seguidores, en la Edad de la Razón, se multiplicaron, convirtiéndose, además, en un grupo cada vez más abierto, que hacía oír su voz a través de panfletos anónimos, por temor a las persecuciones  religiosas, pero pronto se hicieron más audaces.
            La extensión más directa y completa del animal-máquina al hombre, fue planteada por el filósofo médico Julien Offray de La Mettrie (1709-1751), cuya obra más conocida es El Hombre Máquina (1748). Es importante señalar los elogios dados por La Mettrie al materialismo de Descartes por haber sido el primero a tener el coraje de demostrar que los humanos somos puras máquinas y que el alma no es más que una palabra vacía.
La MettrieAntecedentes personales - Julien Offroy de La Mettrie nació el 25 de diciembre de 1709 en Francia, en una familia de ricos comerciantes, en Saint-Malo (Bretaña). Estudia en diversos lugares como París y Reims. Logra su diploma de médico en Reims (1728) y ejerce la medicina en su ciudad natal durante cinco años. En 1739 se casa con la viuda Marie Louise Droneau, con quien tuvo dos hijos. En 1741 regresa a Francia (París). Al año siguiente, la amistad con duque de Saint Grammont le sirve para obtener plaza de médico militar, por lo que asiste a diversas batallas, especialmente a las de Dettingen (1743) y Fontenoy (1745) y al sitio de Friburgo (otoño de 1744). En 1746 publicó una sátira contra los médicos, en el contexto de la polémica que les enfrentaba a los cirujanos. Acusado de minar los fundamentos de la moral y de la religión se ve obligado a exiliarse en Middelbourg . En 1748 publica El Hombre-Máquina donde defiende que: "el universo nunca será dichoso a menos que sea ateo", logra enemistarlo, a la vez, con la Iglesia y con los "philosophes". Se ve también obligado a abandonar Holanda. Bajo la protección de Federico II el Grande, de Prusia, se exilia en Berlín, donde residirá hasta su muerte. El 11 de noviembre de 1751 muere en Berlín, en el exilio (tal vez de una intoxicación alimentaria, según se dijo por comer paté de faisán con trufas) y es rápidamente olvidado en los medios intelectuales de Francia,  por ser considerado un hombre corrompido en sus costumbres y opiniones, como un escritor que ignora las primeras idea y los fundamentos de la moralidad.
Aportes a la psicología - Como médico, La Mettrie defendía que tan sólo un facultativo puede tratar científicamente a la naturaleza humana, ya que tan sólo los médicos conocen adecuadamente el mecanismo corporal. Explicó, detalladamente, como diferentes estados corporales pueden afectar el funcionamiento de la mente, como ocurre con la fiebre, con algunas enfermedades y la fatiga. En contra de la exclusividad cartesiana del lenguaje en el ser humano, La Mettrie sugirió que los monos podrían transformarse en “pequeños caballeros” si se les enseñara el lenguaje que utilizan los sordos para comunicarse. Niega que el lenguaje sea innato, ya que pensaba que un simio podría adquirir una forma de comunicación humana. Además, argumentaba que los animales comparten con los humanos algunos sentimientos morales como, por ejemplo, la pena y el remordimiento, por lo que la moralidad sería algo inherente al orden biológico natural. Queda la duda: ¿ La Mettrie rebajaba los humanos al nivel de los animales, o quería elevar los animales al nivel de los humanos? En cuanto al placer, La Mettrie lo interpretaba como encontrar el bien en la naturaleza humana y afirmaba que el placer es la causa natural de nuestra existencia porque la propia naturaleza nos impulsa a buscarlo – otro concepto compartido con los animales. 
            La Mettrie adoptó una actitud inflexiblemente científica y claramente anti-aristotélica al negar cualquier acto divino de creación. Por ejemplo, los ojos de un ser vivo no habrían sido creados por Dios para hacer posible visión, sino que habrían aparecido a lo largo de la evolución porque la visión se habría convertido en algo importante para la supervivencia biológica de los seres vivos. Al realizar esta información, La Mettrie estaba defendiendo la doctrina denominada transformismo, que se fue convirtiendo en algo cada vez más popular a medida que avanzaba el siglo XVIII y que marcó el inicio del pensamiento evolucionista. Según el transformismo, el universo no sería creación de Dios, sino que habría emergido a partir de la materia primordial como resultado de la acción de la ley natural, como consecuencia natural de la forma como se encuentra organizada la naturaleza física y biológica. Para fundamentar su argumento, otorga poderes especiales a la materia viva, afirmando que el tejido biológico era capaz de auto-regeneración y movimiento. Por ejemplo, citaba al corazón de la rana que seguía latiendo fuera del cuerpo del animal muerto. A esta teoría se la denominó teoría del vitalismo y, así, el hombre sería una máquina vital y dinámica, un elemento integral de la naturaleza viviente de la cual hacia parte. Al reconocernos como parte de la naturaleza, debemos cuidarla y honrarla, en vez de destruirla (La Mettrie, 1748, p.148 cit. Leahey, 1998).  
            A continuación, dos afirmaciones de La Mettrie, extraídas de sus obras:

            Si todo se explica por lo que la anatomía y la fisiología me descubren en la médula, ¡qué necesidad tengo de forjar un ser ideal!
La Mettrie: Tratado del Alma, cap. X

¡Qué fugaz es la vida! Las formas de los cuerpos brillan, al igual que se cantan sonatas. El hombre y la rosa aparecen por la mañana y por la noche se desvanecen. Todo se sucede, todo desaparece y nada perece.
La Mettrie: Sistema de Epicuro (LI)

Etiene Bonnot de Condillac
Antecedentes personales - El primero de los seguidores franceses más relevantes de Locke fue Etienne Bonnot de Condillac (1715 – 1780). Nació en Grenoble, estudió teología en Saint-Sulpice y en la Sorbonne, y fue ordenado sacerdote en 1740. Sus teorías, englobadas bajo la denominación genérica de sensacionalismo, influyeron en filósofos posteriores y cuya contribución a la psicología ha sido considerada crucial. Fue un defensor de las ideas del filósofo inglés John Locke, escribió muchas obras filosóficas, de las cuales la más importante es el Tratado de las Sensaciones, (1754), destinado a mostrar que las impresiones externas recibidas por los sentidos externos, tomadas en sí mismas, pueden dar cuenta de todas las ideas y de todas las operaciones mentales. Trató de esclarecer la teoría del conocimiento de Locke aceptando la propuesta lockiana de la imposibilidad de las ideas innatas. En 1758 es enviado a Parma por Luis XV, como preceptor de su sobrino Fernando de Borbón, hijo de los duques de Parma, y allí permanece hasta 1767 y escribe Curso de Estudios para la Educación del Príncipe, en trece volúmenes. Falleció el 3 de agosto de 1780.
Aportes a la psicología - Etienne de Condillac rechazó las posturas filosóficas sobre el conocimiento humano de todos los filósofos, excepto de Lock, aun considerando que la obra de Locke estaba “incompleta”  porque no había desarrollado suficientemente los conceptos empiristas sobre la mente humana. A lo que Condillac se refería era reducir todo lo relativo al conocimiento humano a un elemento simple: la sensación.  A esto se dedicó Condillac: contemplar a la mente humana desde una perspectiva puramente empirista, negando la existencia de la reflexión e intentando explicar todas las facultades mentales a partir de la sensación simple. Reduce la atención a la fuerza por la que una sensación más intensa domina en la mente a otras sensaciones más débiles. Redujo la razón al deseo o a la necesidad; si cada sensación nos produce placer o dolor, nuestro pensamiento, constituido a partir de las sensaciones por medio de la asociación, estará determinado por la calidad afectiva de las mismas y estará gobernado por nuestras necesidades animales momentáneas. Por lo tanto, en empirismo de Condillac recorta la autonomía de la razón que es previa e independiente de la sensación  
            Condillac nos legó una alma humana semejante a la que nos había legado Descartes, en la que el rasgo diferencial es el pensamiento. Como era cristiano, dejó que fueran otros pensadores más radicales los que despojaran a los seres humanos del alma, el fundamento de la razón, otros autores que estaban más deseosos por abrazar el materialismo planteado por La Mettrie y por desarrollarlo hasta sus últimas consecuencias.
Claud Helvetius
Antecedentes personales. - Uno de esos pensadores radicales fue Claude Helvetius (1715-1771); filosofo francés, nacido en París, de familia distinguida, fue educado en el colegio de los jesuitas «Louis-le-Grand» y llegó a recaudador general de impuestos. Parte de su fortuna la dedicó a actuar de mecenas de filósofos ilustrados. Su primera obra filosófica, Del Espíritu (1758) fue condenada por las autoridades eclesiástica y civil. Tras un breve destierro en Prusia, se reafirmó en sus ideas ilustradas con Sobre el Hombre, sus Facultades Intelectuales y su Educación (1772. Su casa fue uno de los salones en donde se reunían los philosophes. Influyó notablemente en los enciclopedistas, las ideologías y en el utilitarismo inglés. Murió en Paris, en el año 1771.
Aportes a la psicología - Claude Helvetius  aceptó tanto el empirismo de Condillac como una versión materialista de La Mettrie. Consecuente con estas ideas, Helvetius planteó un ambientalismo absoluto en el que los hombres nunca habrían poseído una alma divina ni una estructura biológica compleja. El ser humano solamente poseería sentidos, una mente pasiva capaz de recibir sensaciones y un cuerpo capacitado para llevar a cabo ciertas acciones. La mente humana se iría configurando de forma pasiva a través de la observación de los efectos producidos por las acciones del propio individuo, así como de otras personas, y por la observación de la marcha del mundo. Para Helvetius, en el momento del nacimiento, la mente del ser humano estaría vacía y sería impotente; todo aquello en que se convierte una persona es fruto del entorno (ambiente) en que se desarrolla. Una buena y adecuada educación podría conducir a un mejor desarrollo individual. Al postular este principio, Helvetius se estaba anticipando a los conductistas radicales, quienes consideraban que el comportamiento humano es maleable.  
Algunas frases de la autoría de Claude Helvetius:
-        Cada hombre sin pasiones no tiene dentro de él ningún principio de la acción, ni del motivo a actuar.
-        Hay los hombres a que una disposición feliz, un deseo fuerte de la gloria y la estima, inspiran con el mismo amor para la justicia y la virtud que los hombres en general tienen para los honores. Pero el número de estos hombres es tan pequeño que los menciono solamente en el honor de la humanidad.
-        Limitar la prensa es insultar una nación; prohibir la lectura de ciertos libros es declarar a los habitantes ser tontos o esclavos.
-        La verdad es la antorcha que destella a través de la niebla sin la disipación de ella.

            La crisis moral de la época está fundamentada en una pregunta: si tan sólo somos máquinas programadas para buscar el placer y evitar el dolor ¿cuál será el fundamento del valor moral y del significado de nuestras vidas? Los humanistas de la Ilustración asumieron que el mundo había sido construido para los humanos por un creador benéfico, que no tenía porqué ser necesariamente el Dios cristiano. La extensión de las concepciones materialistas, deterministas y hedonistas a los seres humanos, aunque fuera intelectualmente atractiva, era difícil de comprender desde un punto de vista emocional. El dilema, en su totalidad, termina por referirse a la cuestión de los sentimientos: los sentimientos de libertad y dignidad frente al deseo natural por buscar el placer y evitar el dolor.
            En este contexto aparece el Marqués de Sade ( 1740-1814) que pregunta si la única meta en la vida que puede encontrarse en el naturalismo es el placer, cada individuo debería buscarlo sin sentirse inhibido por la moral o por las opiniones de la sociedad, puesto que al hacerlo estaría cumpliendo la ley natural y el más fuerte debería triunfar sobre el más débil (Historia de Julieta). La teoría evolucionista de C.Darwin confirmó esta afirmación: en la naturaleza sobrevive el más apto. Sade fue el precursor del nihilismo moral al que estudiaremos en Inglaterra en la época victoriana y que planteará su problema más profundo al que fue su terapeuta: S. Freud.

C.2 – SENTIDO MORAL EN LA ESCUELA ESCOCESA     
                          
            La visión apocalíptica de Hobbes y la febril prosa de Sade parecen situar al ser humano en una problemática ciénaga de violencia e inmoralidad de la que no se podría salir sin el poder de un estado represor. Sin embargo, la Escuela Escocesa proponía al mundo intelectual europeo otra visión del hombre. Aunque existía en crimen y la guerra, según los filósofos de esta Escuela, los humanos nos relacionamos entre nosotros de manera aceptable durante la mayor parte de nuestras vidas y, cuando no lo hacemos, nos sentimos avergonzados y culpables. Podemos vivir en sociedad, con espíritu de cooperación, sin la necesidad de un control represivo por parte de un gobierno. Los escoceses argumentaran que la naturaleza humana, aunque no esencialmente moral, tiende naturalmente a la moralidad. La naturaleza está dotada de leyes naturales, de la misma forma que los humanos estamos dotados de facultades naturales que nos permiten conocer esas leyes y respetarlas moralmente, porque el comportamiento humano está ordenado y gobernado por leyes morales que nos permite percatarnos inmediatamente del bien y del mal en nuestro comportamiento.
            La teoría escocesa del sentido moral natural es importante para la futura psicología científica por tres razones básicas: en primer lugar porque rechaza abiertamente las afirmaciones extremas de Hobbes y de los naturalistas franceses en general. Para los escoceses, los humanos tenderíamos naturalmente a ser sociables y a comportarnos adecuadamente en sociedad, en vez de ser viciosos, egoístas y agresivos. Espontáneamente, y sin necesidad de coacción, nos cuidamos unos a los otros  e intentamos hacer lo que es correcto para todos (el bien común). Los criminales felices de La Mettrie y los sádicos de Sade no son más que excepciones dentro de la heterogeneidad social. En segundo lugar, la posición de la Escuela Escocesa es importante porque tuvo que ver con la fundación de la psicología científica, la ciencia de la naturaleza humana, porque mostró que, más allá de los elementos impuestos por las normas de un gobierno, existen otros principios que rigen el comportamiento humano, principios que podemos aprender en sociedad y a utilizar en la interacción social. Por último, la tercera razón básica, es que la Escuela Escocesa ejerció una importante influencia sobre el pensamiento en los EEUU, país que se convertiría en el centro de la psicología aplicada.
C. 3 - ILUSTRACIÓN Y CONTRAILUSTRACIÓN EN ALEMANIA

            La Ilustración adoptó un giro diferente en Alemania, diferente a Francia o a Inglaterra. Los pensadores alemanes fueron, por lo general, filósofos académicos y no philosophes aficionados (Leahey, 1986). Se puede afirmar que la Ilustración alemana se inicia con el filósofo Christian Thomasius (1655 – 1728) quien creía que la filosofía debería ser útil, rechazó la metafísica en favor del empirismo, todas ideas ilustradas. Thomasius llevó a cabo la primera investigación empírica en el terreno de la psicología (McReynolds y Ludwig, 1977). Utilizó escalas de medición según cuatro dimensiones para definir la personalidades individuales. Basó sus estudios en los resultados obtenidos en entrevistas con los sujetos, utilizando información relacionada con su desempeño profesional, su entorno familiar y sus hábitos personales. Thomasius llegó incluso a recurrir a observadores múltiples para efectuar las mediciones y corroborar así la fiabilidad de sus escalas. Este interés por las diferencias individuales aparta a Thomasius de la tradición platónica en la psicología alemana y, probablemente por eso, sus investigaciones no fueron significativas para su época, la cual, aparentemente, no estaba “madura” para aceptar la investigación empírica y científica en el terreno de la psicología.     

            Más importancia para la psicología fue la postura filosófica de Johann Nikolaus Tetens (1736-1807), el primer alemán que propuso una psicología empírica sistemática. Tetens, como Hume, escribió un ensayo sobre la naturaleza humana, aunque de enfoque diferente. Rechazó la concepción empirista del sensacionismo de Condillac, según la cual la mente humana no es más que un conjunto de sensaciones. Siguiendo una línea más racionalista, Tetens sostenía que la mente humana es activa y autónoma, que unifica a las sensaciones como resultado de su propia actividad y que no se limita a registrar, en forma pasiva, las regularidades de la sensación. La mente humana, para Tetens, no descansa satisfecha con las generalizaciones empíricas, sino que busca activamente ideales estéticos y científicos. Por tanto, la psicología no debería estudiar únicamente el contenido de la mente (a lo que se circunscribiría un empirista), sino también las actividades energéticas que unifican y procesan las sensaciones.               

IV. D - LA CONTRAILUSTRACIÓN  

             
            Newton había aplicado la razón, la lógica y la matemática a la naturaleza. Los filósofos de la Ilustración demostrando que la mente humana  puede captar las leyes de la naturaleza y someterlas a su voluntad; también consideraron que la razón newtoniana podía ser aplicada a los asuntos humanos, es decir, a la psicología, a la ética y a la política. En el esquema newtoniano, defendido por los filósofos, la razón científica desterraría a la superstición, a la revelación religiosa y a la tradición histórica, estableciendo en su lugar las leyes de la conducta humana que, utilizadas de forma adecuada por los déspotas ilustrados, podían conducir a la sociedad perfecta.
            El imperialismo de la razón y de la ciencia, defendido por los filósofos ilustrados, favoreció una reacción por parte de algunos pensadores que lo encontraban terriblemente inhumano. El gran terremoto de Lisboa de 1748 cobró miles de vidas y mostró que el universo de Newton parecía ser una máquina indiferente e insensible a la vida humana. Propusieron la autonomía de la cultura para contrarrestar la de la razón y la ciencia, y defendieron los sentimientos humanos por encima de la razón. Así nace la contrailustración.

D.1 – GIAMBATTISTA VICCO (1668-1744) – Ciencias Naturales y Ciencias Humanas

            Una de las corrientes de la Contrailustración se inició con este oscuro filósofo italiano que ya tenía sus ideas gestadas incluso antes del comienzo de la propia Ilustración.
Antecedentes personales - Giovanni Battista Vico nació el 23 de junio de 1688 en Nápoles, Italia; hijo de un librero y de la hija de un fabricante de carros, recibió su enseñanza convencional en las escuelas locales. Se graduó en la Universidad de Nápoles, en 1694, como doctor de la ley civil y de Canon. Salió de Nápoles en 1696 para Vitolla donde permaneció por nueve años como profesor particular de los hijos de personalidades políticas importantes. Vico volvió a Roma en 1705 y cuatro años más tarde se casó con Teresa Caterina Destito, con quien tuvo ocho hijos, tres de los cuales murieron muy pequeños. A excepción de su hijo más joven, Gennaro, sus otros cuatro hijos fueron una fuente de gran decepción para él. Vico vivió en gran pobreza y sufrió graves problemas de salud, no logrando cumplir su gran sueño: ocupar la silla de profesor de jurisprudencia en la Universidad de Nápoles. Vico murió en Nápoles el 23 de enero de 1744.
Aportes a la psicología - Vico inició una tradición filosófica que respeta las instituciones clásicas del platonismo y del cristianismo, según las cuales los seres humanos son radicalmente diferentes al resto de los animales, aunque no postuló la existencia de un alma inmaterial. Por el contrario, sus seguidores mantuvieron que lo que hace diferente al ser humano es la cultura y que, por tanto, no podría existir una ciencia similar a la de Newton referida a la mente o al comportamiento humano. 
            Comienza su filosofía con la asombrosa afirmación de que el conocimiento de la naturaleza es un conocimiento inferior, cuando comparado con el conocimiento de la historia y de la sociedad. El criterio empleado por Vico está tomado de los Escolásticos de la Edad Media, quienes mantenían  que sólo podemos conocer una cosa si la hemos visto o hecho (Leahey, 1986). En el caso de la naturaleza, solamente Dios la puede conocer, puesto que Él la ha construido. Para los humanos, la naturaleza es algo que se nos presenta ya dado, como hecho natural, algo que tan sólo podemos observar desde el exterior y nunca desde su interioridad. Las personas, no obstante, construyen sus sociedades en el proceso histórico de la creación, por lo que podemos contemplar nuestras propias vidas desde adentro  y podemos entender comprensivamente, las vidas de los hombres y las mujeres pertenecientes a otras culturas y a otros momentos históricos.  
            Así, para Vico, la historia es la ciencia por excelencia, como proceso de autocreación humana, porque los seres humanos se hacen a sí mismos a través de su historia, tanto personal como social. Las culturas deben ser respetadas como productos de la creación humana; entender los mitos y el lenguaje de otros tiempos u otros lugares, es entender de qué forma pensaban y sentían los seres humanos en ese momento y en ese lugar.    
            Vico estableció la diferencia entre ciencia natural y ciencia humana. La primera es de cuño newtoniano, construida a partir de la observación externa de la naturaleza, que persigue la regularidad de los fenómenos para construir leyes científicas. La segunda ciencia estudia la historia y la sociedad, que no son más que creaciones del hombre; su método no es la observación externa, sino el entendimiento comprensivo subjetivo. Los hombres observan la naturaleza, pero crean la sociedad, el arte y su propia historia. Es evidente que la psicología, en este punto, se encuentra ahora en una posición intermedia entre las dos ciencias. Por un lado, somos parte de la naturaleza y, por tanto, somos objetos de la ciencia natural. Pero, los humanos vivimos insertos en una cultura y somos también objetos de estudio para las ciencias humanas. Vico negó que hubiera una naturaleza humana universal  y trascendental; cada sociedad y período histórico han de ser comprendidos en sus propios términos, y no ser menospreciados como “bárbaros” o “supersticiosos”. Toda historia se caracteriza por su perfil único, que condiciona y caracteriza las actividades de sus participantes.   
            Su especial respeto por la comprensión histórica iba en contramano de la orientación intelectual de su época, por lo que su obra fue poco conocida y durante mucho tiempo no transcendió las fronteras de su país natal. Sin embargo, sus ideas reaparecieron en la obra de otro filósofo- Johann Gottfried Herder.

D.2 – JOHANN GOTTFRIED HERDER ( 1744-1803)-Un mundo creado por nosotros mismos


Antecedentes personales - Nació en Mohrungen, hoy Morag, actual Polonia, el 25 de agosto de 1744. Filósofo y escritor alemán. Nacido en el seno de una familia humilde; en 1762 inició estudios de filosofía, teología y literatura en Königsberg, donde siguió los cursos impartidos por Immanuel Kant, de quien fue discípulo, y trabó amistad con J. G. Hamann, destacado crítico de la Ilustración. Ordenado pastor protestante en 1764, se trasladó a Riga para enseñar en la escuela catedralicia. Allí escribió, inspirado por Lessing y por Hamann, los Fragmentos sobre una nueva literatura alemana (1767), donde rechazaba la imitación de los clásicos y defendía una poesía nutrida de vigor popular. En 1769 realizó un viaje a Francia, donde entró en contacto con Diderot, D'Alembert y los enciclopedistas, estudió las obras de Rousseau y publicó, desarrollando los principios expuestos en los Fragmentos, sus críticas (1769). Esta obra se considera un antecedente directo de un movimiento literario que anticipaba el romanticismo al reclamar una concepción nacional para el arte y reivindicar la exaltación del individualismo y los sentimientos como fuente de inspiración. En 1770 se trasladó a Hamburgo, donde encontró a Caroline Flachsland, con quien se casaría tres años después. En 1771 viajó a Estrasburgo, donde permaneció unos meses recuperándose de una dolencia que le afectaba a los ojos. En esta ciudad conoció al joven Goethe, en quien ejercería una notable influencia y, a través de él, en toda la literatura alemana. En 1771 se trasladó a Bückeburg en calidad de consejero consistorial; de esta época data su Ensayo sobre el origen del lenguaje (1772), donde subraya su carácter natural y evolutivo, y su papel preponderante en cualquier proceso cognoscitivo. Entre 1778 y 1779 escribió Las Voces de los Pueblos en Cantos, donde agrupaba los grandes poemas antiguos Esta colección de cantos populares, que contenía poemas que no se ajustaban estrictamente al dogma del arte popular, indica una influencia clásica sobre Herder, quien, gracias a la intervención de Goethe, en 1776 había sido nombrado superintendente, predicador de la corte y miembro del consistorio de Weimar, centro del clasicismo alemán y ciudad en la que, salvo una estancia en Italia entre 1778 y 1779, permanecería hasta su muerte. Además de su doctrina del lenguaje, Herder elaboró una vasta filosofía de la historia en Otra Filosofía de la Historia de la Humanidad (1774). En ella invertía hasta cierto punto los lugares comunes de la historia según la Ilustración: el Renacimiento no habría sido una renovada «iluminación» de la humanidad, tras los siglos de «oscuridad» de la Edad Media, sino que reivindica el sentido fundador y la prioridad moral de ésta frente al racionalismo «vacío» ilustrado. Perfecta exposición de la nueva filosofía de la historia romántica, el texto revela una clara nostalgia respecto a unos tiempos «patriarcales», anteriores al mundo griego, en los que el hombre se hallaría en una relación privilegiada con la divinidad, no contaminada por la reflexión. En Ideas Sobre la Filosofía de la Historia de la Humanidad (1784-1791), que dejó inacabada, intentó revelar la estrecha relación entre la naturaleza y la evolución cultural de la raza humana. Herder constituye uno de los pilares del Movimiento Romántico, que le debe algunos de sus conceptos fundamentales, como el de Volksgeist (carácter nacional), motor y sentido profundo de la historia y de las expresiones artísticas y culturales de los pueblos. Herder falleció en Weimar, actual Alemania, el 18 de diciembre de 1803.
Aportes a la psicología – De arrolladora influencia resultó la obra de Herder, también fundamentada en la historia de los pueblos y contra la aplicación del espíritu geométrico a las ciencias humanas. Las concepciones filosóficas de Herder no se apartan de la línea de pensamiento de G. Vico; también él opina que vivimos en un mundo construido por nosotros mismos y subraya la absoluta singularidad de cada cultura viviente o histórica. Debemos esforzarnos por realizarnos a nosotros mismos y a nuestra propia cultura, sin seguir servilmente a los estilos clásicos y las actitudes de épocas pasadas o de otras culturas. Herder resulta actual en su convicción de que cada persona debe intentar realizar sus potencialidades en cuanto persona total. Se opuso a la psicología de las facultades, por considerar que los principios de la misma fragmentaban a la personalidad humana. Defendió la unidad orgánica y espiritual del ser humano; consideraba que la Edad de la Razón implicaba una cierta decadencia para la condición humana porque era artificial, imitaba a los griegos y a los romanos, se basaba demasiado en la razón y carecía del elemento espiritual que caracteriza la condición humana.
            La principal critica de Herder a los philosophes era la tendencia de estos a caricaturizar  el pasado y a creer que su propia época constituía un modelo universalmente válido para la humanidad. En Alemania, la obra de Herder fue apreciada y resultó muy atractiva. De forma más genérica, Herder abrió camino al Romanticismo y ayudó a sentar las bases del mismo. Para muchos autores, la obra de Herder y su postura filosófica terminó con la regla de la razón abstracta e inauguró la postura del desarrollo orgánico guiado por la energía de los sentimientos y de las emociones, fundamentos del nuevo Romanticismo.

D. 3 – JEAN-JACQUES ROUSSEAU (1712 – 1778) –Naturaleza versus Civilización


            Situar a J.J Rousseau fuera de la Ilustración puede parecer equivocado, atendiendo a que, con Voltaire, es considerado por la opinión común como uno de los pensadores prototipo de los philosophes. Sin embargo, en aspectos significativos, Rousseau se tornó célebre por su oposición a los principios de la Ilustración y su rebeldía contra la Edad de la Razón, negando que la humanidad se hubiera beneficiado con los avances científicos y tecnológicos de la época. De Herder, rechazó la importancia exagerada a la historia, pero lo seguía al afirmar que el mecanicismo por su incapacidad para explicar el libre albedrío humano. También Rousseau consideraba que el lenguaje es lo que singulariza al hombre en el mundo, contrariando la postura filosófica de La Mettrie.. Conozcamos quien fue Rousseau.
Antecedentes personales -  Nació en Ginebra, Suiza, 1712. Filósofo suizo, huérfano de madre desde temprana edad, fue criado por su tía materna y por su padre, un modesto relojero. Sin apenas haber recibido educación, trabajó como aprendiz con un notario y con un grabador, quien lo sometió a un trato tan brutal que acabó por abandonar Ginebra en 1728. Fue entonces acogido bajo la protección de la baronesa de Warens, quien le convenció de que se convirtiese al catolicismo (su familia era calvinista). Se instaló en la residencia de ésta en Chambéry e inició un período intenso de estudio autodidacto. En 1742 puso fin a una etapa que más tarde evocó como la única feliz de su vida y partió hacia París. Pasó un año (1743-1744) como secretario del embajador francés en Venecia, pero un enfrentamiento con éste determinó su regreso a París, donde inició una relación con Thérèse Levasseur, con quien acabó por casarse civilmente en 1768 y tuvo cinco hijos. En 1754 visitó de nuevo Ginebra y retornó al protestantismo para readquirir sus derechos como ciudadano ginebrino. Apareció entonces su Discurso sobre el origen de la desigualdad entre los hombres, escrito también para el concurso convocado en 1755 por la Academia de Dijon. Rousseau se enfrenta a la concepción ilustrada del progreso, considerando que los hombres en estado natural son por definición inocentes y felices, y que son la cultura y la civilización las que imponen la desigualdad entre ellos, en especial a partir del establecimiento de la propiedad, y con ello les acarrea la infelicidad. En 1756 se instaló en la residencia de su amiga Madame d’Épinay en Montmorency, donde redactó algunas de sus obras más importantes. Una de ellas es Emilio (1762), una novela pedagógica, cuya parte religiosa le valió la condena inmediata por parte de las autoridades parisinas y su huida a Neuchâtel, donde surgieron de nuevo conflictos con las autoridades locales, de modo que en 1766, aceptó la invitación de David Hume para refugiarse en Inglaterra, aunque al año siguiente regresó al continente A partir de entonces cambió sin cesar de residencia, acosado por una manía persecutoria que lo llevó finalmente de regreso a París en 1770, donde transcurrieron los últimos años de su vida, en los que redactó sus escritos autobiográficos. Murió en Ermenonville, Francia, en el año 1778
Aportes a la psicología - Los aportes más significativos de Rousseau a la psicología, se dirigen hacía la rama de la psicología educacional. En su obra Emilio expone un modelo de educación ideal y en el cual afirma que al alumno se le debe permitir expresar sus talentos naturales (innatos) en vez de “encuadrarlo” en un modelo directivo, con destrezas básicas, donde la creatividad individual no tiene lugar. Para Rousseau, el objetivo de la educación es permitir cultivar los talentos naturales del alumno, sin imponer puntos de vista, en plena libertad pero dentro de un esterito control disciplinario. En su opinión, el alumno “no aprende” lo que no quiere o no siente utilidad en aprender. Rousseau afirmaba que un estado corrupto de la civilización puede ser anulado por una educación abierta y adecuada, que perfeccione las potencialidades y los valores de la persona; creía que la educación podía contribuir a la autorrealización del hombre, en dirección al bien común, o sea, creía que se podía reformar a la sociedad por la vía de la educación.   
Los primeros impulsos del corazón son siempre los acertados”, afirmaba Rousseau, sentimientos que recuerdan a Herder y que son básicos en el Romanticismo.

IV . E - EL MALESTAR DE LA RAZÓN

El tema principal del periodo comprendido entre los años 1600 y 1800 fue el triunfo de la ciencia, en particular de la ciencia newtoniana, frente a la vieja visión medieval del mundo de orientación teológica. En el siglo XVII, Galileo, Kepler, Descartes y Newton demostraron el poder de una nueva forma de entender la naturaleza. Esta nueva visión científica sustituyó la idea del significado universal de la naturaleza por la idea de un orden matemático universal. La naturaleza había sido un libro abierto de signos reveladores del mundo visible. Ahora pasa a convertirse en una máquina indiferente e insensible a la humanidad, que solamente puede ser conocida en forma limitada gracias a las matemáticas.  La naturaleza perdió su sentido, pero la humanidad ganó poder sobre ellas por la vía de las precisiones y predicciones matemáticas. El punto de vista científico fue algo radicalmente nuevo en la historia humana. Hasta entonces, los pensadores se habían limitado a especular sobre la naturaleza de la realidad y pobres en detalles; la ciencia newtoniana reemplazó las vastas especulaciones sobre el orden cósmico por el análisis detallado de casos concretos. Desde Newton que la ciencia creció en importancia y de forma tal que, para algunos, suplantó totalmente a la religión y a la fe en la imagen de mundo.
Apenas propuso Newton la nueva ciencia anti-metafísica de la Física y la Matemática, los filósofos empezaron a antever la posibilidad de generalizarla a la naturaleza humana. La empresa la inició Locke y ocupó casi la totalidad del pensamiento del siglo XVIII. La tónica la marcó Hume con la aspiración de una ciencia de la naturaleza humana que fuera tan fundamental para la ciencia como, en otros tiempos, se pensó que lo era la metafísica. Pese a todo, el siglo XVIII progresó sustancialmente hacia la creación de una ciencia de naturaleza humana.    
No cabe duda de que la Ilustración señala, en forma definitiva, el comienzo de los tiempos modernos. Les philosophes se debatieron con el problema de entender la naturaleza humana, al margen de Dios y de la fe. Estaban de acuerdo en que el hombre era perfectible, pero disentían en lo referente a qué hombre se oculta bajo el barniz social. Sus esperanzas optimistas parecían corroboradas por la Revolución Norteamericana que, a sus ojos, ponía en marcha la nueva concepción del mundo en el Nuevo Mundo. Así, la Revolución Francesa fue, inicialmente, saludada y recibida como un triunfo de la razón sobre la opresión social. Pero, este triunfo pronto se agrió. El ejemplo puede ser dado en la figura de Robespierre, paladín de la democracia  y enemigo de la pena capital, que terminó por ser un tirano al mandar ejecutar a una señorita y a toda su familia por sospecha de tramar su asesinato (Navarro, 1989). El mundo moderno fue testigo del despotismo en nombre de la libertad y del crimen en nombre de la Ilustración. La violencia social en el Reino del Terror, en Francia, pareció demostrar que las ideas de Sade eran acertadas. La razón, en la Revolución, perdió la batalla frente a la violencia social. 

 

IV. F – EL ASOCIACIONISMO: DAVID HARTLEY Y THOMAS BROWN 

 

            El concepto de asociación de ideas no es una innovación del siglo XVIII. Lo hemos encontrado en Platón y Aristóteles y, más tarde, en Locke. Lo que sí fue una novedad para este siglo XVIII es el uso extensivo que se hizo del concepto. Hume consideraba este empleo generalizado de la asociación como su aportación más destacada, al paso que pensadores tan diversos como Spinoza, Reid y Kant reconocieron en la asociación una fuerza del pensamiento humano. Con todo, en manos de los grandes filósofos, recibió un tratamiento filosófico, bien en cuanto clave del conocimiento humano, bien como un ejemplo de conocimiento defectuoso.

            En cuanto a programa psicológico diferenciado, el asociacionismo fue fundado por el médico británico David Hartley (1705-1757). Conozcamos quien fue Hartley: filósofo británico, nacido en Armley (ahora parte de Leeds), Yorkshire, en 1705 y educado en el Jesus College, Universidad de Cambridge. Hartley estudió primero para la carrera eclesial, pero, al disentir de algunos puntos del credo oficial de la Iglesia de Inglaterra, siguió estudios de medicina. Ejerció como médico en Newark, Bury, Saint Edmunds, Londres y Bath, lugar donde murió en 1757.
            El trabajo más importante de Hartley, Observaciones sobre el hombre, su estructura, su función y sus expectativas (2 volúmenes, 1749), fue el primer intento para explicar todo fenómeno de la mente gracias a la teoría de la asociación. Aunque ciertos pensadores anteriores a él, entre ellos los filósofos británicos John Locke y David Hume, habían asentado el principio de asociación para explicar muchos de los procesos y contenidos mentales más desarrollados, Hartley dispuso sus ideas desde un nuevo punto de comprensión. Como ellos, consideraba la mente una tabula rasa —una pizarra en blanco— anterior a la experiencia de la sensación, pero amplió las leyes del crecimiento mental mediante asociaciones, hasta incluir no sólo un fenómeno como la memoria (que otros ya habían hecho), sino también la imaginación, la razón y las emociones. Mantenía que las emociones adultas o evolucionadas eran el producto de sentimientos elementales unidos por medio de nuevos vínculos, y daban origen a emociones complejas, bajo la ley general de la contigüidad.
Otra de las principales teorías de Hartley trataba de la naturaleza física de la sensación, extraída de Óptica (1704), del científico inglés sir Isaac Newton. Hartley sostenía que cualquier sensación del mundo exterior provocaba un movimiento vibratorio en el nervio afectado, produciendo las vibraciones correspondientes en la sustancia cerebral; suponía que los impulsos dirigidos desde el cerebro a los músculos actuaban de la misma forma.
Elaboró una teoría completa sobre el asociacionismo de la mente y de la conducta humana, desde la simple sensación hasta la actividad sexual, teoría en la cual trabajó durante años hasta su publicación. Reconoció, en su  trabajo, lo importante que había sido para él leer la obra de John Gay (1669-1745), un clérigo que desarrolló el asociacionismo moral. Inspirado en los principios de Isaac Newton, como casi todos los pensadores de su época, Hartley se esforzó por seguir las reglas metodológicas del “maestro”, evitando los errores metodológicos e intentando deducir la explicación de los nuevos fenómenos, partiendo de proposiciones enraizadas ya en la observación. Así explicaba el funcionamiento fisiológico de la sensación.
Hartley creía en la estrecha correspondencia entre la mente y el cerebro; así, propuso leyes de asociación paralelas para ambos. Comenzando por la esfera mental, Hartley construyó la mente a partir de simples unidades atómicas de sensación ( idéntico al trabajo de Hume); a estas unidades atómicas, Hartley les llamó impresiones las cuales forman, en el cerebro, la sensación. Las sensaciones, cuando se asocian, forman ideas intelectuales complejas. Las sensaciones son, por tanto, copias débiles de las impresiones. Daba por supuesto que la mente posee ciertas facultades capaces de transformar los elementos mentales, aunque la sensación siga constituyendo la operación mental básica.
Hartley distinguió dos formas fundamentales de asociación: la sucesiva y la simultánea. Las asociaciones sucesivas se constituyen cuando series de ideas se suceden regularmente unas a otras y, de esta forma, quedan engarzadas. Las asociaciones simultáneas son vínculos establecidos entre ideas que, de modo regular, se producen juntas y al mismo tiempo. Por ejemplo, el rostro de una persona se compone de muchos rasgos atómicos todos los cuales aparecen juntos de modo natural en la conciencia. Los elementos quedan unidos por asociación, de forma que, sí sólo vemos unos pocos rasgos, completamos mentalmente el resto de la cara y podemos identificar a quien pertenece. Por otro lado, Hartley formuló una única ley de asociación: la ley de contigüidad – las sensaciones y las consiguientes ideas se producen, o bien en orden temporal regular, o bien todas juntas de una vez, y quedan asociadas por la pura proximidad en el tiempo, o sea, por la contigüidad. Hartley procedió a aplicar estos principios a la totalidad de la mente y también a la conducta humana, proclamando que las respuestas motoras pueden asociarse entre sí y con las ideas.
Es asociacionismo de Hartley gozó de una gran popularidad. Atendiendo a que él afirmó que el placer y el dolor acompañaban a las sensaciones y afectaban al pensamiento y a la acción, el asociacionismo empezó a orientarse hacia el utilitarismo. Con el pasar del tiempo, el asociacionismo de Hartley no solamente influenció el pensamiento del Romanticismo, sino que también dio lugar al análisis de la conducta humana en términos de hábitos asociados.      
     Entre los defensores del asociacionismo en este siglo, es digno de mencionar también a Thomas Brown (1778-1820); fue un discípulo de Dugald Stewart y, a menudo, suele ser considerado como miembro de la Escuela Escocesa del Sentido Común. Sin embargo, Brown se mostró sumamente crítico de Reid y de los principios de la citada escuela, razón por la cual se lo estudia como opositor y no integrante. Brown fue un asociacionista radical, con influencia kantiana, ya que descartó el sustrato fisiológico de la sensación  en favor de una explicación puramente fenoménica de la asociación. Brown prefería llamar a la asociación sugerencia porque implica un vínculo entre ideas; una idea sencillamente sugiere otra, pero no hay un lazo sustantivo entre ellas. Brown propuso tres leyes básicas de la sugerencia: la ley de semejanza, la ley del contraste y la ley de la cercanía. Además de estas tres leyes básicas, Brown dio un paso hacia el asociacionismo más fructífero e empírico, al enumerar las leyes secundarias de la sugerencia. Son nueve y representan condiciones específicas que afectan al funcionamiento de las tres leyes básicas. Así, por ejemplo, la memoria de acontecimientos asociados se ve facilitada por la larga duración de las ideas originales, la vivacidad de las ideas, la frecuencia de la asociación y la proximidad de las ideas en el tiempo. Otras leyes secundarias abarcan las diferencias individuales, aprendidas o heredadas, en la memoria y en la formación de asociaciones. Así, fue Brown quien señaló el camino hacia una psicología empírica y experimental de la mente.
No cabe duda de que, en el siglo XVIII, llegó la hora del asociacionismo; lo que se había iniciado con Locke, como una modesta sugerencia sobre la forma en que la mente genera el pensamiento, se convirtió, para muchos pensadores, en la auténtica clave de la ciencia de la naturaleza humana – la psicología.

IV. G - TENDENCIAS HACIA LA PSICOLOGÍA CIENTÍFICA

            La tendencia histórica principal iniciada por le revolución Científica y la Ilustración está representada por el movimiento encaminado a fundar una ciencia de naturaleza humana o Psicología. En el siguiente siglo, nos aproximaremos, paso a paso, a esta meta, hasta que al fin sea alcanzada por Wilhelm Wundt, el “padre de la Psicología Científica”, en 1879.
            Hay tres tendencias específicas e importantes que hunden sus raíces en este periodo:
-        El materialismo-mecanicista que generaliza el universo–máquina, de Descartes y de Newton, a la humanidad;
-        La psicología de las facultades que se convirtió en la psicología de moda, a pesar de la oposición unánime de los científicos;
-        El asociacionismo, que suministra un vehículo aceptable para las teorías empiristas de la mente, tanto para los conductistas como para los mentalistas.
Hablemos de otras tres tendencias suplementarias, que se iniciaron tímidamente durante el siglo XVIII, crecerían en importancia durante el siglo XIX. Una es el Romanticismo, rebelión del sentimiento en contra la razón estéril e inútil. Otra es el utilitarismo, intento de basar la ética y la sociedad sobre un principio de placer. La tercera, la más importante, fue el evolucionismo.
      A medida que la biología se volvía naturalista, conforme se hacían intentos por explicar el origen de las cosas sin un Creador, la teoría de la evolución devino inevitablemente. Las primeras explicaciones evolucionistas aparecen en el comienzo del siglo XIX y constituye el trasfondo que desencadena la crisis del naturalismo.

BIBLIOGRAFÍA

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Leahey, Thomas H. : Historia de la Psicología – 3ª Ed. – Debate – Madrid – 1986
      - 4ª Ed – Prentice Hall – Madrid – 1998
McReynolds y Ludwig: La Psicometría en el Siglo XVII – Trd. -  McGraw Hill – Barcelona - 1977
Navarro, A.: La Psicología en la Historia – Ateneu – Caracas - 1989
Wolman, B.: La Obra de Kant y su Impacto en la Psicología – Trd. – Agora – México - 1968

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